‘… Ahora mismo no vine solo’ esa sencilla frase me dejó sintiéndome helado por dentro, sabía que Ikki estaba haciéndolo para sacarme de su cabeza o distraerse, yo qué sé. Lo cierto es que me sentí fatal, era como si algo me atravesara el pecho y lo girara en el interior de mi cuerpo.
-Ya veo- respondí intentando mantener la calma, después de todo fui yo quien no habló claro desde un inicio.
-Debo regresar a la sala- me dijo levantándose de la silla y saliendo de la cocina, sólo pude verle salir, tenía que regresarme a Tokio, pero debía avisarle que tenía que cuidar la casa por dos días hasta que llegara aquel señor que se había ido a ver a su familia. Caminé hasta la puerta, ahí estaba Ikki sentado al lado de una mujer rubia de bonitas facciones. Su mirada era tierna y parecía entretenida con la conversación de Ikki, era cierto, yo salía sobrando en la casa. Salí de la cocina y le hice la señal a Ikki de que la cena estaba lista para que cenaran.
Sólo asintió con la cabeza por lo que me dirigí de inmediato al cuarto donde había dejado mis cosas para guardarlas todas de nuevo e irme lo más pronto posible, salí disparado de la habitación y llegué hasta la estancia donde aquella joven me miró extrañada por mi presencia.
-¿Tu amigo es?- le preguntó a Ikki quien me miró desconcertado.
-Soy Armand…- atiné a decir rápidamente sin razonar mucho las cosas –Soy compañero de Ikki, pero me voy a casa así que les dejo-
Ikki me miró aún más desconcertado de mi repentina decisión y de mi extraña actitud por lo que se disculpó con su acompañante y me siguió hasta la puerta que daba a la calle.
-¡Espérate!- exclamó molesto -¿A dónde vas?-
-A Tokio- respondí con naturalidad -tres son multitud, ya está la cena hecha y la mesa puesta, por cierto Saori quiere que cuides la casa por dos días ya que el señor que la cuida se fue a ver a su familia- expliqué, sólo me miraba extrañado mientras yo sentía que mi alma se escapaba en cualquier momento.
-Afrodita, si quieres te llevo a la estación- me dijo resignado.
-No, creo que puedo hacerlo solo, adiós- dije con ligera y fingida sonrisa saliéndome de la casa con mi pequeña maleta colgada del hombro, caminé varias cuadras sin saber a dónde ir, qué hacer, pero no podía regresar a Tokio así, primero debías serenarme.
Llegué hasta un hotel en el que sin pensármelo dos veces me metí para registrarme, no podía quedarme en la calle, además dinero sí tenía para pagar el hospedaje, tomando en cuenta claro que no había gastado nada en todo el viaje. Después de registrarme me dirigí de inmediato a la habitación 123, entré y dejé mis cosas, en esta ocasión no saqué nada de la maleta, y de inmediato cerré la cortina y me metí a bañar para olvidarme de todo, al menos eso creía yo, salí de la regadera y ni ánimos tenía de vestirme por lo que me recosté directo en la cama hasta que escuché sonar el teléfono celular que Saori me había dado a mi llegada, para mantenerme en contacto con ella en caso de salir… lo dejé sonar un par de veces y finalmente contesté…
-¿Diga?- pregunté con calma.
-¿Afrodita?- era la voz de Shun.
-¿Dime Shun?- pregunté nuevamente.
-Me dijo mi hermano que te fuiste de la casa de Saori, y asumo que no vienes para acá ¿Verdad?- me preguntó preocupado.
-Así que Ikki te dijo lo que sucedió- asumí en voz alta –Vaya, sí, estoy aún en Kyoto pasándola bastante bien- respondí aparentando calma.
-No se te oye precisamente divertido- respondió Shun adivinando que me sentía fatal, era fácil notarlo, no suelo ser muy misterioso en mis sentimientos.
-Sí Shun, volveré mañana o pasado mañana, no te preocupes estoy bien, tengo dinero y estoy en un hotel, no le digas nada a tu hermano, sólo dile que estoy bien para que no descuide a su visitante- respondí apresurando la culminación de la llamada telefónica.
-De acuerdo Afrodita…- respondió Shun aún preocupado –Cuídate y nos vemos en Tokio-
-Sí- respondí para después apagar el maldito aparato.
Cerré mis ojos con fuerza intentando detener el fluir de mis lágrimas pero era inútil, estaba fatal, peor que cuando llegué a Japón. Lloré hasta que mis fuerzas se agotaron y quedé profundamente dormido, aunque no descansé por estar dándole vueltas al asunto me decidí a regresar a Atenas, nada podía ser peor ahora que sentirme miserable y estúpido, el asunto de Deathmask ya era pasado, ya no me afectaba ni dolía o daba coraje, lo de Ikki me dolía como nada me había dolido antes. Me dejé llevar, me entregué demasiado y mis miedos me impidieron disfrutar la vida. Me levanté por la mañana, me vestí y tomé la pequeña maleta para colgarla sobre mi hombro de nuevo, por teléfono compré el boleto de avión para volver a Grecia, y pedí al recepcionista del hotel comprara mi boleto de tren de regreso a Tokio para recoger mis cosas, el avión saldría hasta las 9 de la noche, debía apresurarme. Llegue a la estación de tren gracias a la amabilidad de uno de los empleados del hotel y recogí el boleto que me habían reservado, abordé el tren y me dispuse a leerlas revistas que había comprado en la estación para distraerme, si me apresuraba ya no tendría que ver a Ikki y llorar después de hacerlo.
Llegué a Tokio y caminé hasta la Mansión Kido, donde Shun y Hyoga me esperaban ansiosos, desde que estaba en el tren les avisé que llegaría, por lo que se quedaron esperándome en la sala.
-¿Afrodita estás bien?- me preguntó Shun angustiado.
-Sí, lo estoy, por cierto mi vuelo a Atenas sale a las 9 de la noche ¿Podrían llevarme al aeropuerto por favor?- pedí con amabilidad y aparente tranquilidad.
-Por supuesto- respondió Hyoga ante la mirada de reproche de Shun –Lo haremos-
-Gracias, voy a guardar mis cosas ¿Saori regresa temprano?- pregunté curioso.
-En una hora dijo- respondió Shun.
-Bien, tengo que agradecerle su hospitalidad y amabilidad- respondí subiendo las escaleras sin voltear a ver a nadie.
Tome fuerza de flaqueza y guardé todas mis cosas, bajé con mis maletas y esperé a Saori charlando con Shun y Hyoga sobre lo bonito que es Kyoto, no era que hubiera visto mucho de la ciudad, pero había comprado un revista para turistas, tal vez luego volvería y visitaría aquellos lugares que captaron mi atención, pero sería mucho después.
-Ah ya llegaste Afrodita ¿Cómo te fue en Kyoto?- me preguntó Saori al verme en la sala.
-Muy bien Señorita Kido, gracias, pero ya debo volver a Atenas he abusado demasiado de su hospitalidad y amabilidad las cuales agradezco infinitamente- respondí sonriente.
-Vaya- dijo sorprendida- Ya veo, bueno Afrodita espero que tu viaje sea placentero y que todo esté bien cuando vuelvas a Atenas- me dijo con ligera sonrisa y mirada llena de cariño.
-Gracias- respondí levantándome del sillón para tomar mis maletas.
-Nosotros lo llevamos Saori- dijo Hyoga caminando hacia la puerta.
-Por supuesto, buen viaje Afrodita-
-Gracias señorita Kido- respondí saliendo detrás de Hyoga y Shun, quienes en todo el camino al aeropuerto no dijeron una sola palabra, situación que agradecí ya que alguna palabra de Shun o Hyoga pudo haberme detenido y entonces el final de esto no hubiera sido el mismo.
-Llegamos Afrodita ¿quieres que te acompañemos?- preguntó Shun amablemente.
-No gracias, estaré bien- respondí con amplia sonrisa –Cuídense mucho y cualquier cosa saben dónde hallarme- dije al bajarme del auto.
-Gracias Afrodita- respondió Hyoga sonriente –Saludas a mi maestro Camus por favor-
-De tu parte lo haré, por supuesto que sí- dije cerrando la portezuela del auto y caminando al interior del edificio agité mi mano en señal de despedida. Caminé al interior sin voltear hacia atrás, eso me daba fuerzas para seguir adelante y dejar a tras lo que en el momento consideraba uno de los episodios más dolorosos de mi vida.
El vuelo fue tranquilo, me dormí una buena parte del viaje y la otra me dediqué a leer las revistas que había comprado, marqué los lugares que visitaría en Kyoto y Hokkaido cuando volviera a ir a Japón, tenía muchas cosas por conocer. Llegué a Atenas y Mu estaba esperándome junto con Saga, lucían contentos de verme por una extraña razón, sobre todo en Saga…
-Bienvenido- dijo Saga ayudándome con mi pesada maleta dejándome cargar la pequeña que pendía de mi hombro.
-Gracias Saga, ¿Qué tanto ha pasado por acá?- dije aliviado de verles de tan buen humor.
-No mucho, ya sabes cómo es mi maestro Shion, hizo un par de fiestas-
-¿Fiestas u orgías Mu?- interrumpió Saga haciéndome reír.
-Orgías entonces, pero nosotros sólo nos enteramos por chismes. ¿Qué tal tu viaje, estás mejor?- preguntó Mu con su típica amabilidad que tanto me reconfortaba.
-Sí, algo así- respondí entristeciéndome de nuevo.
-Vayamos al santuario, ahí podrán platicar largo y tendido- respondió Saga caminando hacia el exterior del aeropuerto para llegar a la camioneta que pertenecía la santuario.
Durante el trayecto no hablamos nada, sólo escuchamos una estación de radio que transmitía noticias todo el tiempo, por lo que mi mente volvió a divagar a lo sucedido en Tokio con Ikki y luego lo ocurrido en Kyoto. Al bajar de la camioneta me dirigí de inmediato a mi templo, tenía prisa por ver qué se le podía haber ocurrido a Shion hacer en mi templo durante mi ausencia, entré a mi templo y dejé mis maletas junto a la puerta de mi alcoba, entreabrí la puerta y ahí estaba ese pervertido patriarca teniendo relaciones sexuales en mi cama con Mime… ‘¿Mime?’ Me pregunté sorprendido, ¿Había venido desde Asgard para acostarse con Shion en MI cama?
-Ahhh… Shion más…- jadeaba Mime ante mis atónitos ojos que no daban crédito a lo que veían, estaba molesto, no iba a perdonarle la afrenta a Shion, estaba usando mi templo y MI cama para revolcarse con quien se le diera la gana y eso no era justo, iba a comenzar con mi escándalo hasta que Camus me detuvo colocando su mano en mi hombro izquierdo.
-Si lo interrumpes serás el próximo que estar+á debajo de él, ya lo conoces- me dijo susurrando.
-Pero…- intenté decir.
-Vamos a mi templo- dijo bajando la escalinata interior del templo, le seguí, tenía razón, no quería terminar siendo usado por Shion otra vez, era preferible que lo único que usara de mí fuera mi cama.
Caminamos hasta Acuario y ahí Camus me ofreció una copa de delicioso vino francés que tanto atesoraba, se sentó frente a mí y tras verme un par de segundo dijo:
-Tú vienes raro, ¿Qué te pasó en Tokio?-
-No mucho, pero el viaje no me sirvió mucho, digamos que descansé pero no me siento mejor- respondí acercando la copa a mi boca para sorber un poco del vino.
-Traes algo más, te conozco Afrodita, pero si no quieres contarme está bien, quizás necesitas asimilarlo primero- respondió con calma y esa ligera y fría sonrisa que le caracteriza tanto a Camus.
-Por cierto, tu discípulo te manda saludos- dije recordando la petición de Hyoga.
-Gracias, ¿Cómo está Hyoga?- preguntó interesado por saber de su discípulo.
-Bien, yo lo vi bastante bien- respondí evitando tocar temas que a mí no me concernían como la relación de Hyoga con Shun.
-Que bien, ¿Cómo va su relación con Shun?- me preguntó sacándome completamente de balance, no me esperaba esa pregunta, pensé que Camus no sabía nada del asunto -¿Sorprendido?- preguntó casi al punto de reírse.
-No me esperaba que lo supieras- respondí aún helado –Pero van bien creo, yo los vi bien-
-Eso es bueno, acá las cosas han estado igual, ya sabes Shion y sus orgías, Dohko y las suyas, Deathmask haciendo tarugadas por doquier- suspiró con expresión de fastidio.
-Ya lo creo- reí –Shion y Dohko son maestros de la estupidez y el sexo desenfrenado-
-Sí, dan asco- dijo al tiempo que hacía una extraña mueca en señal de asco, expresión que logró hacerme reír –Es mejor verte así amigo mío- me dijo levantando su copa para brindar conmigo.
-Gracias Camus- respondí verdaderamente agradecido –No sé si quiero que Shion sepa que ya regresé-
-Quédate aquí esta noche, mañana como a medio día se ira de tu templo y podrás entrar seguro- rió Camus levantándose –Vamos dormirás en la sala porque no tengo otra cama para prestarte-
-No hay problema, al contrario te lo agradezco Camus- dije aliviado.
-Descansa amigo, mañana será otro día y podrás regresar a Piscis- me dijo dejándome a solas en la sala, me acomodé en el sillón y caí profundamente dormido, estaba agotado del viaje y de la impresión de ver a Shion en mi cama con Mime.
Amanecí adolorido, supongo que no pude acomodarme bien en el sillón, y había dormido ya demasiado, eran cerca de las 12 del día, obviamente Camus no estaba en su templo, había salido a entrenar, y probablemente, a charlar con Shura o Milo. Entré a la cocina del templo de Camus para beber un poco de agua, ahí sobre la mesa me había dejado una nota que decía “En el horno hay comida para que almuerces, cuídate. Camus”. Tras almorzar y dejarle una nota de agradecimiento a Camus sobre la mesa salí con rumbo a mi templo esperando que Shion ya que hubiera salido de ahí.
Entré evitando hacer ruido, por segunda vez dejé mis maletas junto a la puerta de mi habitación y entreabrí la puerta, no había nadie en mi cama por lo que suspiré aliviado, sentí que alguien me abrazaba por detrás…
-Bienvenido a casa Afrodita, ya te extrañaba- jadeaba Shion en mi cuello.
-¡Suéltame Shion!- exigí remolineándome entre los brazos de Shion, hasta darle un codazo en el costado obligándolo a soltarme.
-Vamos Afrodita si bien que te encanta estar revolcándote conmigo- me dijo el pervertido Shion a carcajadas –Probablemente ahora no estás de humor por tu viaje-
-Me das asco Shion- dije finalmente sin esperar que Dohko también se encontraba ahí, me golpeó cobardemente en la cabeza, de ahí no recuerdo mucho, estaba muy mareado y probablemente perdí el conocimiento durante algunos minutos, cuando volví en mí estaba tumbado sobre mi cama y Shion me había atado los brazos y piernas de manera que no podía más que observar lo que ambos quisieran hacer conmigo.
-¡¿Afrodita?!- se escuchó una voz fuerte llamándome desde abajo, en mi templo.
-¡Carajo!- exclamó Dohko ente molesto y preocupado –Tendremos que dejar la fiesta de bienvenida para después, parece que vino Saori-
-¿Qué?- preguntó Shion angustiado –Debemos llegar al templo principal.
-Es tarde Shion, Ikki está abajo- le respondió Dohko alarmado.
‘¿Ikki?’ me pregunté, estaba angustiado de ninguna manera quería que me viera así, siendo el juguete de Dohko y Shion, la desesperación se apoderó de mí comencé a moverme con fuerza intentando zafarme de los amarres logrando lastimarme las muñecas y tobillos, Shion me abofeteó exigiéndome que me callara cuando se abrió la puerta… sí era Ikki.
-¿Qué demonios creen que están haciendo?- preguntó molesto –Saori ha estado preguntando por ustedes desde hace más de 10 minutos-
-¿La señorita Kido?- preguntó Dohko haciéndose el despistado.
-La diosa Athena, sí Dohko- respondió Ikki aún más enojado -¿Qué están esperando?-
-No has visto nada aquí Ikki- sentenció Shion con actitud amenazante sólo estábamos dándole la bienvenida a nuestro querido Afrodita-
-Yo no he visto nada si tú le dejas en paz de ahora en adelante, y ahora mismo te largas- amenazó Ikki con la mirada encendida de coraje.
-Como sea, hay mejores- rió Shion –Afrodita no vale tanto-
Dohko y Shion salieron de mi habitación dejándome ahí, atado, lastimado y sin ropa ante los ojos de Ikki y su posible molestia o decepción, estaba apenado de que tuviera que verme así, tanto que desvié mi mirada avergonzado, se acercó a mí, y sin decirme una sola palabra me desató cuidadosamente. Inmediatamente me cubrí con la sábana, no iba a dejarle seguir viéndome humillado.
-Afrodita yo…- musitó titubeando –Sé lo que pasó en Kyoto, lo he pensado bien-
Su voz era calma, no parecía estar dudando de lo que decía, su mirada no era de molestia o decepción, ni siquiera de desprecio, era una extraña forma de ¿ternura o cariño?, supongo que si. Estaba confundido, no estaba seguro de que lo que estaba sucediendo fuera cierto, tenía a Ikki frente a mí en mi habitación.
-Ikki…- intenté interrumpirlo siendo silenciado por sus labios sobre los míos.
-No digas nada, yo quiero intentarlo Afrodita, no soy sensible ni muy bueno en esto de las emociones, pero prometo intentarlo, porque quiero hacerlo-me dijo mirándome fijamente a los ojos para después volverme a besar.
Lo rodeé con mis brazos, me entregué en ese beso como nunca lo había hecho antes, dejé ir mi alma con él, volvió a recorrer mi cuerpo con sus manos como aquella tarde en Tokio, acarició mis brazos y tomó mis manos entre las suyas para besarlas, sólo le miré expectante hasta sentir un dolor punzante en mis manos, eran aquellas quemaduras de Kyoto más las heridas que Dohko y Shion me habían hecho.
-Deja veo- me dijo preocupado –Voy a curarte, espera un momento- me dijo levantándose para ir a mi baño y buscar algo con qué curarme, salió unos segundos después y comenzó a curar mis heridas, yo sólo lo contemplé con ternura, estaba sintiéndome querido por primera vez.
-Gracias Ikki- susurré acercando mis labios a los suyos.
-¿De qué?- preguntó desconcertado mirándome.
-Por hacerme sentir así- le dije sonriendo, estaba contento en verdad, acaricié su rostro para después acercarlo al mío y volver a saciar mi sed de sus besos, era como si con sus caricias y besos me fuera fundiendo con él, retiró la sábana que cubría mi cuerpo y se detuvo a mirarme unos segundos que se me hicieron eternos, estaba algo apenado, sobre todo por el hecho de que me viera atado y sin ropa frente a Shion y Dohko… acarició mi torso y abdomen, sentí un intenso calor en mi vientre que iba inundándome como por ráfagas haciéndome gemir y jadear, intenté desvestirlo sin lograrlo por lo que se alejó un poco para comenzar a desvestirse ante mis ojos, sí que estaba gustándome lo que veía, su bien formado cuerpo, esa deliciosa piel bronceada, su mirada de fuego que ¡Dioses! me encendía sólo de mirarme como lo estaba haciendo.
Acaricié sus piernas con delicadeza, estaba deleitándome como pocas veces, se recostó sobre mi cuerpo para seguir besándome, no cabe duda alguna le gusta besarme. Esta tarde besó casi cada rincón de mi cuerpo, y prácticamente acarició cada milímetro de mi piel que se estremecía con cada roce de su mano sobre ella; era como si me llevara del cielo a la tierra en instantes tan sólo con sentir sus labios sobre mi cuerpo.
-Tengo que devolverte algo Afrodita- me dijo con voz grave y seductora.
-¿Qué es?- pregunté expectante, si algo tengo es que soy verdaderamente curioso.
-Lo olvidaste en Kyoto, pero quiero devolvértelo de una forma especial- me dijo besando mi cuello y acercándose peligrosamente a mis labios –Cierra tus ojos Afrodita, y trata de no abrirlos- jadeó cerca de mi cuello, el contacto de su aliento sobre mi piel lograba hacerme estremecer de una manera única.
-Soy malo para eso- jadeé ansioso acercando su rostro al mío para besarlo de nuevo, adoraba aquella sensación eléctrica que descendía y ascendía por mi espalda cada vez que rozaba sus labios con los míos. Se separó despacio de mi cuerpo para acercarse un paño que estaba sobre mi mesa de noche y colocarlo sobre mis ojos para impedirme ver, sí que me ponía ansioso con cada roce de sus manos sobre mi piel, permanecía expectante hasta sentir como sus manos estaban húmedas con algún líquido aceitoso recorriendo mi torso y abdomen de nuevo, era una sensación increíble jadeé y gemí con voz profunda, estaba muy excitado de sentir sus manos así sobre mi cuerpo, percibí el aroma de aquel aceite, era mi aceite de almendras con el que Ikki masajeaba mi cuerpo a placer, a su entero antojo.
-¿Te gusta?- me preguntó besando mi cuello en repetidas ocasiones.
-Sí Ikki…- gemí excitado –Quiero más- pedí acariciando su espalda.
Acercó su cadera a la mía frotando ligeramente su excitado miembro sobre mi virilidad, me arrancó el más ronco gemido que hubiera emitido alguna vez, fue maravillosa aquella sensación, totalmente indescriptible, dolía un poco pero me era placentera como pocas cosas lo eran. Los jadeos de Ikki y los constantes roces de su excitado miembro contra el mío en automático me obligaron a rodear su cadera con mis piernas, estaba llevándome hasta la locura misma. Nuestros jadeos llenaban la habitación por completo calentando aún más nuestros ánimos.
-Quiero estar contigo Ikki- jadeé besando su cuello con desesperación.
-Afrodita…- gemía mi nombre con voz ronca cada vez que su excitación frotaba contra mi virilidad, se estremecía sobre mi cuerpo haciéndome vibrar con mayor intensidad, estaba entregándole mi alma y mi cuerpo a Ikki, no tenía más dudas al respecto.
-Quiero que me hagas tuyo Ikki- pedí tímidamente antes su penetrante mirada que me encendía tanto, sonrió ligeramente besando mi frente asintió con la cabeza, detuvo sus movimientos de cadera para frotarse con mi miembro excitado y levantó mi cadera para acomodarme y facilitarse el penetrarme sin que yo le diera la espalda, sentí como su miembro comenzó a penetrarme, sentí un ligero dolor que me obligó a cerrar los ojos con fuerza angustiando a Ikki, él aún no estaba acostumbrado a ello, acaricié sus manos y brazos susurrando que todo estaba bien, que siguiera a delante, una vez en mi interior se detuvo un momento para abrazarme, aquello me llenó de ansiedad y le besé con desesperación, me estaba gustando estar con él, podría estar así el resto de mis días de ser necesario. Comenzó a mover su cadera de forma acompasada haciendo sus movimientos más rápidos poco a poco, nuestros jadeos eran al mismo ritmos de sus movimientos, acarició mi vientre hasta llegar a acariciar en ligeros roces mi excitado miembro para después tomarlo con su manos y masturbarme al mismo rimo que él iba tomando. Conforme sus movimientos iban acelerándose mis jadeos se hacían más intensos, besé su cuello con desesperación estaba muy excitado, besó nuevamente mis labios parecía un beso más intenso que los anteriores él estaba también muy excitado se vació en mi interior arrancándome un profundo gemido de placer, aquella sensación de electricidad que recorría mi espalda volvió a aparecer llevándome al clímax y provocando mi eyaculación, mojando el abdomen de Ikki quien volvió a besarme al sentir mi caliente semen mojar su piel.
Se dejó caer sobre mi cuerpo tras salir de mi interior, aún estábamos muy agitados, besé su hombro izquierdo mientras él intentaba calmar su respiración, y acariciaba mis costados. Estábamos agotados, tanto que sin movernos caímos dormidos, amanecimos abrazados y desnudos, volvimos a besarnos incluso antes de decirnos un ‘buenos días’, no sólo a Ikki le gustaba besarme, a mí sus besos me volvían completamente loco, me hacían querer más.
-Buenos días- dije mirándolo a los ojos, sólo me sonrió antes de besar mi mejilla con una brusca ternura muy suya, incluso ahora eso de ser tierno le cuesta un poco de trabajo, pero la intención es lo que cuenta.
Esa mañana permanecimos recostados besándonos y acariciándonos mientras charlábamos, a mí me asaltó la duda sobre aquella joven que él llevó a la casa de Saori en Kyoto pero temía preguntar, supongo que el sentir sus brazos rodeándome me dieron valor para hacerlo…
-Ikki- interrumpí el silencio que se había hecho –Aquella chica que llevaste a la casa de Kyoto ¿Qué con ella?- pregunté titubeante.
-Voy a ser honesto contigo- me dijo mirando hacia la ventana –Cuando llegué a Kyoto estaba muy molesto y, de cierta extraña manera para mí, dolido, por lo que salí a comprar algunas cosas y ahí estaba ella, como se dio cuenta que era turista se ofreció a ayudarme por lo que la invité a casa a cenar, no sabía que estabas ahí- me explicó con una voz llena de calma para continuar con un poco de nerviosismo –Cenamos, reímos bastante y comenzamos a besarnos, llegó un momento en que caminamos a través del pasillo sin fijarnos a qué habitación nos metimos, comenzamos a hacer el amor y cuando me di cuenta estaba pensando en ti, al terminar me senté sobre la cama y vi en el suelo una botella tirada, era tu aceite de almendra, lo recordé por el aroma que tenía el agua de la tina, me di cuenta que estaba prendado de ti y quería estar contigo-
Aquello fue revelador para mí, Shun tenía razón, debía preocuparme menos por las cosas, hacer menos caso a mis miedos y dudas y disfrutar la vida. Le abracé enseguida y volví a besarlo, estaba feliz de escucharlo, con ello se eliminaron los resquicios de duda que aún quedaban en mí, estaba seguro de lo que estaba haciendo, sí quería esta con Ikki, todo el tiempo que ello durara.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario