26 mar 2014

V. Me gustas, sólo eso.



V
Me gustas, sólo eso.

Pasé cerca de una hora observándolo mientras dormía. Trataba de contestarme a mí mismo todas aquellas preguntas que habían estado causándome un escándalo mental. Pero por más que lo intentaba, no lograba dar con los motivos de Deathmask para haber estado pendiente de Shion, y la razón por la que se había tomado la molestia de cuidarme. Comencé a escucharlo moverse. Tomé el libro con rapidez y lo abrí, fingí estar leyendo cuando escuché su voz.

–No debiste esforzarte para pasarme a la cama –me dijo Deathmask visiblemente apenado.

–Camus de acuario me ayudó, no te preocupes; estoy mejor, gracias por ayudarme –dije tratando de tranquilizarlo.

–Entiendo… -musitó más calmado.

–Puedo preguntarte algunas cosas –dije finalmente. Él sólo me miró desconcertado, asintió en silencio y entonces disparé–: ¿cómo supiste que Shion estaba aquí?

Empalideció, pude verle tragar saliva con dificultad. Desvió su mirada hacia la ventana y suspiró desganado.

–Estuve siguiéndolo desde el día que nos sancionó por nuestro pleito –admitió avergonzado–. No quiero que lo tomes a mal, yo me imaginé que Shion haría algo atrevido, pero jamás pensé que llegaría a esto.

–¿Lo vigilaste, por qué? –cuestioné confundido.

–Porque yo fui quien provocó el problema y te metí en ello. Cuando noté que Shion te miraba con esos ojos llenos de lujuria supe que buscaría aprovecharse de la situación, sólo era cuestión de tiempo. Así que me puse a vigilarlo mientras tú estabas en el templo principal. Pero alguien me comentó que Shion era más peligroso fuera que dentro, entonces comencé a seguirlo –admitió con actitud extraña–. El punto es que tenía razón, y gracias a los dioses pude ayudarte, ¿de acuerdo?

Estaba más nervioso de lo que esperaba. Sentí más curiosidad aún, no podía evitarlo. De alguna manera sentía las poderosas ganas de seguir cuestionándolo al respecto, finalmente ya nos llevábamos mal, pero quería saber si lo que estaba buscando era la manera de chantajear a Shion, me daba curiosidad, no podía negarlo.

–¿Vas a chantajear a Shion? –disparé directamente. Él me miró con asombro, aunque en esa mirada también había un dejo de decepción. Me sentí incómodo.

–¿Chantajearlo? –cuestionó con indignación en la voz–. ¡No!, yo sólo quería… –enmudeció de pronto. Le vi apretar los puños y la quijada. Se levantó de mi cama y caminó hacia la ventana.

Se quedó mirando hacia el horizonte en absoluto silencio por unos minutos que a mí se me hicieron eternos, debo admitir. Lo escuché maldecir algunas veces antes de volverse a mirarme de nuevo.

Caminó con determinación hasta donde yo estaba sentado sin dejar de mirarme. Su mirada era fuerte, penetrante, me hacía sentir examinado, no sé describirlo, pero al recordar aquella mirada aún se me eriza la piel. Lo vi inclinarse para ver mi rostro directamente. Con sus manos tomó mi rostro y lo jaló hacia el suyo para besarme. Me quedé congelado al sentir sus labios contra los míos, succionó y mordisqueó mis labios sin que yo supiese qué hacer. Introdujo con habilidad su lengua en mi boca y comenzó a juguetear. Sentí rico, entrecerré mis ojos y comencé a dejarme llevar por aquello, jugueteé con sus labios y con su lengua en mi boca.

Sentí sus manos recorrer mi espalda y mis brazos con insistencia. Aferré las mías a su espalda y me apoyé para levantarme sin dejar de besarlo. Comencé a acariciar su espalda una vez que mis manos pudieron deshacerse de su camisa, comenzó a besar mi cuello deteniéndose en algunas zonas, no pude evitar gemir, estaba sintiéndome demasiado bien, no pude evitar quejarme cuando tocó algunos de los moretones que había en mi cuerpo, pero le supliqué que no parara, que no me dejara así.

Me sonrió, no puedo negar que me sentí algo abochornado cuando me miró de esa manera seductora tan suya, me desvestí y me recosté sobre la cama invitándolo a acompañarme. Le vi inclinarse de nuevo sobre mi cuerpo y sentí todas aquellas caricias juguetonas sobre mi torso y mi vientre, mi entrepierna; comenzó a acariciar mi pene, mientras mis manos se aferraban a la piel de su espalda con desesperación. Podía escucharle jadear roncamente en mi oído, sentí su lengua húmeda juguetear en mi oreja derecha, me estremecí por completo. Los movimientos de su mano sobre mi sexo aumentaron de velocidad, Me hice de su pene con mi mano y comencé a masajearlo con delicadeza, cada movimiento de mi mano le arrancaba un gemido que me invitaba a continuar con ello. Sentía mucho calor.

Sus labios comenzaron a juguetear con mis pezones, con la piel de mi vientre hasta llegar al pene. Recorrió con sus labios desde la base a la punta y su lengua jugueteó con la punta de mi pene en repetidas ocasiones. Estaba estremeciéndome y jadeando sin cesar. Humedeció un dedo y comenzó a juguetear con el en mi cavidad anal. Sentí la invasión de la punta de su dedo, me quejé ligeramente, primero estuvo inmóvil y cuando comencé a gemir ahogadamente comenzó a moverlo en pequeños círculos en mi interior profundizando aquella invasión de a poco. Comenzó a lamer mi pene y a degustarlo con frenesí. Me aferré a las sábanas, estaba demasiado excitado y ver aquella erótica expresión en su rostro estaban llevándome a mi límite. Estaba tan excitado que no logré distinguir en el momento en que introdujo en mí un segundo dedo, hasta que sentí movimientos irregulares en mi interior. Comenzó a masturbarse con su mano izquierda. Quería besarlo desesperadamente, quería mordisquear aquellos juguetones labios de nuevo.

–Déjame besarte –jadeé roncamente producto de la excitación. Cubrí mi boca al haberme escuchado en ese estado, me sentí levemente avergonzado. Ikki se inclinó sobre mí para besarme, fue un beso más húmedo que los anteriores.

Sentí su sexo erecto rozar el mío y presionarse contra mí. Estaba ansioso. Quería sentirlo. Le abracé con todas mis fuerzas y rodeé su cadera con mis piernas para presionar mi pene contra el suyo de nuevo. Gimió roncamente y me miró con lascivia. Movió su cadera con el propósito de que aquella presión se sumara a un fuerte roce. Ladeé mi cabeza y la eché hacia atrás, estaba muy excitado, y mi piel estaba más sensible de lo normal

–Voy a entrar –jadeó roncamente. Sólo asentí con la cabeza.

Sentí cómo levantó mi cadera para facilitarlo. Entró la punta de su pene erecto en mi cuerpo y no pude evitar presionarla y comenzar a jalarla, estaba muy ansioso. Le escuchaba gemir y jadear, y mi propia voz se escuchaba extraña, estaba muy caliente por dentro. Sentí cómo su pene presionaba al ir entrando más y más, lo hacía lentamente, su mirada estaba encendida como si fuera a salir fuego a través de ellos. Me abracé a su cuerpo un vez que se inclinó sobre mí, estaba muy profundo, dentro de mí, sus movimientos acompasados me hacían jadear y gemir al mismo ritmo. De pronto sentí su mano sobre mi pene propinándome la atención que yo no podía concentrarme en darme. Las estocadas que Deathmask daba en mi interior aumentaban su velocidad arrancándome jadeos y gritos de placer, estaba frenético, no quería que se detuviera. Escucharle jadear en mi oído sólo lograba encenderme aún más. Ya no podía más, eyaculé en su mano, sos movimientos golpeaban cada vez con más fuerza y profundidad en mi interior hasta sentirlo derramarse muy dentro de mí. Aquel caliente líquido invadió mi interior haciéndome gritar roncamente. Estaba agotado y más adolorido de cómo había estado antes.
Me dejé caer de espaldas pesadamente  sobre el colchón de mi cama. Se dejó caer sobre mi cuerpo aún agitado, mi corazón estaba demasiado acelerado aún.

Podía escuchar el precipitado compás de su respiración en mi oído, y sentir su cálido cuerpo sobre el mío, aún jadeaba. Sus manos comenzaron a acariciar mi cuerpo, me moví un poco para estar más cómodo, el peso del cuerpo de Deathmask sobre el mío provocaba dolor en las heridas que había propinado Shion la noche anterior. Deathmask se movió al mirarme de nuevo, estaba visiblemente preocupado. Se recostó a mi lado y me atrajo a él para acomodarme sobre su pecho. Me sentía extrañamente bien. Acariciaba mi rostro y jugueteaba con mi cabello una y otra vez tratando de alentar el ritmo de su respiración.

–Me gustas, sólo eso… -musitó ligeramente agitado.

Me quedé congelado, sin saber qué decir o qué hacer al respecto. Sí que había dado respuesta a mis interrogantes, pero ahora era yo quien no sabía con exactitud qué responder a ello.

Me levanté con lentitud y le miré, estaba confundido, sabía que él me atraía físicamente, pero no estaba seguro de qué pensar. Primero había sido muy hiriente con sus palabras y se había dedicado a juzgarme por mi apariencia física, pero ahora me decía “me gustas” y, ¿todo eso cambiaba de tajo?, no estaba tan seguro de ello.

–Voy a bañarme de nuevo –dije sin mucho ánimo.

Se quedó mirándome con decepción, supongo que él esperaba alguna respuesta de mi parte, pero no me sentía tan seguro de qué decirle. Tenía muchas cosas qué pensar y con él ahí recostado sobre mi cama totalmente desnudo me iba a ser complicado.

Estando bajo el chorro del agua le escuché ir y venir dentro de mi habitación, ¿me estaba esperando, o estaba alistándose para regresar a su templo?, me dediqué a disfrutar de la calidez del agua sobre mi cuerpo. Dejé de escuchar ruido en mi recámara. De algún modo me sentí aliviado. Salí de la ducha y me enrollé con la enorme toalla para salir y vestirme en la comodidad de mi soledad. Cuál fue mi sorpresa al salir y verlo sentado sobre mi cama únicamente vestido con su pantalón. Me quedé boquiabierto.

–No te mentí al decirte que me gustas, Afrodita, yo…

–Lo imagino, pero tengo muchas ideas dándome vueltas en la cabeza ahora mismo, y no sé qué decir –admití resignado–. Tus burlas, tus insultos, tu actitud hacia mí son cosas que me resaltan y contrastan con todo lo que ha sucedido desde anoche…

–Lo sé, perdóname, Afrodita. Yo no sabía cómo lidiar con lo que sentí al verte la primera vez, aquella vez en el bosque, ¿lo recuerdas? –cuestionó con angustia marcada en el rostro.

–¡Cómo olvidarlo! –exclamé indignado–. Me insultaste, te has dedicado a burlarte de mí y ahora no sé qué estás esperando que diga a tu declaración.

–Yo…

–No, al menos no en este momento, Deathmask –dije con desesperación–. Si hay algo que tengo que de cir es que también me gustas físicamente, pero no sé si quiero tener algo contigo. Porque todas aquellas burlas sí me hicieron sentir muy mal –admití con honestidad–. Tengo que pensar.

Bajó la mirada. Tomó su camisa de la silla y se la puso encima. Caminó en silencio hasta la puerta de mi alcoba y atravesó el umbral sin decir nada. Tampoco hice el mínimo esfuerzo en detenerlo. Agradecí el hecho de que se fuera sin querer obligarme a cualquier cosa que pudiera ocurrírsele. También valoré el hecho de que me hubiera estado cuidando de Shion. Debía pensármelo con calma. Acomodé mi cama y me recosté no quería saber nada más del mundo, al menos no por esa noche. Estaba demasiado cansado por lo que no me tomó tanto tiempo conciliar el sueño. Dormí como un bebé, debo confesar. Estaba agotado y necesitaba reponerme.

Por la mañana me levanté con rapidez, me adentré en la ducha como siempre y me apresuré a alistarme para ir a entrenar, cuando me topé con Camus esperándome en la escalinata que comunicaba su templo y el mío. Me sorprendió verlo ahí.

 –¡Buenos días! –saludé animado.

–Buenos días, Afrodita –respondió con esa ligera y aparentemente fría sonrisa que era tan característica de él–. Se me pidió avisarte que no es necesario que te presentes al entrenamiento de hoy.

–¿Quién?

–Shion.

–Ya veo… –musité incómodo.

–No te preocupes, “aquel” estuvo cuidándote casi toda la noche desde afuera de tu templo –dijo Camus en tono burlón. Me sonrojé incómodo–. Y la verdad dudo que te deje solo para que Shion venga a fastidiarte. Tengo entendido que él está ahora hablando precisamente con el “patriarca”.

–¿Cómo? –pregunté intrigado.

–No sé decirte mucho, sólo lo que los soldados cuentan. Como sea, debo ir al entrenamiento. Te veo después, Afrodita, aprovecha para descansar todo lo que puedas.

Regresé a mi templo. Estaba preocupado, ¿acaso Shion había intentado algo de nuevo? Esperaría a ver a Deathmask salir del templo principal para hablar con él, después de todo también le debía una contestación a su declaración. Esperé lo más pacientemente que pude, bebí café como pocas veces lo había hecho y en efecto, me puse a leer el dichoso libro que había sido mi coartada la tarde anterior, todo, para distraer mi mente de este asunto. Pero no funcionó. De vez en vez miraba en dirección a la salida de mi templo por su lo veía acercarse. Me obligué a concentrarme en la lectura.

Escuché sus pasos al interior de mi templo. Me apresuré a interceptarlo para poder charlar con él. Me congelé al verlo, se detuvo al notar mi presencia. Se acercó a donde me quedé paralizado.

–Buenos días –se limitó a decirme. Asentí sin poder articular palabra– ¿estás bien, Afrodita?

–Sí, gracias –dije finalmente–. Escuché que estabas en el templo principal.

–Sí, fui a hablar con Shion, tenía que dejarle claras algunas cosas –dijo con actitud evasiva.

–¿Tiene que ver conmigo? –pregunté directamente.

–Sí, más o menos. Le advertí a Shion que te dejase en paz. Que si a ti te interesaba tenerlo cerca sería porque tú así lo quieres pero que no abuse de su poder contigo –dijo desviando la mirada hacia el pasillo.

–Yo… no sé qué decir –dudé, me llevé una mano al rostro de forma inconsciente–. Deathmask, yo quisiera conocerte más, ver si esto puede llegar a más que sólo gustarnos.

Le vi abrir los ojos completamente sorprendido de lo que acababa de escuchar. Estaba boquiabierto y parecía estar congelado hasta que me atrajo hacia sí y me abrazó con fuerza. Era cierto, no tenía idea de cómo demostrar sus emociones, estaba siendo algo brusco y si no tuviera golpes por varias partes de mi cuerpo eso no habría representado nada. No pude evitar quejarme. Me soltó abruptamente al recordar lo de mis moretones.

–Perdón, perdón –insistió apenado.

Tomé su rostro entre mis manos y le besé. Sentí cómo se relajaba mientras profundizaba aquel beso.

–De verdad quiero intentarlo –dije con amplia sonrisa. Él sólo asintió y volvió a abrazarme, esta vez con mayor delicadeza.

FIN

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