¿Deathmask
o Saga?
Por la mañana Mu estaba en mi alcoba sentado sobre una silla. Me miraba
con preocupación, al querer moverme para incorporarme no pude evitar quejarme
de dolor. Me miró con asombro, no dijo nada pero yo sabía: había sido demasiado.
Me levanté con trabajo y fui a ducharme; al salir, Mu me había llevado un
poco de fruta y una taza con té. Sonreí.
–Supongo
que no te fue tan mal, ¿verdad? –cuestionó finalmente mirándome.
–No sabría
explicarlo –dije tomando la taza entre mis manos y llevándola a mi boca para
sorber un poco de aquel caliente líquido.
– ¿Tuviste
sexo con él, no? –Preguntó asombrado de mi respuesta–. Eso debe significar que
no le eres tan indiferente.
Suspiré desganado y comencé a explicarle cómo habían estado las cosas con
Deathmask la tarde anterior. Conforme iba narrándole todo su expresión pasó de
la sorpresa al disgusto y de nuevo al asombro para terminar con una expresión
bastante extraña.
–Cielos,
Afrodita… –dijo finalmente–. ¿Qué piensas hacer?, digo, ya le has dicho que te
gusta.
–Supongo
que intentaré platicar con él, intentar conocerlo –digo con una ligera
esperanza.
– ¿Qué pasó
con Saga?
Aquella
pregunta resonó fuerte en mi cabeza, cierto… Saga. No me era precisamente
indiferente, y también me gustaba bastante, pero el hecho de que yo pensara que
le daba asco al geminiano no me ayudaba a decidirme, aunque aquella nota…
– ¿Saga?
–cuestioné curioso.
–Sí, me
encontré con una nota de Saga en tu mesilla de noche. Además que ayer que
Aldebarán y yo volvimos nos encontramos con él, aparentemente venía hacia acá a
hablar contigo –me explicó Mu.
Sentí
escalofríos, ¿acaso Saga nos habría escuchado ayer? Comencé a sentirme mareado.
–Lo
entretuvieron, o algo… –inquirí tratando de tranquilizar mi nerviosismo.
–En realidad
no, supusimos que si al llegar hasta acá no le respondías él entendería que
estabas ocupado –respondió Mu con total naturalidad–. No fue sino hasta ahora
que leí la nota que entendí…
– ¿Entender,
qué? –pregunté con desesperación.
–Cuando
volvió a su templo lucía entre decepcionado e incómodo –dijo Mu con
preocupación marcada en el rostro–. Primero pensamos que alguien le había hecho
enojar, e hicimos nuestras conjeturas, pero ahora comprendo.
–No puede
ser… –dije sintiéndome fatal.
–Te veo más
preocupado por el tema de Saga, que por ver qué haces con Deathmask –añadió Mu
mirándome de reojo–, sólo te digo lo que veo.
–Yo… –dudé.
–No tienes
por qué explicarme nada a mí, Afrodita. Eres tú quien tiene que tener las cosas
claras.
–Lo sé,
pero es que ambos son tan diferentes…
– ¿Deathmask
te dijo lo que piensa de ti? –preguntó Mu curioso.
–No en
realidad.
–Tal vez
deberías preguntarle, aunque puede ser un arma de dos filos, ¿cierto? –añadió–.
Porque, qué tal si ambos están enamorados de ti, ahí sólo puede depender de
cuál de ellos te hace sentir feliz.
–Supongo
que tienes razón…
–Sí, vamos;
Saga ya te ha dicho lo que él piensa al respecto: está enamorado de ti, ni
siquiera sabes desde cuándo, pero ya lo sabes. De Deathmask sólo podemos
deducir que te desea, pero él no dijo nada precisamente emocional cuando
tuvieron sexo, o después del acto.
–Le
preguntaré a Deathmask, pero me gustaría hacerlo fuera el santuario…
– ¿Lo dices
por su invitación a hacerlo en su templo con sus juguetes? –dijo mi compañero
con tono burlón.
– ¡Mu!
–reclamé ruborizado.
–Está bien,
está bien. ¿Cómo ayudarte?...
–No hay
mucho que puedas hacer, lo único que puedo hacer es ir a buscarlo y pedirle que
hablemos fuera del santuario –pensé en voz alta.
–No suena
mal, pero, ¿qué vas a hacer si insiste en tenerte ahí?
–Pues no me
va a quedar otra opción que hablar ahí con él.
–Si tú
dices…
Mu me acompañó hasta cáncer. Lucía más tenso que yo, entramos, me quedé en
el templo de Deathmask y Mu siguió su camino, no parecía convencido de dejarme
solo en esta ocasión. Me hizo sentir extraño.
Llamé a Deathmask una vez que Mu se retiró de cáncer. Pasaron un par de
minutos hasta que le vi aparecer. Lucía sólo unos vaqueros deslavados, dejando
al descubierto su musculoso torso, aquel abdomen tan suculento… Tragué saliva
con dificultad.
– ¿Ocurre
algo? –pregunta acercándose con lentitud, casi con flojera.
–Necesito
hablar contigo, y preferiría si es fuera del santuario –pedí con actitud
suplicante.
Lo vi
llevarse una mano a la cabeza y comenzar a rascarse en actitud de no comprender
mi petición. La expresión en su rostro era de incomodidad o fastidio, no podía
descifrar con exactitud. Me sentí incómodo.
–Por qué no
pasas y charlamos, te invito un trago, platicamos y podemos ir a jugar un poco
a mi habitación, ¿no suena a un mejor plan?
–Deathmask…
–musité tratando de convencerlo de salir del santuario.
–¿Qué
dices, Afrodita?, si bien que te encantó lo que hicimos ayer en tu habitación,
¿no es así?, gemías sin control, me aprisionaste dentro de ti y me succionabas
para que me quedara dentro de ti –añadió logrando que me incomodara aún más–.
Esa cadera tuya sí que sabe cómo dar una cálida bienvenida a sus visitantes.
Le miré
sorprendido. Me quedé sin palabras al escucharlo decir todo aquello. De alguna
manera estaba respondiendo lo que ni siquiera le había cuestionado. Bajé la
mirada al suelo en busca de las palabras a decir en situaciones como esta. De
haberse tratado de Shion o Dohko, seguramente ya habría respondido con alguna
risa o frase que les volteara la situación, pero no de Deathmask. Creo que lo
había añorado tanto que lo idealicé de una forma que me elevaba al cielo, y
esto estaba tirándome al suelo desde unos diez metros de alto.
– ¿Es lo
único que ves en mí? –pregunté finalmente con la voz entrecortada, lo último
que me faltaba era que mi voz me fallara en el momento en que más firme debía
sonar. Me sentí débil.
– ¿Cómo? –preguntó sin entender lo que estaba
preguntándole.
–Lo único
que te llama la atención de mí es el sexo. No tienes interés en mí, más que
eso, ¿es así o no? –pregunté con desesperación.
Deathmask
se quedó mirándome con asombro. Estaba boquiabierto y visiblemente
desconcertado. Me quedé congelado, quería escuchar lo que tenía que decir.
Pasaron algunos minutos bastante tensos, en los que mi cabeza comenzaba a
doler. Lo veía mirarme sin decir nada y la expresión de su rostro pasaba de la
sorpresa a la incertidumbre. Comenzaba a rascar su cabeza con mayor insistencia
sin saber qué decirme. Suspiré, no se necesitaba ser genio para saber lo que
estaba pasando ahí.
– ¿Sabes? –Interrumpí
sus cavilaciones, me miró con ligera sonrisa–, no es necesario que respondas
nada. Ya debo irme –dije más tranquilo.
Lo vi hacer
una mueca de decepción. Comencé a caminar para salir de su templo, cuando me
jaló para atraerme hacia sí.
–Pero no te
vayas –pidió comenzando a besar mi cuello–; no te he dicho nada aún.
–Ya no es
necesario –digo tratando de zafarme de su agarre.
–Vamos a
jugar… –musita en mi oído comenzando a lamer mi oreja. Me estremezco–. ¿Ves
cómo sí te gusta?
–No
–protesté arremolinándome entre sus brazos hasta lograr zafarme–. Me gustas tú;
es decir, sí me gusta el sexo, pero yo no te dije que me gustas con la
finalidad de sólo acostarme contigo, Deathmask.
–Si yo te
gusto y tú me gustas, ¿qué tiene de malo divertirnos? –dijo sonando molesto–.
Ahora ya, déjate de ideas absurdas y vamos a mi habitación.
–Debo irme,
creo que no es lo que esperaba –dije incómodo y frustrado.
–Vamos…
–insistió tomándome nuevamente entre sus brazos para besarme.
– ¡Afrodita,
qué bueno que te encuentro! –interrumpió Mu llegando con Saga, quien lucía más
bien sombrío.
Me zafé del
agarre de Deathmask, empujándolo a un lado. Me acomodé la ropa y me volví a
mirarlos.
– ¿Qué no
ven que estamos “ocupados”? –dijo remarcando aquella palabra sin dejar de
observar a Saga, quien le miró con indiferencia arqueando una ceja.
–Como sea…
–dije tratando de congelar la situación–. ¿Qué pasó? –le pregunté a Mu, quien
se sorprendió con mi pregunta.
–Necesitamos
hablar, en privado, ¿te parece? –dijo Mu haciéndome una seña para que
saliéramos de cáncer y fuéramos a mi templo.
–Entiendo… –dije fingiendo entender de qué iba la cosa,
aunque sabía de alguna manera que Mu estaba haciendo esto para ayudarme, no
sabía con exactitud qué estaba haciendo Saga ahí–. En fin, Deathmask, nos
estamos viendo en los entrenamientos y eso, ¿bien? –dije a modo de despedida.
Deathmask
me miró haciendo una mueca de disgusto y frustración. Asintió bufando, producto
de su inconformidad.
–Como
quieras –dijo finalmente cruzándose de brazos.
–Bien,
bien… –dije caminando hacia fuera del templo de cáncer, con Mu y Saga
siguiéndome.
Salimos de cáncer en absoluto silencio, una vez afuera Mu dio un par de
golpecillos sobre el hombro de Saga y sonriendo le dijo:
–Muchas
gracias por ayudarme con Deathmask, Saga –el tono de Mu sonaba más bien
aliviado.
–No tienes
nada qué agradecer, Mu –respondió Saga con amabilidad, su mirada estaba
poniéndome nervioso–. Bueno, les dejo para que puedan ir a platicar.
– ¡Gracias!
–añadió Mu, mientras Saga se alejaba de nosotros.
– ¿Le
pediste ayuda a Saga para sacarme de ahí? –pregunté apenado.
–Más o
menos, no exactamente… –dijo con una expresión curiosa.
– ¿Entonces?
–insistí.
–Te parece
si vamos a tu templo a platicar de esto, ¿o prefieres hacerlo aquí? –cuestionó
haciéndome notar que estábamos justo a la entrada del templo de Aioria.
–Mi templo
–respondí en automático.
Volvimos a
mi templo sin decirnos una sola palabra. El “no exactamente” de Mu me tenía
nervioso, no estaba seguro de querer saber cómo se habían dado las cosas ahí,
pero de igual manera ya no podía tener las cosas en peor estado con Saga.
Llegamos a mi templo, estaba exhausto. La constante subida y bajada, mi
forcejeo con Deathmask y la intensa tarde de sexo con él me tenían
prácticamente fuera de combate.
Mu me miraba con curiosidad, aquella mirada de Mu estaba poniéndome
ansioso, temía preguntar y escuchar algo que me haría sentir perdido.
– ¿Qué pasó
Mu? –pregunté finalmente, vencido por mi propia curiosidad.
–Bien…
–dijo en un suspiro, cosa que me puso más nervioso aún–. Yo me quedé en las
afueras de cáncer por si debía entrar a ayudarte en algún momento, porque todos
sabemos que Deathmask a veces puede ser algo brusco, tú mejor que nadie lo
sabe, al menos ahora, creo…
– ¿Qué
tiene que ver Saga en todo eso? –cuestioné tratando de que no desviara el tema.
–Ah, sí…
Saga… –dijo dudando en continuar con su relato. Le miré con insistencia–.
Bueno, casi no alcanzaba a escuchar todo lo que estaba pasando en el templo,
así que me decidí a volver a entrar. Cuando entré vi a Saga de pie observando
la escena, no me fijé cuando entró porque yo estaba en la parte lateral del
templo buscando escuchar mejor. Deathmask no se dio cuenta cuando entré yo,
pero sí sabía que Saga estaba ahí, de hecho le miraba una y otra vez cada vez
que te tocaba.
Me quedé
congelado. Sin palabras…
–Saga notó
mi presencia y me preguntó qué hacía ahí, le dije que me urgía hablar contigo,
así que me dijo que los interrumpiera, porque finalmente parecía que estabas en
aprietos. Cuando le pregunté qué hacía él ahí, me respondió que iba a ir a ver
a Aioria para pedirle un favor, pero se detuvo al ver la escena que Deathmask
estaba montándote –explicó Mu dándose cuenta de mi estado–. No creo que Saga
esté enojado contigo, Afrodita, sólo creo que le duele verte con él.
– ¿Deathmask
hizo toda esa escena porque Saga estaba ahí? –pregunté sintiéndome terrible.
–Fue la
impresión que me dio en esos minutos que estuve con Saga ahí.
– ¡Maldición!
–grité enfurecido, estaba indignado. Mu me miró con miedo–. Entonces no sé con
exactitud si su “te gusto y me gustas” fue en serio o sólo para fastidiar a
Saga… más allá de eso, ¿él sabe que le gusto a Saga?, ¿cómo?
Mu encogió los
hombros en señal de duda. Lucía tan desconcertado como yo creía lucir en ese
momento.
–Rayos…
–musité incómodo–, ¿qué hacer?, ¿qué hago?
– ¿Para
saber si le gustas a Deathmask o no? –me preguntó Mu desconcertado.
– ¡Claro!,
no puedo decidir, si lo que hizo Deathmask fue una muestra de su estupidez,
sólo porque Saga estaba ahí y sabe que
le gusto –dije convencido. Mu me miró con desaprobación, le miré consternado–,
¿estoy equivocado? –cuestioné preocupado.
–No sé si
lo estás o no, Afrodita. El punto es que si Deathmask hizo eso para molestar a
Saga o no, no te trató con respeto, ¿o sí?
–Eso es
cierto… –musité desganado–. Pero sí quiero saber cómo demonios Deathmask sabe
que le gusto a Saga, ¿cómo se enteró?
–No lo sé,
y creo que si se lo preguntas no va a contestarte, al menos no creo que lo haga
con honestidad. Creo que le entretiene fastidiar, a quien sea, sólo se divierte
causando incomodidad.
–Tal vez…
–dije analizando las cosas.
–Tuvieron
sexo en tu habitación, ¿no es así? –preguntó Mu analizando las cosas.
–Sí, ¿por
qué? –cuestioné desconcertado.
–Bueno, si
yo pude ver la nota que Saga te dejó, porque la dejaste en un lugar visible,
estoy seguro que Deathmask bien pudo leerla también –respondió aclarándome
muchas de mis dudas.
–Cierto, la
nota de Saga… –dije reflexionando lo que Mu había dicho recién. Me sentí
estúpido. Me llevé ambas manos a la cabeza y comencé a jalar mi cabello sin
mucha fuerza. Me sentí frustrado.
–Creo que
debes tomártelo con calma. Debes hablar con Saga para saber qué tanto vio o
escuchó de lo que pasó en cáncer porque, como te lo dije, cuando yo entré al
templo de Deathmask ya lo tenías encima prácticamente y no sé qué tanto pudo
ver Saga –dijo Mu haciéndome reaccionar.
– ¡Cierto!
–Exclamé–, debo… hablar… con Saga… –dije como si sintiera que estaba
desinflándome de pronto.
–Date
tiempo, Afrodita –insistió Mu–. Igualmente, primero hay que esperar a que las
cosas se calmen, ¿no crees? –me dijo Mu con esa mirada comprensiva y dulce que
tanto lograba tranquilizarme. De verdad estaba agradecido de poder contar con
él como amigo.
–Gracias…
–musité conmovido.
–Descansa,
te ves agotado y bien te vendría dormir un poco. Come algo y ve a dormir,
Afrodita –dijo Mu a modo de despedida.
–Lo haré,
gracias de nuevo.
–Te veo mañana.
–Sí,
gracias.
Mu salió de
mi templo. Me quedé mirándolo desaparecer en el horizonte. Comencé a repasar
todo lo que había sucedido, comencé a recriminarme de nuevo, me sentía tan
estúpido. Pensar que le había confesado a Deathmask lo que sentía me hizo
sentir extraño, sabía que en ese momento aún no sabía que yo le gustaba a Saga,
y tuvimos un sexo bastante intenso. Y pensar en que Saga se había confesado y
que había querido hablar conmigo y yo lo había evitado… me hizo sentir
culpable.
Suspiré,
pensé en comer algo pero incluso sentía asco. Fui directo a mi alcoba, tomé
entre mis manos aquella nota de Saga y la guardé con cuidado en un cajón de mi
mesilla de noche. Me recosté, cerré mis ojos y me concentré en dormirme. No voy
a mentir, dormí algunas horas, pero me desperté y aún estaba oscuro. Me levanté
con pesadez para asomarme a través de la ventana. No había una sola luz
encendida en el santuario.
Bajé a la
cocina de mi templo, preparé café. Tenía ganas de beber café. Miré el reloj de
pared que tenía en la cocina: las 3 de la mañana, era raro que en leo y
escorpio las luces estuviesen apagadas. Me senté frente a la mesa con mi
humeante taza llena de café negro. Suspiré. Había estado haciendo eso bastante
ya. Golpeé la mesa con mi mano derecha. Un par de lágrimas emergieron de mis
ojos y rodaron a través de mis mejillas goteando sobre la mesa. Había querido
contenerme hasta el punto de no poder hacerlo más, agradecí estar solo, por
primera vez…
– ¿Afrodita?
–escuché la voz de Saga dentro de mi templo. Limpié mi rostro con desesperación. Me puse de pie y
salí de la cocina.
Ahí estaba,
de pie buscándome con la mirada. Una vez que pudo verme le vi sonreír
ligeramente. Me gustó ver aquella expresión. Me acerqué con lentitud a donde él
estaba.
– ¿Quieres
beber café? –pregunté con nerviosismo. Él asintió. Lo guie a la cocina y le
invité a sentarse frente a la mesa mientras servía su taza con café y rellenaba
la mía de nuevo.
Coloqué
ambas tazas sobre la mesa, jalé una de las sillas y me senté. Saga me miraba
con insistencia. Sabía qué quería decirle, preguntarle, pero no podía articular
palabra.
– ¿Sueles
desvelarte? –me preguntó para romper el silencio y el ambiente incómodo que se
había creado.
–No, de
hecho. Pero dormí desde antes de las 6 de la tarde, así que asumo que tiene que
ver con eso –respondí más tranquilo–. Saga, ¿qué querías hablar conmigo?
–pregunté finalmente.
–Te dejé
una nota en tu habitación… –musitó con timidez–. He estado enamorado de ti
desde hace algún tiempo ya. Pero no soy muy bueno en hablar de lo que siento,
mucho menos en demostrarlo, al menos no como quisiera –explicó girando sobre la
mesa la taza con aquel caliente líquido.
–Saga, yo…
–intenté decir, pero me interrumpió.
–Sé que has
observado a Deathmask desde hace mucho. Me di cuenta, y sólo quería explicarte
que el haber venido a confesarte lo que siento por ti no fue para hacerte
cambiar de opinión. Fue porque ya no podía más con lo que sentía, y con qué
pensaras que me das asco o algo así.
– ¿Cómo
sabes eso? –pregunté alarmado.
–Mu habló
conmigo. No hace mucho, sobre que era importante que te dijera lo que sentía
por ti, porque tú creías que sentía repulsión hacia tu persona –aquella
explicación silenció todas las dudas que se habían estado agolpando en mi
cabeza.
–Así que Mu
sabía que te gusto –pregunté con timidez.
– ¿Recuerdas
que cuando llegaste al santuario, Mu y yo fuimos los primeros en darte la
bienvenida? –preguntó con una mirada dulce.
–Sí, nos
llevábamos tan bien, y de pronto tú dejaste de hablar conmigo; no pude
entenderlo, pero lo respeté. Y de pronto el no hablar se convirtió en que me
evadieras a toda costa, y comencé a sentir que me mirabas con asco, y entonces
sentí asco de mí…
Saga se
levantó de la silla, se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Quedé
boquiabierto y enmudecido. Le rodeé con mis brazos, sentir la calidez de Saga
rodeándome me hizo sentir feliz.
–Perdóname,
perdóname, por favor… –me suplicó una y otra vez.
–Estoy
bien, Saga –dije haciéndome hacia atrás para poder ver su rostro. Aquella
mirada triste logró hacerme sentir un pinchazo en el pecho que jamás había
experimentado hasta ahora.
–Yo no
quería hacerte sentir así, jamás fue mi intención…
Le
interrumpí besando sus labios, acaricié su rostro con mis manos. Metí mi lengua
en su boca; sentí sus manos aferrarse a mi cuerpo. Su lengua jugueteó con la
mía… Susurró mi nombre haciendo que mi piel se erizara de pies a cabeza.
Comenzó a besar mi cuello con dulzura y sus manos acariciaban mi espalda,
tratando de subir mi camisa para tocar mi piel.
–Me gustas
mucho, Saga… –musité completamente sonrojado.
Se detuvo
para mirarme a los ojos, sonrió de forma sensual. Dio un rápido beso sobre mis
labios. Me soltó dando un par de pasos atrás. Le miré confundido. Tomó mi mano
y la acercó a su rostro. Le miré con curiosidad, beso mi mano. Apreté su mano
con la mía y lo jalé para que me acompañase a mi alcoba. Quería estar con él,
dormir a su lado, amanecer con él.
Entramos a
mi habitación, le abracé con fuerza comenzando a besar su cuello con
insistencia. Comencé a desabotonar la camisa que cubría mi torso y retirarla.
Saga tomó mis manos entre las suyas, acercó su frente a la mía y me miró a los
ojos. Me sentí nervioso al estar en esta situación por primera vez, no era
ansiedad lo que estaba sintiendo, mi corazón latía con fuerza al punto de
hacerme sentir mareado. Sentí los labios de Saga sobre mi frente. Cerré mis
ojos y sentí cómo me abrazaba de nuevo, acarició mi espalda con ternura
haciéndome estremecer con aquel contacto de su piel contra la mía. Apreté su
camisa con mis manos. Me gustaba sentir sus manos, sus labios en mi rostro y mi
cuello. Acarició mi cadera haciéndome temblar
Comencé a
desabotonar su camisa con torpeza, hasta desesperarme y comenzar a dar ligeros
tirones. Saga se detuvo y me ayudó a retirarle la camisa. Le miré apenado.
Volvió a besarme. Me abrazó de nuevo y seguimos besándonos. Mis manos
recorrieron su torso y su espalda con insistencia, estaba empezando a ponerme
ansioso. Acarició mi vientre, deslizando su mano por debajo de mi pantalón, me
sujeté con más fuerza a su cuerpo. Jadeé.
Me levantó
en brazos y me colgué de su cuerpo rodeándole con mis piernas y brazos. Besé su
cuello jugueteando con el lóbulo de su oreja derecha, mordisqueando, susurrando
a su oído lo mucho que me gustaba.
Me recostó
sobre la cama y se separó de mí. Me miró de una forma que me hizo estremecer.
Acercó sus manos a mi pantalón, comenzando a retirarlo despacio, sin dejar de
mirar mi rostro, aquella sonrisa juguetona en su rostro me tenía completamente
congelado.
Sus manos
rozando mi piel, su mirada fija a mi rostro. Quería estar con él, estaba
sintiéndome feliz. Besó mi torso, mi abdomen, mi entrepierna sin dejar de
acariciar mi cadera y mis muslos. Sólo podía acariciar su cabeza y hombros, deseando
que me besara de nuevo.
–Saga…
–supliqué acariciando su rostro–. Bésame, por favor…
Saga me
miró con los ojos bien abiertos, sonrió y se recostó sobre mi cuerpo. Sentir su
peso sobre mí hizo que me doliera el cuerpo, pero me aferré al suyo con fuerza.
Mordisqueé sus labios y comencé a besarlo apasionadamente. Sentí su aprisionada
erección sobre mi vientre, no pude evitar gemir. Llevé mis manos a sus glúteos,
comencé a deslizar mis manos a través de su cadera hasta llegar a la cremallera
y comenzar a forcejear con ella para tratar de abrir su pantalón y así liberar
su pene erecto de su prisión. Gimió.
Se enderezó
un poco para quitarse el pantalón, pude ver su pene erguido aún siendo
aprisionado por sus interiores. Los retiró dejándome ver el sexo de Saga. Me
relamí los labios, quería probarlo. Le tumbé sobre la cama sorprendiéndolo. Me
deslicé sobre su cuerpo para llegar a su pene y comenzar a besarlo y lamerlo de
su base a la punta, jugueteando con mi lengua. Gemía y jadeaba mi nombre de
forma entrecortada invitándome a seguir jugueteando. Introduje su miembro en mi
boca con lentitud, degustando aquel delicioso sabor salado de su piel. Su pene
fue poniéndose más duro conforme succionaba y presionaba con mi lengua. Me
gustaba escuchar mi nombre con su voz entrecortada y ronca, producto de su
excitación. Sentí sus manos apretar mis hombros. Levanté mi mirada para ver su
rostro arrebolado y jadeante.
–Por favor…
–pidió con voz ronca, erizándome la piel aún más–, Ven aquí.
Besé una
vez más el glande presionándolo con mis labios y me incorporé para acercar mi
rostro al suyo. Me abrazó y con delicadeza me recostó sobre mi cama, gemí al
sentir su cuerpo presionar mi propio pene erecto. Le acarició con la mano
rodeándolo para comenzar a masturbarme, mientras humedecía uno de sus dedos
para comenzar a introducirlo en mi cuerpo con lentitud, arrancándome un sonoro
y profundo gemido. Comenzó a mover aquel dedo de forma juguetona mientras
besaba mi muslo derecho. Me estremecí por tanto estímulo que estaba convirtiéndose
en una dulce tortura. Sentí la invasión del segundo dedo de Saga en mi cavidad
anal. Resoplé su nombre completamente ansioso. Movía aquellos dedos jugueteando
con mi paciencia. Los sacó y me miró de nuevo. Levantó mi cadera con sus manos
y comenzó a entrar en mi cuerpo con lentitud gimiendo y jadeando. El grosor de
su pene llenaba mi interior haciéndome sentir más caliente de lo que ya estaba,
sentí dolor, más producto de la falta de delicadeza que Dethmask había tenido…
Disfruté cada movimiento de la cadera de Saga y lo profundo que golpeaba su
sexo en mi interior, mientras yo comenzaba a masturbarme hasta que una mano de
Saga se unió a mi labor. El ritmo de las embestidas de Saga fue incrementando
junto con el ritmo de nuestros jadeos, no podía más, me corrí en la mano de
Saga conforme él golpeaba con mayor intensidad en mi interior hasta que sentí
su caliente semen inundarme y comenzar a salir de mi cuerpo. Le rodeé con mis
brazos y lo atraje hacia mí para volver a besarlo. Salió de mi interior y se
acomodó a mi lado sobre la cama. Me recosté sobre su torso y me rodeó con sus
brazos.
–Gracias,
Saga… –dije aún agitado–. Por mirarme de esa manera.
Sonrió.
Besó mi frente y acarició mi rostro.
–He
esperado por estar contigo ya algunos años, Afrodita. Yo veo a alguien
maravilloso justo frente a mis ojos, alguien cuyo valor en mi vida es
incomparable.
–Gracias
por esperarme… –dije entre risas nerviosas–. Quiero estar contigo.
Me miró con
asombro y me apretó entre sus brazos emocionado. Debo admitir que me sentí
feliz, y aunque el cuerpo me dolía de forma terrible, me aferré a su cuerpo. No
podía evitar sonreír, estaba sintiéndome feliz como no había experimentado
antes.
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