28 mar 2014

¿Deathmask o Saga?



¿Deathmask o Saga?
Por la mañana Mu estaba en mi alcoba sentado sobre una silla. Me miraba con preocupación, al querer moverme para incorporarme no pude evitar quejarme de dolor. Me miró con asombro, no dijo nada pero yo sabía: había sido demasiado.

Me levanté con trabajo y fui a ducharme; al salir, Mu me había llevado un poco de fruta y una taza con té. Sonreí.

–Supongo que no te fue tan mal, ¿verdad? –cuestionó finalmente mirándome.

–No sabría explicarlo –dije tomando la taza entre mis manos y llevándola a mi boca para sorber un poco de aquel caliente líquido.

– ¿Tuviste sexo con él, no? –Preguntó asombrado de mi respuesta–. Eso debe significar que no le eres tan indiferente.

Suspiré desganado y comencé a explicarle cómo habían estado las cosas con Deathmask la tarde anterior. Conforme iba narrándole todo su expresión pasó de la sorpresa al disgusto y de nuevo al asombro para terminar con una expresión bastante extraña.

–Cielos, Afrodita… –dijo finalmente–. ¿Qué piensas hacer?, digo, ya le has dicho que te gusta.

–Supongo que intentaré platicar con él, intentar conocerlo –digo con una ligera esperanza.

– ¿Qué pasó con Saga?

Aquella pregunta resonó fuerte en mi cabeza, cierto… Saga. No me era precisamente indiferente, y también me gustaba bastante, pero el hecho de que yo pensara que le daba asco al geminiano no me ayudaba a decidirme, aunque aquella nota…

– ¿Saga? –cuestioné curioso.

–Sí, me encontré con una nota de Saga en tu mesilla de noche. Además que ayer que Aldebarán y yo volvimos nos encontramos con él, aparentemente venía hacia acá a hablar contigo –me explicó Mu.

Sentí escalofríos, ¿acaso Saga nos habría escuchado ayer? Comencé a sentirme mareado.

–Lo entretuvieron, o algo… –inquirí tratando de tranquilizar mi nerviosismo.

–En realidad no, supusimos que si al llegar hasta acá no le respondías él entendería que estabas ocupado –respondió Mu con total naturalidad–. No fue sino hasta ahora que leí la nota que entendí…
– ¿Entender, qué? –pregunté con desesperación.

–Cuando volvió a su templo lucía entre decepcionado e incómodo –dijo Mu con preocupación marcada en el rostro–. Primero pensamos que alguien le había hecho enojar, e hicimos nuestras conjeturas, pero ahora comprendo.

–No puede ser… –dije sintiéndome fatal.

–Te veo más preocupado por el tema de Saga, que por ver qué haces con Deathmask –añadió Mu mirándome de reojo–, sólo te digo lo que veo.

–Yo… –dudé.

–No tienes por qué explicarme nada a mí, Afrodita. Eres tú quien tiene que tener las cosas claras.

–Lo sé, pero es que ambos son tan diferentes…

– ¿Deathmask te dijo lo que piensa de ti? –preguntó Mu curioso.

–No en realidad.

–Tal vez deberías preguntarle, aunque puede ser un arma de dos filos, ¿cierto? –añadió–. Porque, qué tal si ambos están enamorados de ti, ahí sólo puede depender de cuál de ellos te hace sentir feliz.

–Supongo que tienes razón…

–Sí, vamos; Saga ya te ha dicho lo que él piensa al respecto: está enamorado de ti, ni siquiera sabes desde cuándo, pero ya lo sabes. De Deathmask sólo podemos deducir que te desea, pero él no dijo nada precisamente emocional cuando tuvieron sexo, o después del acto.

–Le preguntaré a Deathmask, pero me gustaría hacerlo fuera el santuario…

– ¿Lo dices por su invitación a hacerlo en su templo con sus juguetes? –dijo mi compañero con tono burlón.

– ¡Mu! –reclamé ruborizado.

–Está bien, está bien. ¿Cómo ayudarte?...

–No hay mucho que puedas hacer, lo único que puedo hacer es ir a buscarlo y pedirle que hablemos fuera del santuario –pensé en voz alta.

–No suena mal, pero, ¿qué vas a hacer si insiste en tenerte ahí?

–Pues no me va a quedar otra opción que hablar ahí con él.

–Si tú dices…
Mu me acompañó hasta cáncer. Lucía más tenso que yo, entramos, me quedé en el templo de Deathmask y Mu siguió su camino, no parecía convencido de dejarme solo en esta ocasión. Me hizo sentir extraño.

Llamé a Deathmask una vez que Mu se retiró de cáncer. Pasaron un par de minutos hasta que le vi aparecer. Lucía sólo unos vaqueros deslavados, dejando al descubierto su musculoso torso, aquel abdomen tan suculento… Tragué saliva con dificultad.

– ¿Ocurre algo? –pregunta acercándose con lentitud, casi con flojera.

–Necesito hablar contigo, y preferiría si es fuera del santuario –pedí con actitud suplicante.

Lo vi llevarse una mano a la cabeza y comenzar a rascarse en actitud de no comprender mi petición. La expresión en su rostro era de incomodidad o fastidio, no podía descifrar con exactitud. Me sentí incómodo.

–Por qué no pasas y charlamos, te invito un trago, platicamos y podemos ir a jugar un poco a mi habitación, ¿no suena a un mejor plan?

–Deathmask… –musité tratando de convencerlo de salir del santuario.

–¿Qué dices, Afrodita?, si bien que te encantó lo que hicimos ayer en tu habitación, ¿no es así?, gemías sin control, me aprisionaste dentro de ti y me succionabas para que me quedara dentro de ti –añadió logrando que me incomodara aún más–. Esa cadera tuya sí que sabe cómo dar una cálida bienvenida a sus visitantes.

Le miré sorprendido. Me quedé sin palabras al escucharlo decir todo aquello. De alguna manera estaba respondiendo lo que ni siquiera le había cuestionado. Bajé la mirada al suelo en busca de las palabras a decir en situaciones como esta. De haberse tratado de Shion o Dohko, seguramente ya habría respondido con alguna risa o frase que les volteara la situación, pero no de Deathmask. Creo que lo había añorado tanto que lo idealicé de una forma que me elevaba al cielo, y esto estaba tirándome al suelo desde unos diez metros de alto.

– ¿Es lo único que ves en mí? –pregunté finalmente con la voz entrecortada, lo último que me faltaba era que mi voz me fallara en el momento en que más firme debía sonar. Me sentí débil.

 – ¿Cómo? –preguntó sin entender lo que estaba preguntándole.

–Lo único que te llama la atención de mí es el sexo. No tienes interés en mí, más que eso, ¿es así o no? –pregunté con desesperación.

Deathmask se quedó mirándome con asombro. Estaba boquiabierto y visiblemente desconcertado. Me quedé congelado, quería escuchar lo que tenía que decir. Pasaron algunos minutos bastante tensos, en los que mi cabeza comenzaba a doler. Lo veía mirarme sin decir nada y la expresión de su rostro pasaba de la sorpresa a la incertidumbre. Comenzaba a rascar su cabeza con mayor insistencia sin saber qué decirme. Suspiré, no se necesitaba ser genio para saber lo que estaba pasando ahí.
– ¿Sabes? –Interrumpí sus cavilaciones, me miró con ligera sonrisa–, no es necesario que respondas nada. Ya debo irme –dije más tranquilo.

Lo vi hacer una mueca de decepción. Comencé a caminar para salir de su templo, cuando me jaló para atraerme hacia sí.

–Pero no te vayas –pidió comenzando a besar mi cuello–; no te he dicho nada aún.

–Ya no es necesario –digo tratando de zafarme de su agarre.

–Vamos a jugar… –musita en mi oído comenzando a lamer mi oreja. Me estremezco–. ¿Ves cómo sí te gusta?

–No –protesté arremolinándome entre sus brazos hasta lograr zafarme–. Me gustas tú; es decir, sí me gusta el sexo, pero yo no te dije que me gustas con la finalidad de sólo acostarme contigo, Deathmask.

–Si yo te gusto y tú me gustas, ¿qué tiene de malo divertirnos? –dijo sonando molesto–. Ahora ya, déjate de ideas absurdas y vamos a mi habitación.

–Debo irme, creo que no es lo que esperaba –dije incómodo y frustrado.

–Vamos… –insistió tomándome nuevamente entre sus brazos para besarme.

– ¡Afrodita, qué bueno que te encuentro! –interrumpió Mu llegando con Saga, quien lucía más bien sombrío.

Me zafé del agarre de Deathmask, empujándolo a un lado. Me acomodé la ropa y me volví a mirarlos.

– ¿Qué no ven que estamos “ocupados”? –dijo remarcando aquella palabra sin dejar de observar a Saga, quien le miró con indiferencia arqueando una ceja.

–Como sea… –dije tratando de congelar la situación–. ¿Qué pasó? –le pregunté a Mu, quien se sorprendió con mi pregunta.

–Necesitamos hablar, en privado, ¿te parece? –dijo Mu haciéndome una seña para que saliéramos de cáncer y fuéramos a mi templo.

–Entiendo…  –dije fingiendo entender de qué iba la cosa, aunque sabía de alguna manera que Mu estaba haciendo esto para ayudarme, no sabía con exactitud qué estaba haciendo Saga ahí–. En fin, Deathmask, nos estamos viendo en los entrenamientos y eso, ¿bien? –dije a modo de despedida.

Deathmask me miró haciendo una mueca de disgusto y frustración. Asintió bufando, producto de su inconformidad.

–Como quieras –dijo finalmente cruzándose de brazos.

–Bien, bien… –dije caminando hacia fuera del templo de cáncer, con Mu y Saga siguiéndome.

Salimos de cáncer en absoluto silencio, una vez afuera Mu dio un par de golpecillos sobre el hombro de Saga y sonriendo le dijo:

–Muchas gracias por ayudarme con Deathmask, Saga –el tono de Mu sonaba más bien aliviado.

–No tienes nada qué agradecer, Mu –respondió Saga con amabilidad, su mirada estaba poniéndome nervioso–. Bueno, les dejo para que puedan ir a platicar.

– ¡Gracias! –añadió Mu, mientras Saga se alejaba de nosotros.

– ¿Le pediste ayuda a Saga para sacarme de ahí? –pregunté apenado.

–Más o menos, no exactamente… –dijo con una expresión curiosa.

– ¿Entonces? –insistí.

–Te parece si vamos a tu templo a platicar de esto, ¿o prefieres hacerlo aquí? –cuestionó haciéndome notar que estábamos justo a la entrada del templo de Aioria.

–Mi templo –respondí en automático.

Volvimos a mi templo sin decirnos una sola palabra. El “no exactamente” de Mu me tenía nervioso, no estaba seguro de querer saber cómo se habían dado las cosas ahí, pero de igual manera ya no podía tener las cosas en peor estado con Saga. Llegamos a mi templo, estaba exhausto. La constante subida y bajada, mi forcejeo con Deathmask y la intensa tarde de sexo con él me tenían prácticamente fuera de combate.

Mu me miraba con curiosidad, aquella mirada de Mu estaba poniéndome ansioso, temía preguntar y escuchar algo que me haría sentir perdido.

– ¿Qué pasó Mu? –pregunté finalmente, vencido por mi propia curiosidad.

–Bien… –dijo en un suspiro, cosa que me puso más nervioso aún–. Yo me quedé en las afueras de cáncer por si debía entrar a ayudarte en algún momento, porque todos sabemos que Deathmask a veces puede ser algo brusco, tú mejor que nadie lo sabe, al menos ahora, creo…

– ¿Qué tiene que ver Saga en todo eso? –cuestioné tratando de que no desviara el tema.

–Ah, sí… Saga… –dijo dudando en continuar con su relato. Le miré con insistencia–. Bueno, casi no alcanzaba a escuchar todo lo que estaba pasando en el templo, así que me decidí a volver a entrar. Cuando entré vi a Saga de pie observando la escena, no me fijé cuando entró porque yo estaba en la parte lateral del templo buscando escuchar mejor. Deathmask no se dio cuenta cuando entré yo, pero sí sabía que Saga estaba ahí, de hecho le miraba una y otra vez cada vez que te tocaba.

Me quedé congelado. Sin palabras…

–Saga notó mi presencia y me preguntó qué hacía ahí, le dije que me urgía hablar contigo, así que me dijo que los interrumpiera, porque finalmente parecía que estabas en aprietos. Cuando le pregunté qué hacía él ahí, me respondió que iba a ir a ver a Aioria para pedirle un favor, pero se detuvo al ver la escena que Deathmask estaba montándote –explicó Mu dándose cuenta de mi estado–. No creo que Saga esté enojado contigo, Afrodita, sólo creo que le duele verte con él.

– ¿Deathmask hizo toda esa escena porque Saga estaba ahí? –pregunté sintiéndome terrible.

–Fue la impresión que me dio en esos minutos que estuve con Saga ahí.

– ¡Maldición! –grité enfurecido, estaba indignado. Mu me miró con miedo–. Entonces no sé con exactitud si su “te gusto y me gustas” fue en serio o sólo para fastidiar a Saga… más allá de eso, ¿él sabe que le gusto a Saga?, ¿cómo?

Mu encogió los hombros en señal de duda. Lucía tan desconcertado como yo creía lucir en ese momento.

–Rayos… –musité incómodo–, ¿qué hacer?, ¿qué hago?

– ¿Para saber si le gustas a Deathmask o no? –me preguntó Mu desconcertado.

– ¡Claro!, no puedo decidir, si lo que hizo Deathmask fue una muestra de su estupidez, sólo porque Saga  estaba ahí y sabe que le gusto –dije convencido. Mu me miró con desaprobación, le miré consternado–, ¿estoy equivocado? –cuestioné preocupado.

–No sé si lo estás o no, Afrodita. El punto es que si Deathmask hizo eso para molestar a Saga o no, no te trató con respeto, ¿o sí?

–Eso es cierto… –musité desganado–. Pero sí quiero saber cómo demonios Deathmask sabe que le gusto a Saga, ¿cómo se enteró?

–No lo sé, y creo que si se lo preguntas no va a contestarte, al menos no creo que lo haga con honestidad. Creo que le entretiene fastidiar, a quien sea, sólo se divierte causando incomodidad.

–Tal vez… –dije analizando las cosas.

–Tuvieron sexo en tu habitación, ¿no es así? –preguntó Mu analizando las cosas.

–Sí, ¿por qué? –cuestioné desconcertado.

–Bueno, si yo pude ver la nota que Saga te dejó, porque la dejaste en un lugar visible, estoy seguro que Deathmask bien pudo leerla también –respondió aclarándome muchas de mis dudas.

–Cierto, la nota de Saga… –dije reflexionando lo que Mu había dicho recién. Me sentí estúpido. Me llevé ambas manos a la cabeza y comencé a jalar mi cabello sin mucha fuerza. Me sentí frustrado.

–Creo que debes tomártelo con calma. Debes hablar con Saga para saber qué tanto vio o escuchó de lo que pasó en cáncer porque, como te lo dije, cuando yo entré al templo de Deathmask ya lo tenías encima prácticamente y no sé qué tanto pudo ver Saga –dijo Mu haciéndome reaccionar.

– ¡Cierto! –Exclamé–, debo… hablar… con Saga… –dije como si sintiera que estaba desinflándome de pronto.

–Date tiempo, Afrodita –insistió Mu–. Igualmente, primero hay que esperar a que las cosas se calmen, ¿no crees? –me dijo Mu con esa mirada comprensiva y dulce que tanto lograba tranquilizarme. De verdad estaba agradecido de poder contar con él como amigo.

–Gracias… –musité conmovido.

–Descansa, te ves agotado y bien te vendría dormir un poco. Come algo y ve a dormir, Afrodita –dijo Mu a modo de despedida.

–Lo haré, gracias de nuevo.

–Te veo mañana.

–Sí, gracias.

Mu salió de mi templo. Me quedé mirándolo desaparecer en el horizonte. Comencé a repasar todo lo que había sucedido, comencé a recriminarme de nuevo, me sentía tan estúpido. Pensar que le había confesado a Deathmask lo que sentía me hizo sentir extraño, sabía que en ese momento aún no sabía que yo le gustaba a Saga, y tuvimos un sexo bastante intenso. Y pensar en que Saga se había confesado y que había querido hablar conmigo y yo lo había evitado… me hizo sentir culpable.

Suspiré, pensé en comer algo pero incluso sentía asco. Fui directo a mi alcoba, tomé entre mis manos aquella nota de Saga y la guardé con cuidado en un cajón de mi mesilla de noche. Me recosté, cerré mis ojos y me concentré en dormirme. No voy a mentir, dormí algunas horas, pero me desperté y aún estaba oscuro. Me levanté con pesadez para asomarme a través de la ventana. No había una sola luz encendida en el santuario.

Bajé a la cocina de mi templo, preparé café. Tenía ganas de beber café. Miré el reloj de pared que tenía en la cocina: las 3 de la mañana, era raro que en leo y escorpio las luces estuviesen apagadas. Me senté frente a la mesa con mi humeante taza llena de café negro. Suspiré. Había estado haciendo eso bastante ya. Golpeé la mesa con mi mano derecha. Un par de lágrimas emergieron de mis ojos y rodaron a través de mis mejillas goteando sobre la mesa. Había querido contenerme hasta el punto de no poder hacerlo más, agradecí estar solo, por primera vez…

– ¿Afrodita? –escuché la voz de Saga dentro de mi templo. Limpié  mi rostro con desesperación. Me puse de pie y salí de la cocina.

Ahí estaba, de pie buscándome con la mirada. Una vez que pudo verme le vi sonreír ligeramente. Me gustó ver aquella expresión. Me acerqué con lentitud a donde él estaba.

– ¿Quieres beber café? –pregunté con nerviosismo. Él asintió. Lo guie a la cocina y le invité a sentarse frente a la mesa mientras servía su taza con café y rellenaba la mía de nuevo.

Coloqué ambas tazas sobre la mesa, jalé una de las sillas y me senté. Saga me miraba con insistencia. Sabía qué quería decirle, preguntarle, pero no podía articular palabra.

– ¿Sueles desvelarte? –me preguntó para romper el silencio y el ambiente incómodo que se había creado.

–No, de hecho. Pero dormí desde antes de las 6 de la tarde, así que asumo que tiene que ver con eso –respondí más tranquilo–. Saga, ¿qué querías hablar conmigo? –pregunté finalmente.

–Te dejé una nota en tu habitación… –musitó con timidez–. He estado enamorado de ti desde hace algún tiempo ya. Pero no soy muy bueno en hablar de lo que siento, mucho menos en demostrarlo, al menos no como quisiera –explicó girando sobre la mesa la taza con aquel caliente líquido.

–Saga, yo… –intenté decir, pero me interrumpió.

–Sé que has observado a Deathmask desde hace mucho. Me di cuenta, y sólo quería explicarte que el haber venido a confesarte lo que siento por ti no fue para hacerte cambiar de opinión. Fue porque ya no podía más con lo que sentía, y con qué pensaras que me das asco o algo así.

– ¿Cómo sabes eso? –pregunté alarmado.

–Mu habló conmigo. No hace mucho, sobre que era importante que te dijera lo que sentía por ti, porque tú creías que sentía repulsión hacia tu persona –aquella explicación silenció todas las dudas que se habían estado agolpando en mi cabeza.

–Así que Mu sabía que te gusto –pregunté con timidez.

– ¿Recuerdas que cuando llegaste al santuario, Mu y yo fuimos los primeros en darte la bienvenida? –preguntó con una mirada dulce.

–Sí, nos llevábamos tan bien, y de pronto tú dejaste de hablar conmigo; no pude entenderlo, pero lo respeté. Y de pronto el no hablar se convirtió en que me evadieras a toda costa, y comencé a sentir que me mirabas con asco, y entonces sentí asco de mí…

Saga se levantó de la silla, se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Quedé boquiabierto y enmudecido. Le rodeé con mis brazos, sentir la calidez de Saga rodeándome me hizo sentir feliz.

–Perdóname, perdóname, por favor… –me suplicó una y otra vez.

–Estoy bien, Saga –dije haciéndome hacia atrás para poder ver su rostro. Aquella mirada triste logró hacerme sentir un pinchazo en el pecho que jamás había experimentado hasta ahora.

–Yo no quería hacerte sentir así, jamás fue mi intención…

Le interrumpí besando sus labios, acaricié su rostro con mis manos. Metí mi lengua en su boca; sentí sus manos aferrarse a mi cuerpo. Su lengua jugueteó con la mía… Susurró mi nombre haciendo que mi piel se erizara de pies a cabeza. Comenzó a besar mi cuello con dulzura y sus manos acariciaban mi espalda, tratando de subir mi camisa para tocar mi piel.

–Me gustas mucho, Saga… –musité completamente sonrojado.

Se detuvo para mirarme a los ojos, sonrió de forma sensual. Dio un rápido beso sobre mis labios. Me soltó dando un par de pasos atrás. Le miré confundido. Tomó mi mano y la acercó a su rostro. Le miré con curiosidad, beso mi mano. Apreté su mano con la mía y lo jalé para que me acompañase a mi alcoba. Quería estar con él, dormir a su lado, amanecer con él.

Entramos a mi habitación, le abracé con fuerza comenzando a besar su cuello con insistencia. Comencé a desabotonar la camisa que cubría mi torso y retirarla. Saga tomó mis manos entre las suyas, acercó su frente a la mía y me miró a los ojos. Me sentí nervioso al estar en esta situación por primera vez, no era ansiedad lo que estaba sintiendo, mi corazón latía con fuerza al punto de hacerme sentir mareado. Sentí los labios de Saga sobre mi frente. Cerré mis ojos y sentí cómo me abrazaba de nuevo, acarició mi espalda con ternura haciéndome estremecer con aquel contacto de su piel contra la mía. Apreté su camisa con mis manos. Me gustaba sentir sus manos, sus labios en mi rostro y mi cuello. Acarició mi cadera haciéndome temblar

Comencé a desabotonar su camisa con torpeza, hasta desesperarme y comenzar a dar ligeros tirones. Saga se detuvo y me ayudó a retirarle la camisa. Le miré apenado. Volvió a besarme. Me abrazó de nuevo y seguimos besándonos. Mis manos recorrieron su torso y su espalda con insistencia, estaba empezando a ponerme ansioso. Acarició mi vientre, deslizando su mano por debajo de mi pantalón, me sujeté con más fuerza a su cuerpo. Jadeé.

Me levantó en brazos y me colgué de su cuerpo rodeándole con mis piernas y brazos. Besé su cuello jugueteando con el lóbulo de su oreja derecha, mordisqueando, susurrando a su oído lo mucho que me gustaba.

Me recostó sobre la cama y se separó de mí. Me miró de una forma que me hizo estremecer. Acercó sus manos a mi pantalón, comenzando a retirarlo despacio, sin dejar de mirar mi rostro, aquella sonrisa juguetona en su rostro me tenía completamente congelado.

Sus manos rozando mi piel, su mirada fija a mi rostro. Quería estar con él, estaba sintiéndome feliz. Besó mi torso, mi abdomen, mi entrepierna sin dejar de acariciar mi cadera y mis muslos. Sólo podía acariciar su cabeza y hombros, deseando que me besara de nuevo.

–Saga… –supliqué acariciando su rostro–. Bésame, por favor…

Saga me miró con los ojos bien abiertos, sonrió y se recostó sobre mi cuerpo. Sentir su peso sobre mí hizo que me doliera el cuerpo, pero me aferré al suyo con fuerza. Mordisqueé sus labios y comencé a besarlo apasionadamente. Sentí su aprisionada erección sobre mi vientre, no pude evitar gemir. Llevé mis manos a sus glúteos, comencé a deslizar mis manos a través de su cadera hasta llegar a la cremallera y comenzar a forcejear con ella para tratar de abrir su pantalón y así liberar su pene erecto de su prisión. Gimió.

Se enderezó un poco para quitarse el pantalón, pude ver su pene erguido aún siendo aprisionado por sus interiores. Los retiró dejándome ver el sexo de Saga. Me relamí los labios, quería probarlo. Le tumbé sobre la cama sorprendiéndolo. Me deslicé sobre su cuerpo para llegar a su pene y comenzar a besarlo y lamerlo de su base a la punta, jugueteando con mi lengua. Gemía y jadeaba mi nombre de forma entrecortada invitándome a seguir jugueteando. Introduje su miembro en mi boca con lentitud, degustando aquel delicioso sabor salado de su piel. Su pene fue poniéndose más duro conforme succionaba y presionaba con mi lengua. Me gustaba escuchar mi nombre con su voz entrecortada y ronca, producto de su excitación. Sentí sus manos apretar mis hombros. Levanté mi mirada para ver su rostro arrebolado y jadeante.

–Por favor… –pidió con voz ronca, erizándome la piel aún más–, Ven aquí.

Besé una vez más el glande presionándolo con mis labios y me incorporé para acercar mi rostro al suyo. Me abrazó y con delicadeza me recostó sobre mi cama, gemí al sentir su cuerpo presionar mi propio pene erecto. Le acarició con la mano rodeándolo para comenzar a masturbarme, mientras humedecía uno de sus dedos para comenzar a introducirlo en mi cuerpo con lentitud, arrancándome un sonoro y profundo gemido. Comenzó a mover aquel dedo de forma juguetona mientras besaba mi muslo derecho. Me estremecí por tanto estímulo que estaba convirtiéndose en una dulce tortura. Sentí la invasión del segundo dedo de Saga en mi cavidad anal. Resoplé su nombre completamente ansioso. Movía aquellos dedos jugueteando con mi paciencia. Los sacó y me miró de nuevo. Levantó mi cadera con sus manos y comenzó a entrar en mi cuerpo con lentitud gimiendo y jadeando. El grosor de su pene llenaba mi interior haciéndome sentir más caliente de lo que ya estaba, sentí dolor, más producto de la falta de delicadeza que Dethmask había tenido… Disfruté cada movimiento de la cadera de Saga y lo profundo que golpeaba su sexo en mi interior, mientras yo comenzaba a masturbarme hasta que una mano de Saga se unió a mi labor. El ritmo de las embestidas de Saga fue incrementando junto con el ritmo de nuestros jadeos, no podía más, me corrí en la mano de Saga conforme él golpeaba con mayor intensidad en mi interior hasta que sentí su caliente semen inundarme y comenzar a salir de mi cuerpo. Le rodeé con mis brazos y lo atraje hacia mí para volver a besarlo. Salió de mi interior y se acomodó a mi lado sobre la cama. Me recosté sobre su torso y me rodeó con sus brazos.

–Gracias, Saga… –dije aún agitado–. Por mirarme de esa manera.

Sonrió. Besó mi frente y acarició mi rostro.

–He esperado por estar contigo ya algunos años, Afrodita. Yo veo a alguien maravilloso justo frente a mis ojos, alguien cuyo valor en mi vida es incomparable.

–Gracias por esperarme… –dije entre risas nerviosas–. Quiero estar contigo.

Me miró con asombro y me apretó entre sus brazos emocionado. Debo admitir que me sentí feliz, y aunque el cuerpo me dolía de forma terrible, me aferré a su cuerpo. No podía evitar sonreír, estaba sintiéndome feliz como no había experimentado antes.

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