Fue casi a primera vista… quizás más
bien a tercera o cuarta, tal vez. Yo había llegado al santuario apenas una o
dos semanas antes que él llegara; me cuesta trabajo recordarlo. Había logrado
obtener mi armadura dorada tras un muy duro entrenamiento con rosas
envenenadas, logré dominarlo todo: el veneno, las técnicas, mi poder, mi
cosmoenergía, todo. O eso creía yo, hasta darme cuenta que lo único que jamás
pude dominar fue la forma que me hacía sentir al mirarme, me robaba el aliento,
aceleraba mi corazón al punto de hacerme sentir mareado...
I
Mala primera impresión.
Llegué y fui recibido por el patriarca
Shion, quien pareció asombrarse por mi apariencia y mi edad; fue como si
hubiera visto a alguien más débil de lo que en verdad soy. Primero pareció
desilusionado al verme, como si hubiera pensado: “éste debilucho, ¿lo logró?”,
y después pareció verle un lado positivo que fui entendiendo con el tiempo, y
que cuando lo entendí fue totalmente extraño y desagradable.
Primero se me encomendó no salir de mi
templo a menos que fuera llamado a ir al templo principal a las audiencias del
patriarca, sólo había unos cuantos templos ocupados por lo que en su mayoría
asistían caballeros de plata. Saga de géminis solía asistir y permanecer en
absoluto silencio todo el tiempo, mientras el patriarca daba indicaciones y
avisos, a diferencia de Milo de escorpio quien intentaba una y otra vez que
Camus de acuario platicase con él; incluso lo intentaba durante los
entrenamientos matutinos a los que ellos asistían todos los días, a los que
comencé a asistir una vez que se me dio la orden de que lo hiciera, a la
segunda semana de haber llegado al Santuario.
No fue difícil integrarme, Camus y Shura
de capricornio solían conversar una vez terminados los entrenamientos y el
primer día que asistí Camus se presentó conmigo: “vivo en acuario, el templo
justo debajo del tuyo, bienvenido al santuario de Athena”, me dijo; no pude
evitar sentirme cómodo con él y Shura,
ambos eran amables y les gustaba conversar de todo un poco. Podía reírme
horas cuando mientras conversábamos Milo intentaba acercarse a Camus y
“conquistarlo”. Shura solía bromear con ello una vez que Camus lograba que Milo
se alejara de nosotros, siempre de forma cortés y fría.
–Deberías de volteársela alguna vez,
Camus –rió Shura recibiendo como respuesta una fría mirada de Camus, poniendo
fin a la conversación.
–Debo irme a piscis –dije cortando el
par de minutos de silencio incómodo que nos rodeaba.
–Sí, yo voy a capricornio, seguramente
hoy llegan los que van a cubrir los templos de tauro y cáncer –dijo Shura
mirando hacia la amplia explanada–, se ve mucho movimiento, siempre s ve así
cuando llega alguno de nosotros.
–Supongo… –suspiró Camus finalmente–. Lo
que quiere decir que mañana habrá audiencia con Shion, ¿verdad?
–Asumo que sí –dijo Shura con sonrisa
cómplice–, no podremos saltárnosla.
– ¿Quién ocupa los templos de virgo y
aries? –pregunté dándome cuenta que ambos templos estaban ocupado, pero ambos
caballeros no solían asistir a los entrenamientos matutinos.
–En aries está Mu, el discípulo de
Shion, como sigue en entrenamiento con Shion no viene a entrenar con nosotros
–explicó Camus–, con respecto a virgo, su nombre es Shaka, dicen que es muy
fuerte, que es el más cercano a ser un dios por la cantidad de poder que tiene,
y nunca sale de su templo, a menos que sea llamado por el patriarca.
–Ya veo… –dije viendo que alguien
llegaba al santuario con la caja de armadura dorada a sus espaldas, su piel
bronceada y su estructura fuerte no mentían era un caballero dorado.
–Ya llegó uno, habrá que ver de qué
templo es… –dijo Shura observando la escena junto con nosotros.
–Cáncer –interrumpió Camus–. He
escuchado que quien defiende el templo de tauro es alguien con mucha fuerza
física y con una estatura superior a la de los demás– explicó sin desviar su
mirada de aquel caballero que llegaba al santuario.
–Debemos volver –dijo Shura, asentí sin
decir nada. Sólo pensar que por la mañana habría audiencia con Shion lograba
hacer que mi cabeza doliera.
Regresamos a nuestros templos
quejándonos de la temida audiencia, Shion era fanático de dar discursos y
explicaciones largas, amaba escuchar su propia voz; y no era lo único
desagradable de Shion, tenía una mirada penetrante, de esas que sientes que te
desnudan cuando se posan sobre ti.
Por la tarde un soldado acudió a mi
templo a darme la noticia, por la mañana habría audiencia en el templo
principal, para recibir a los caballeros de tauro y cáncer; además que habría
nuevas comisiones dentro del santuario. No pude evitar sentir náuseas, pasar mi
mañana escuchando palabrerías huecas y recibiendo miradas morbosas de Shion y
otros soldados era verdaderamente desagradable, jamás me había desagradado
tener belleza física, siempre me había pasado desapercibido, pero nunca lo
había percibido como un defecto.
Salí de mi templo, tenía que hacerlo,
caminar en los alrededores del santuario y despejarme, la sola idea de imaginar
la mirada de Shion sobre mí me daba asco, y seguir pensando en ello lograría
que lo demostrara tarde o temprano, y mejor que fuera tarde que en esa
audiencia.
Descendí hasta la explanada de
entrenamiento y me encaminé hacia el bosque que rodea el santuario, antes de
llegar al pueblo, era una fresca tarde, el viento era refrescante y estaba
disfrutando mi caminata vespertina cuando escuché que alguien reía a
carcajadas, me acerqué y vi a un niño en el suelo llorando frente a otro que
reía sin poder parar, de pronto aquel muchacho que había llegado con la
armadura de cáncer se acercó a ellos, se detuvo justo frente a la escena y se
quedó mirándolos de forma fría.
– ¿Qué hacen ahí? –cuestionó en un tono
burlón.
–Mi hermano quería alcanzarme y se cayó
–explicó el niño que segundo atrás estaba riéndose de su hermanito, quien
seguía en el suelo sollozando.
– ¿Y tú, por qué lloras? –preguntó
dirigiéndose al niño en el suelo quien levantó su mirada empañada y sólo se
limitó a mirarlo sin poder decir nada–. Si no tienes motivos reales para llorar
ahorra tus lágrimas, las necesitarás de verdad algún día.
Ambos niños se miraron mutuamente, el
pequeño que estaba en el suelo se levantó sin decir nada, secó sus lágrimas con
su mano ensuciando su carita de lodo y ambos corrieron lejos de ahí sin decir
más.
–Niños… –bufó aquel muchacho sentándose
sobre un tronco que estaba cerca de donde había estado el niño de rodillas
sobre el suelo.
–Creo que pudiste tener más tacto,
compañero –dije aproximándome–, no dejan de ser niños.
–Seguramente no saben lo que es sufrir,
se les hace fácil llorar por todo; además, ¿quién demonios eres tú?
–Caballero dorado, Afrodita de piscis
–respondí mirándole fijamente.
– ¿Caballero dorado? –cuestionó
asombrado–, ¿alguien tan femenino como tú?
–La apariencia es engañosa a veces,
compañero –dije esbozando una ligera sonrisa, bastante forzada, nuevamente mi
apariencia era un motivo para juzgar mi capacidad como caballero dorado.
–Ya me habían dicho que uno de los
caballeros dorados parecía mujer, pero no imaginé que tanto –rió mirándome de
forma burlona.
– ¿Tú quién demonios eres, entonces?
–pregunté con molestia.
–Deathmask de cáncer –se limitó a
responder levantándose de aquel tronco.
–Tengo cosas que hacer, me voy.
–Diviértete de compras –rió aquel
caballero sin que yo tuviera ganas de hacerle caso, me limité a seguir mi
camino, ahora tenía alguien más a quien quería evitar en el santuario, aunque
por motivos diferentes.
Seguí dando vueltas por el bosque hasta
cansarme, decidí volver al santuario y caminar cn rapidez, por si aquel tipo ya
estaba en su templo, debía tener cuidado o terminaría respondiendo a sus burlas
de forma violenta y entonces sabría con quién estaba metiéndose. Pero tampoco
quería ser sancionado por Shion, era darle motivos para decir que me faltaba
carácter para estar en el santuario, que era lo suficientemente frágil para
responder a burlas estúpidas… no, no quería eso.
Tenía que evitarlo a toda costa, por
salud mental, y también por el bien de mi vida en el santuario de Athena.
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