3 abr 2014

I. Mala primera impresión.



Fue casi a primera vista… quizás más bien a tercera o cuarta, tal vez. Yo había llegado al santuario apenas una o dos semanas antes que él llegara; me cuesta trabajo recordarlo. Había logrado obtener mi armadura dorada tras un muy duro entrenamiento con rosas envenenadas, logré dominarlo todo: el veneno, las técnicas, mi poder, mi cosmoenergía, todo. O eso creía yo, hasta darme cuenta que lo único que jamás pude dominar fue la forma que me hacía sentir al mirarme, me robaba el aliento, aceleraba mi corazón al punto de hacerme sentir mareado...

I
Mala primera impresión.

Llegué y fui recibido por el patriarca Shion, quien pareció asombrarse por mi apariencia y mi edad; fue como si hubiera visto a alguien más débil de lo que en verdad soy. Primero pareció desilusionado al verme, como si hubiera pensado: “éste debilucho, ¿lo logró?”, y después pareció verle un lado positivo que fui entendiendo con el tiempo, y que cuando lo entendí fue totalmente extraño y desagradable.

Primero se me encomendó no salir de mi templo a menos que fuera llamado a ir al templo principal a las audiencias del patriarca, sólo había unos cuantos templos ocupados por lo que en su mayoría asistían caballeros de plata. Saga de géminis solía asistir y permanecer en absoluto silencio todo el tiempo, mientras el patriarca daba indicaciones y avisos, a diferencia de Milo de escorpio quien intentaba una y otra vez que Camus de acuario platicase con él; incluso lo intentaba durante los entrenamientos matutinos a los que ellos asistían todos los días, a los que comencé a asistir una vez que se me dio la orden de que lo hiciera, a la segunda semana de haber llegado al Santuario.

No fue difícil integrarme, Camus y Shura de capricornio solían conversar una vez terminados los entrenamientos y el primer día que asistí Camus se presentó conmigo: “vivo en acuario, el templo justo debajo del tuyo, bienvenido al santuario de Athena”, me dijo; no pude evitar sentirme cómodo con él y Shura,  ambos eran amables y les gustaba conversar de todo un poco. Podía reírme horas cuando mientras conversábamos Milo intentaba acercarse a Camus y “conquistarlo”. Shura solía bromear con ello una vez que Camus lograba que Milo se alejara de nosotros, siempre de forma cortés y fría.

–Deberías de volteársela alguna vez, Camus –rió Shura recibiendo como respuesta una fría mirada de Camus, poniendo fin a la conversación.
–Debo irme a piscis –dije cortando el par de minutos de silencio incómodo que nos rodeaba.
–Sí, yo voy a capricornio, seguramente hoy llegan los que van a cubrir los templos de tauro y cáncer –dijo Shura mirando hacia la amplia explanada–, se ve mucho movimiento, siempre s ve así cuando llega alguno de nosotros.
–Supongo… –suspiró Camus finalmente–. Lo que quiere decir que mañana habrá audiencia con Shion, ¿verdad?
–Asumo que sí –dijo Shura con sonrisa cómplice–, no podremos saltárnosla.
– ¿Quién ocupa los templos de virgo y aries? –pregunté dándome cuenta que ambos templos estaban ocupado, pero ambos caballeros no solían asistir a los entrenamientos matutinos.
–En aries está Mu, el discípulo de Shion, como sigue en entrenamiento con Shion no viene a entrenar con nosotros –explicó Camus–, con respecto a virgo, su nombre es Shaka, dicen que es muy fuerte, que es el más cercano a ser un dios por la cantidad de poder que tiene, y nunca sale de su templo, a menos que sea llamado por el patriarca.
–Ya veo… –dije viendo que alguien llegaba al santuario con la caja de armadura dorada a sus espaldas, su piel bronceada y su estructura fuerte no mentían era un caballero dorado.
–Ya llegó uno, habrá que ver de qué templo es… –dijo Shura observando la escena junto con nosotros.
–Cáncer –interrumpió Camus–. He escuchado que quien defiende el templo de tauro es alguien con mucha fuerza física y con una estatura superior a la de los demás– explicó sin desviar su mirada de aquel caballero que llegaba al santuario.
–Debemos volver –dijo Shura, asentí sin decir nada. Sólo pensar que por la mañana habría audiencia con Shion lograba hacer que mi cabeza doliera.
Regresamos a nuestros templos quejándonos de la temida audiencia, Shion era fanático de dar discursos y explicaciones largas, amaba escuchar su propia voz; y no era lo único desagradable de Shion, tenía una mirada penetrante, de esas que sientes que te desnudan cuando se posan sobre ti.

Por la tarde un soldado acudió a mi templo a darme la noticia, por la mañana habría audiencia en el templo principal, para recibir a los caballeros de tauro y cáncer; además que habría nuevas comisiones dentro del santuario. No pude evitar sentir náuseas, pasar mi mañana escuchando palabrerías huecas y recibiendo miradas morbosas de Shion y otros soldados era verdaderamente desagradable, jamás me había desagradado tener belleza física, siempre me había pasado desapercibido, pero nunca lo había percibido como un defecto.

Salí de mi templo, tenía que hacerlo, caminar en los alrededores del santuario y despejarme, la sola idea de imaginar la mirada de Shion sobre mí me daba asco, y seguir pensando en ello lograría que lo demostrara tarde o temprano, y mejor que fuera tarde que en esa audiencia.
Descendí hasta la explanada de entrenamiento y me encaminé hacia el bosque que rodea el santuario, antes de llegar al pueblo, era una fresca tarde, el viento era refrescante y estaba disfrutando mi caminata vespertina cuando escuché que alguien reía a carcajadas, me acerqué y vi a un niño en el suelo llorando frente a otro que reía sin poder parar, de pronto aquel muchacho que había llegado con la armadura de cáncer se acercó a ellos, se detuvo justo frente a la escena y se quedó mirándolos de forma fría.
– ¿Qué hacen ahí? –cuestionó en un tono burlón.
–Mi hermano quería alcanzarme y se cayó –explicó el niño que segundo atrás estaba riéndose de su hermanito, quien seguía en el suelo sollozando.
– ¿Y tú, por qué lloras? –preguntó dirigiéndose al niño en el suelo quien levantó su mirada empañada y sólo se limitó a mirarlo sin poder decir nada–. Si no tienes motivos reales para llorar ahorra tus lágrimas, las necesitarás de verdad algún día.
Ambos niños se miraron mutuamente, el pequeño que estaba en el suelo se levantó sin decir nada, secó sus lágrimas con su mano ensuciando su carita de lodo y ambos corrieron lejos de ahí sin decir más.
–Niños… –bufó aquel muchacho sentándose sobre un tronco que estaba cerca de donde había estado el niño de rodillas sobre el suelo.
–Creo que pudiste tener más tacto, compañero –dije aproximándome–, no dejan de ser niños.
–Seguramente no saben lo que es sufrir, se les hace fácil llorar por todo; además, ¿quién demonios eres tú?
–Caballero dorado, Afrodita de piscis –respondí mirándole fijamente.
– ¿Caballero dorado? –cuestionó asombrado–, ¿alguien tan femenino como tú?
–La apariencia es engañosa a veces, compañero –dije esbozando una ligera sonrisa, bastante forzada, nuevamente mi apariencia era un motivo para juzgar mi capacidad como caballero dorado.
–Ya me habían dicho que uno de los caballeros dorados parecía mujer, pero no imaginé que tanto –rió mirándome de forma burlona.
– ¿Tú quién demonios eres, entonces? –pregunté con molestia.
–Deathmask de cáncer –se limitó a responder levantándose de aquel tronco.
–Tengo cosas que hacer, me voy.
–Diviértete de compras –rió aquel caballero sin que yo tuviera ganas de hacerle caso, me limité a seguir mi camino, ahora tenía alguien más a quien quería evitar en el santuario, aunque por motivos diferentes.
Seguí dando vueltas por el bosque hasta cansarme, decidí volver al santuario y caminar cn rapidez, por si aquel tipo ya estaba en su templo, debía tener cuidado o terminaría respondiendo a sus burlas de forma violenta y entonces sabría con quién estaba metiéndose. Pero tampoco quería ser sancionado por Shion, era darle motivos para decir que me faltaba carácter para estar en el santuario, que era lo suficientemente frágil para responder a burlas estúpidas… no, no quería eso.
Tenía que evitarlo a toda costa, por salud mental, y también por el bien de mi vida en el santuario de Athena.

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