La tarde transcurrió tranquila en el templo principal del Santuario de Athena, todos charlaban, bailaban, algunos salían del salón para poder charlar sin intervenciones de otros, otros tantos caminaban en la explanada del templo principal para conocerla.
Comenzó a anochecer y Mina se encontraba sentada frente a la estatua de Athena, la contemplaba con admiración hasta escuchar la voz de Saga llamándole…
— ¿Mina, estás bien?— preguntó ligeramente preocupado el guerrero de Géminis.
—Sí, estaba mirando la estatua, todo este lugar es bellísimo— exclamó entusiasmada –Además que me da mucho gusto verte y estar contigo—
Escuchar aquello le llenaba de una paz extraña para él, había pasado tiempo sin verla y había llegado a pensar que la relación se perdería por la distancia y la falta de contacto que a veces sucedía, sonrió ligeramente y se sentó a su lado, la joven le miró sonriente y ligeramente sonrojada gesto que lograba llamar su atención poderosamente.
—Me da gusto poder estar así contigo ahora Mina— murmuró con voz grave el geminiano tras acercar su rostro a la mejilla de la chica, logrando hacerla temblar.
La rodeó con sus fuertes brazos y juntos miraron el horizonte charlando de todo lo que habían hecho en los meses que no se habían visto, Desde el interior del salón Saori contemplaba enternecida aquella escena, jamás se imaginó ver a sus guerreros involucrándose con chicas ajenas al santuario, regresó su mirada hacia Serena que la miraba curiosa preguntándose qué podría hacerla sonreír de esa manera.
—Ha sido una excelente idea aliarnos Serena— dijo sonriente Saori.
—Lo sé, pero… ¿A qué te refieres con exactitud?— preguntó curiosa.
—Mis guerreros se encuentran contentos con su visita, y yo también, es bueno tener amigos y aliados para compartir penas y alegrías ¿No lo crees así?— preguntó Saori.
— ¡Por supuesto! También me da mucho gusto estar aquí con mis amigas— rió Serena mirando a su alrededor como las guerreras y los guerreros charlaban amenamente disfrutando el momento de reunión.
—Supongo que mañana querrán hacer algo en específico— sugirió Saori.
—No, para nada. Michiru sugirió no planear nada para poder conocer sin itinerarios o limitantes de tiempo o espacio y al final terminar agotadas o decepcionadas— explicó la joven diosa a Saori que la escuchaba atentamente mientras asentía ligeramente con la cabeza.
—Bien, entonces así será— sonrió finalmente Saori volviendo a mirar hacia el salón –Iré a tomar un poco de aire fresco ¿vienes Serena?—
— ¡Claro!— aseveró entusiasmada la joven diosa.
Ambas jóvenes caminaron seguidas por Darien hasta la entrada del lujoso salón, un par de pretorianos abrieron las puertas para dejarles salir, caminaron sin decir una sola palabra pero la mirada entusiasta de Serena lograba hacer sonreír a Saori, Darien contemplaba el lujo del templo principal sin dar crédito a lo que sus ojos veían conforme caminaban hacia la salida el mismo.
— ¿Es fácil vivir en un lugar así Saori?— preguntó finalmente Serena deteniéndose a observar el templo desde su entrada.
—No— respondió con dejo de tristeza con la mirada fija en el horizonte –para serte honesta es bastante solitario, aunque todos ellos viven aquí también cada uno tiene sus propias actividades entre ellas cuidarme—
El tono de Saori logró conmover a Serena de cierta manera sabía lo que era ser cuidada por más personas pero sin duda alguna no sabía lo que era sentirse sola.
—Las dejaré solas para que puedan conversar— dijo Darien con ligera sonrisa, sabía que tenían mucho por conversar y él quería recorrer el templo principal al menos.
—Claro Darien, recuerda que estás en tu casa— sonrió Saori.
Ambas jóvenes se miraron con amplia sonrisa de verdad estaban felices de volver a verse y sin necesidad de aliarse para combatir con algún enemigo o algún dios que amenazara la paz de la tierra.
El resto de la tarde y noche transcurrieron tranquilamente, las jóvenes fueron llevadas a las habitaciones que Saori les había mandado preparar para su estancia en el santuario y todos descansaban plácidamente con la idea de salir a recorrer Atenas desde temprano para que las visitantes japonesas tuvieran la oportunidad de conocer lo más posible.
En el santuario de Rodas, Mime y Tholl conversaban tranquilamente en su habitación, con cautela Tholl le había explicado a Mime lo que sucedía y habían acordado planear algo para lograr ir a Atenas y advertir lo que sucedía.
En la otra habitación Alberich trataba de conversar con Phenril que sólo le miraba y volvía su mirada a la ventana sin emitir palabra alguna, si bien Phenril era un hombre de pocas palabras por su desconfianza en los humanos con Alberich era aún más silencioso debido a la arrogancia de su compañero.
—Creo que debemos dormir ya Alebrich— dijo secamente Phenril acomodándose sobre la mullida cama y cubriéndose con la sábana para intentar descansar.
Alberich le miró desconcertado, aún no terminaba de contarle todas sus ambiciones con esta nueva alianza que la señorita Hilda había creado con Helios y todo lo que de ahí él podía obtener…
Por la mañana Helios mandó llamar a los dioses guerreros a su salón principal para acordar la estrategia de investigación de la alianza entre Athena y su gemela Selene.
—Yo sugiero enviar a alguno de los dioses guerreros a Atenas para acercarse, después de todo se supone que habían quedado en paz después del asunto del Nibelungo ¿no es así?— preguntó Circe mirando a Phenril.
—Así es— respondió secamente el dios guerrero.
—Me parece bien, observar desde el interior es mejor que hacerlo desde afuera— rió Helios mirando a los dioses guerreros –Pero ¿Quién será el indicado para ser enviado?— continuó mirándolos cuidadosamente.
—Si me permite intervenir en este asunto— interrumpió Tholl siendo aprobada su intervención por Helios –Considero prudente enviar a Phenril o Mime, Alberich no quedó precisamente en buenos términos con los guerreros de Athena y él no conseguiría nada—
Alberich miró a su compañero con coraje, sabía que Tholl no mentía pero era como hacerlo a un lado y eso era algo que sencillamente él no podía dejar pasar tan fácil.
—Lo que dices es importante— dijo Helios analizando la situación.
— ¿Y por qué no tú?— preguntó Circe curiosa.
—No es que yo no pueda ir, preferiría no hacerlo la verdad la arrogancia de los caballeros dorados me enferma y eso sólo terminaría en conflicto, no en investigación.
La explicación de Tholl parecía lógica, al menos a los oídos de Helios y Circe que estaban presentes en el salón principal, sin lugar a dudas había que enviar a Mime o Phenril a Atenas a investigar esa alianza, sobre todo porque Aetón ya había informado que se encontraban todos en Atenas…
—Será Phenril— dijo Helios sin titubear.
El dios guerrero sólo asintió con la cabeza y tras mirar a sus compañeros comenzó a caminar hacia su habitación para tomar algunas de sus cosas, Circe le acompañó dándole unas instrucciones:
—Debes ser cauteloso, lleva tus cosas y diles que decidiste pasar unos días con ellos porque necesitabas un poco de sol, seguro no sospecharán nada, Aetón está en la posada de Atenas deberás ponerte de acuerdo con él para verle y darle la información que obtengas, él se encargará de dárnosla— la velocidad con que hablaba la hechicera lograba marear al dios guerrero quien guardaba sus cosas sin mirarla, sólo asentía con la cabeza sin interrumpirla hasta que —¿Entendiste todo?—
—Sí señorita Circe— respondió el guerrero mirándola fijamente –Iré y les voy a decir que quiero pasar unos días ahí, la información que obtenga se la diré a Aetón con quien me pondré de acuerdo y él se las dará a ustedes ¿es todo?— la apariencia tranquila y fría del guerrero lograba desconcertar a Circe, aunque no le generaba desconfianza alguna.
—Bien, debes irte, recuerda buscar a Aetón y darle la información, no levantes sospechas— confirmó la hechicera saliendo de la habitación.
Alberich entró molesto y se dejó caer sobre su cama, Phenril sólo le miró y volvió su mirada a su bolsa de viaje.
—Tholl es un infeliz, cambia los planes y frustra los míos, pero ya verá…— murmuró furioso el dios guerrero.
—Deberías pensar mejor las cosas, si entre nosotros peleamos sólo lograrás que desconfíen de nosotros y tus planes se vendrían al suelo junto contigo— dijo Phenril tomando la bolsa y saliendo de la habitación siendo seguido por su hermano lobo.
Mientras tanto en Atenas algunas chicas caminaban por la playa mientras Mina y Serena conversaban sentadas sobre la arena. Camus, Milo, Shura y Saga miraban desde las rocas todo el movimiento y Aphrodite bebía un cóctel sentado en una banca cerca de sus compañeros.
—Sin duda ellas están divirtiéndose y mucho— dijo sonriente Aphrodite.
—Supongo— respondió Saga mirando el mar pensativo.
— ¿Peleaste con tu novia?— preguntó Aphrodite curioso por la actitud del geminiano.
—No— respondió nuevamente sin mirarlo.
Milo y Shura comenzaron a reír al notar la actitud de Saga y la desesperación de Aphrodite por hacerlo conversar, Camus sonrió ligeramente y caminó sin decir una palabra hasta donde Michiru leía una revista sentada en la arena.
— ¿Puedo acompañarte?— preguntó el acuariano logrando captar la atención de la joven quien le sonrió al verle.
—Por supuesto caballero, puede usted sentarse a mi lado— rió Michiru mirándolo sentarse.
—Pensé que estabas ocupada.
La joven guerrera rió al escuchar el comentario y respondió: —No, sólo leía una revista de arte para entretenerme, pero ahora que estás aquí prefiero platicar contigo—
La sonrisa de Michiru le tenía fascinado sin duda alguna, le encantaba escucharla hablar, reír… verla caminar, sencillamente gustaba enteramente de su compañía…
— ¿Cómo van las cosas en Tokio?— preguntó Camus mirándola.
—Bien, sigo dando el taller de artes plásticas en la preparatoria, sigo pintando, tocando mi violín, escribiéndote cartas, digamos que tengo cosas que hacer ¿y tú qué tal?—
—Con mis entrenamientos de rutina, custodiando mi templo, buscando tiempo entre una y otra para poder escribirte o llamarte, de verdad esperaba estas vacaciones con ansias, y no creo ser el único— respondió el acuariano con ligera sonrisa.
La joven miró hacia el mar suspirando, le encantaba el mar y sin duda las playas griegas no tenía nada que pedirle al japonesas, se sentía feliz al lado de tan caballeroso guerrero pero de alguna manera aún no lograba sentirse en paz con todo lo sucedido desde la última batalla contra Afrodita…
— ¿Sucede algo?— preguntó Camus al notar el cambio en el estado de ánimo de Michiru.
—Sólo recordé la última batalla…— musitó de forma casi inaudible con la mirada empañada y un semblante lleno de tristeza.
Camus la rodeó con sus brazos, sabía que aquella batalla había representado una gran pérdida para ella y que todos esos cambios no le estaban siendo fáciles, por más que intentase mantenerse distraída y ocupada en un sin fin de actividades algunas programadas por ella misma, otras por sus amigas. Aquel gesto tomó absolutamente por sorpresa a la chica, quien sólo atinó a corresponder abrazándolo, primero para mantener el equilibrio por lo súbito y después porque se sentía segura estando en sus brazos.
Desde la orilla del mar Mina y Lita conversaban mientras caminaban jugueteando con el agua, estar tan lejos de casa de cierta manera las hacía sentir melancolía, sobre todo a Lita que no estaba acostumbrada a viajar tan lejos de casa.
— ¿Te diviertes Lita?— preguntó finalmente Mina deteniéndose para sentarse en la arena.
—Sí, aunque debo admitir que extraño mi casa— rió la joven mirando las olas romper –Aunque la verdad estoy bastante cómoda aquí— reflexionó finalmente la joven aún sin sentarse con su amiga.
—Yo también extraño mi casa y a mi familia, pero no me siento ni triste ni incómoda— rió Mina recostándose sobre la arena.
—Me imagino porqué— rió Lita volviendo su mirada hacia donde se encontraba Saga siendo atosigado por Aphrodite.
Mina se levantó de la arena y miró hacia donde Lita miraba, al notar que era Saga comenzó a reír y volvió a recostarse entre carcajadas, estaba completamente ruborizada cosa que logró hacer reír a Lita; jamás había visto así a su amiga y menos por un chico…
—Saga es una gran persona…— murmuró Mina entrecerrando sus ojos.
—Lo sé.
— ¡Chicas!—
La voz de Shun logró llamar la atención de las jóvenes que se divertían algunas conversando mientras otras jugaban con un balón de volleyball y otras sencillamente se asoleaban, Shun caminaba hacia donde Serena y Rei se asoleaban mientras las llamaba a acercarse, estaba acompañado de un joven bastante pálido y mirada fría quien iba acompañado por un lobo…
—Chicas les presento a Phenril, él es un amigo de hace tiempo, es de Asgard y vino a pasar unos días a Atenas—
— ¡Vaya! Mucho gusto Phenril— exclamó sonriente Serena –Yo soy Serena Tsukino—
—El gusto es mío— respondió secamente el dios guerrero.
—Yo soy Mina, ellas son Rei, Lita, Amy, Michiru, Setsuna y Hotaru— dijo Mina evitando alargar las presentaciones ya que el joven guerrero se veía lo suficientemente cansado y engentado.
—Gusto en conocerlas a todas— dijo Phenril recordando que debía avisarles a todos ellos lo que sucedía con Helios, por lo que de alguna manera todos eran aliados.
—Phenril luchó contra Shiryu durante la batalla en Asgard y es un gran guerrero— dijo Shun sonriente.
El dios guerrero sólo le miró tranquilo, de alguna extraña manera no se sentía desconfiado de las jóvenes guerreras de Selene ni de sus antiguos contrincantes los guerreros de Athena…
—Phenril debe estar cansado— inquirió Saga caminado hasta donde se encontraban todos –Y seguramente el lobo debe estar harto del calor—
—Eso es cierto— respondió Phenril mirando a Yin quien trataba de cubrirse del sol con las sombras de algunas chicas.
—Bien, entonces regresemos todos al templo principal ¿les parece?— preguntó Shun sonriente.
—Claro, vayamos— dijo Michiru caminando junto a Camus hacia el templo principal.
Las chicas y los caballeros atenienses que ahí se encontraban caminaron conversando mientras Phenril sólo les seguía sin emitir una sola palabra, Rei y Lita le miraban de reojo lograron percibir que algo extraño sucedía con aquel extraño guerrero asgardiano.
Ambas jóvenes alentaron su paso para separarse del resto y poder discutir sus impresiones acerca del misterioso Phenril y su lobo Yin.
— ¿Crees que sea enemigo?— preguntó Lita con voz baja.
—No lo sé, lo que puedo decirte es que hay algo extraño en él y no sólo tiene que ver con lo antisocial que parece— respondió la guerrera de Marte.
—Supongo que no estará de más observarlo de cerca— sugirió Lita mientras Rei asentía con la cabeza mientras ambas caminaban detrás del grupo con rumbo al templo de Athena.
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