Llegaron al templo principal donde algunos descansaban en una amplia y exquisitamente decorada estancia y Shiryu saludaba a Phenril en uno de los pasillos, Amy miró a sus amigas llegar y enseguida agitó ligeramente su mano para captar su atención y que se sentaran con ella.
Ambas se sentaron junto con Amy en uno de los sofás en la lujosa y amplia estancia mientras Mina conversaba animadamente con Saga y Aphrodite, éste último aún molestando a Saga para desesperarlo.
—Tenemos que hablar— musitó Rei a Amy quien sólo asintió con la cabeza intentando no llamar la atención.
—Yo avisaré a Mina— murmuró Lita levantándose para dirigirse hacia donde su amiga charlaba con ambos caballeros dorados.
— ¿Mina puedo preguntarte algo?— pidió Lita captando la atención de la joven guerrera quien sonriente asintió con la cabeza.
—Regreso luego— rió Mina dejando a un hastiado Saga con un preguntón Aphrodite.
Ambas jóvenes salieron del la estancia sin emitir una sola palabra hasta llegar a la explanada frente al templo donde Amy y Rei aguardaban pacientemente.
— ¿Te diviertes?— preguntó pícaramente Rei a la rubia guerrera quién con la pregunta sólo acertó a asentir totalmente ruborizada.
— ¿Qué te pareció el guerrero que llegó hoy?— preguntó Amy finalmente a Mina.
—Muy callado, desconfiado y le gusta aislarse— respondió la chica mirando a Lita asentir en repetidas ocasiones.
— ¿Lo consideras sospechoso?— preguntó Rei finalmente.
—No, pero si tú percibiste algo extraño lo mejor será andarnos con cuidado, observar y poner en alerta a las demás para vigilarlo— respondió Mina con absoluta seriedad –Más vale prevenir que lamentar.
—Sí, aunque aún no debemos decir nada a Serena— sugirió Rei –Ya saben cómo es ella de confiada.
—Tienes razón. Veré la manera de advertir a Michiru, Hotaru y Setsuna— afirmó Amy notando que la pesada puerta de la estancia se abría dando paso a Saga y Milo que caminaban con Phenril para llevarlo a sus aposentos en el templo principal –Y… ¿Qué tal es Aioria, Rei?— preguntó la joven para despistar.
La joven sonrió nerviosa por la pregunta, Mina y Lita sólo la observaron de forma burlona por la expresión facial de la joven que sólo miraba hacia el suelo con risa nerviosa y totalmente sonrojada.
—Mina… ¿ Puedes venir un momento?— interrumpió la voz de Saga captando la atención de las cuatro jóvenes que reían a carcajadas.
— ¡Claro!— gritó Mina haciendo un guiño a Rei.
— ¡Anda ve!— se burló Lita logrando aún más carcajadas de sus amigas mientras Mina caminaba con rapidez hacia el templo donde Saga le esperaba confundido.
— ¿Por qué tanta risa?— preguntó desconcertado el alto joven.
—Te explico luego, ¿Qué necesitabas?— respondió mirando a un confundido Phenril y a un sonriente Milo esperándolos.
—Bien, acompáñame, no quiero que Aphrodite me encuentre después de llevar a Phenril a su alcoba.
—Claro.
Caminaron los cuatro a través de el largo y lujoso pasillo adornado por las altas columnas dóricas que sostenían la techumbre además de los candelabros empotrados a las paredes que iluminaban el lugar, Mina miraba cómo Phenril examinaba todo a su alrededor junto con Yin, su fiel hermano lobo.
Llegaron ante la puerta de la habitación, Milo la abrió lentamente dejando ver la amplia y lujosa habitación que Saori le había destinado, Phenril abrió sus ojos en señal de sorpresa por la habitación, en el templo de Helios tenía una habitación con lujos pero no tan ostentosos como aquella habitación que estaba frente a sus ojos…
—Gracias— dijo tímidamente el guerrero asgardiano.
— ¡Siéntete en confianza!— exclamó Milo dándole una palmada en la espalda, gesto que le desconcertó, con sus compañeros la camaradería era diferente, bastante más fría y rigurosa si se atrevía a analizarlo.
—Te dejamos para que te pongas cómodo y puedas descansar hasta la hora de cenar— interrumpió Saga mirándolo con seriedad, ese guerrero era de cuidado según le habían dicho, debía advertir antes que el geminiano averiguara que venía desde el templo de Helios en Rodas y no de Asgard como había dicho…
—Gracias de nuevo— dijo Phenril entrando a la alcoba, los tres guerreros se alejaron de la puerta mientras el asgardiano la cerraba con lentitud. Milo se alejó con mayor rapidez de Saga y Mina que le miraban confundidos…
—Les dejo para que charlen— exclamó divertido el guerrero de Escorpio alejándose mientras Mina reía por el comentario y Saga sólo la miraba desconcertado.
—Ahora sí, muéstrame tu templo, tengo muchas ganas de conocerlo— insistió Mina mirando al geminiano sonreír por la petición, sin duda alguna estaba orgulloso de su templo.
—Por supuesto…
Salieron del templo principal con rapidez, aunque eran demasiados escalones ambos caminaron deprisa como si alguien les apurara, tras cruzar el templo de Virgo, Mina lucía cansada de la larga escalinata a paso apresurado, Saga se detuvo un momento para darle tiempo de recuperar el aliento, contempló aquel angelical rostro, adoraba verla no podía despegar sus ojos de ella cuando estaba cerca; aunque tenía miedo de todo lo que sentía estaba seguro de ello: la amaba…
Mina levantó la mirada hacia la del geminiano que la miraba con esa mirada que la desconcertaba pero la hacía tan feliz, le sonrió en señal de agrado, a su lado se sentía segura de todo, incluso de sí misma.
— ¿Vamos a continuar?— preguntó Mina, ligeramente sonrojada.
—Claro— Saga se acercó a la joven y tomándola entre sus brazos la levantó hábilmente para llevarla hasta su templo, Mina se sonrojó aún más por el gesto y totalmente apenada se aferró al cuerpo de Saga que caminaba deprisa a través del resto de la escalinata para llegar a su templo.
Tras atravesar el umbral del templo de Géminis Saga se detuvo con Mina entre sus brazos, la miro totalmente ruborizada y aferrada a su cuerpo, su respiración era agitada aún por el cansancio de correr a través de las escaleras hasta Virgo.
La bajó lentamente dejando que se pusiera en pie, Mina sonrió tímidamente a aquel gallardo caballero dorado que tenía frente a sus ojos, y le abrazó, rodeó su cuello con sus brazos, la sola idea de estar cerca el uno del otro les hacía sentirse bien, seguros… plenos.
Saga acarició el rostro de la chica con su mano izquierda, retiró un poco de cabello que descansaba sobre la frente de la joven y la besó tiernamente, primero como en un ligero roce de labios que fue profundizándose lentamente hasta comenzar a acariciarse mutuamente, recorrió la espalda de la joven sintiendo como ella se estremecía entre sus brazos con cada roce de su mano, Mina acarició el cuello del geminiano con la punta de sus dedos recorriéndolo hasta llegar al fuerte torso del guerrero que comenzaba a abrazarla con fuerza… quería ser suya por la eternidad de serle posible.
Mina separó ligeramente sus labios de los de Saga para respirar, se sentía ansiosa por la cercanía y por las caricias que acababan de propinarse, miró al griego con ternura, le sonrió con timidez y atinó a preguntar:
— ¿No ibas a mostrarme tu templo?—
—Cierto…— musitó Saga apenado –casi lo olvido.
Mina rió por la respuesta, frente a sus compañeros parecía distante y hasta frío, pero con ella no podía ocultar que sentía con tanta o más intensidad que cualquiera, tomo de la mano a peliazul y con la mirada le invitó a hacer el recorrido por la casa de Géminis.
Caminaron a través del amplio y exquisitamente decorado templo hasta llegar a la alcoba de Saga donde se detuvo sin emitir una sola palabra, incluso antes de abrir la puerta y dejarla pasar… la deseaba, no quería asustarla, pero soñaba con estar con ella, tocarla, besarla sin detenerse.
Mina le miró confundida, imaginaba que detrás de la puerta frente a la que permanecían inmóviles se encontraba la habitación de Saga, suponía lo que pasaba por la cabeza del geminiano aunque no podría asegurarlo con certeza, se levantó en las puntas de sus dedos de los pies y besó la mejilla de Saga quien como si estuviera en trance reaccionó mirándola frente a él, tan hermosa, con esa sonrisa que tanto adoraba ver.
—Daría lo que fuera por siempre verte sonreír— musitó Saga acariciando la mejilla de la chica quien le miró sonriente.
Se despejaron todas sus dudas…
— ¿Vamos a entrar?— preguntó la joven mirando a un casi mudo geminiano que abrió la puerta, la joven entró a la habitación mientras Saga permaneció afuera sin querer ingresar.
Mina giró sobre sus pies y volvió su mirada hacia el caballero dorado que permanecía inmóvil aún fuera de la habitación. Adivinó lo que pasaba con Saga.
Recorrió la habitación como si la estuviera examinando con cuidado, entró al baño de la alcoba, se miró a través del espejo y volvió su mirada hacia el pequeño estante en el que se encontraban algunos enseres personales del guerrero al que adoraba con todo su ser, salió del baño y se colocó frente a la ventana miró a través de ella admirando el majestuoso escenario que tenía frente a sus ojos, aquellas colinas griegas que sólo había podido ver en fotografías de libros e Internet.
Saga la miró recorrer su habitación sin emitir una sola palabra, ni entrar a la habitación, la dejó recorrer y examinarlo todo hasta verla frente a la ventana caminó lentamente hacia ella, estaba curioso, ¿Qué podía estar viendo con tanto detenimiento?
—Tienes una gran vista desde aquí— dijo Mina sin separar su mirada del hermoso paisaje.
—Sí— respondió Saga con certeza.
Mina le abrazó contenta, por fin Saga había entrado a la habitación y ella dejado sus dudas atrás. Le besó como si en ese beso se le fuera la vida misma, Saga correspondió el gesto rodeándola con sus fuertes brazos. Separó sus labios de los de la rubia para comenzar a besar su pálido cuello arrancándole ligeros suspiros a la joven… la sintió estremecerse aún más que cuando la acarició. Mina cerró fuertemente sus ojos sin dejar de acariciar la espalda del geminiano y juguetear con su cabello.
—Te amo Mina…— murmuró Saga mientras besaba su cuello.
Los ojos de Mina se abrieron con sorpresa ante tal confesión, jamás se había imaginado que Saga fuera tan directo en sus sentimientos. Tomó el rostro del geminiano entre sus manos y le miró con alegría, sus ojos estaban empañados por las lágrimas que poco a poco comenzaron a emerger de ellos ante la sorpresa del griego que no terminaba de entenderla. La rubia le besó con ternura y cerca de la oreja izquierda del geminiano musitó:
—Yo también te amo.
Le alegraba escuchar aquello, sabía enteramente que era correspondido, lo que temía era asustarla, ciertamente no era la primera vez que él se entregaba en cuerpo a alguien, aunque sí en alma; y sabía que era la primera vez que Mina estaba en una situación similar… temía lastimarla, asustarla y que ella decidiera alejarse para siempre, sobre todo porque se sentía vulnerable por vez primera.
Mina le miró mientras le besaba, ella quería entregarse, tenía miedo, pero quería hacerlo; quería entregarle su cuerpo y su alma a aquel guerrero que hubiera conocido en extrañas circunstancias hacía unos meses en Tokio.
—Podemos detenernos ahora— sugirió Saga abrazando a la rubia joven quien le miró con seguridad y comenzó a besar el bronceado cuello del griego quien emitía ligeros gemidos que intentaba ahogar con el hombro derecho de la joven entre sus brazos.
—Quiero estar contigo siempre…— susurró la rubia chica atrapando los labios del geminiano.
El guerrero ateniense sonrió tras escuchar aquello, la respiración de ambos estaba muy agitada, y sus manos recorrían el cuerpo del otro descubriendo cada parte, todo, mientras no dejaban de besarse y susurrarse declaratorias de sus sentimientos.
En el templo principal, Rei y Amy conversaban en uno de los pasillos intentando captar la atención del asgardiano y poder vigilarlo de cerca, además de charlar con él, ésta vez no iban a arriesgarse demasiado por confiar en los instintos de su diosa.
Phenril salió de su alcoba acompañado de Yin, ambas jóvenes le sonrieron al mirarle, el joven sólo atinó a hacer una leve reverencia a ambas en señal de saludo, de cierta manera se sentía cómodo con la presencia de aquellas extrañas guerreras de Oriente, incluso Yin parecía tranquilo estando cerca de las jóvenes guerreras.
El asgardiano caminó a través del pasillo contemplando la exquisita decoración del templo de Athena, aquellas altas columnas, los candelabros en la pared, el elegante piso de mármol… todo en conjunto era una hermosura. Salió del pasillo para llegar al recibidor del templo donde Lita se encontraba sentada mirando hacia el exterior, parecía distraída, quizás en exceso. El guerrero la miró desde lejos tratando de adivinar la razón por la que estaba ahí; quizás un mal día, o tal vez discutió con alguna de sus amigas o con su novio…
Lita percibió la mirada del guerrero y volvió lentamente su mirada hacia donde él se encontraba logrando hacerle voltear hacia otro lado para disimular y no prestarse a malas interpretaciones por parte de la joven.
— ¿Vas a salir?— preguntó finalmente Lita levantándose de aquella silla en la que se encontraba.
—Sólo caminaré un poco por los alrededores del santuario— dijo mirándola de frente.
—Vaya…— musitó la chica sonriendo –Pues que te diviertas—
Aquella frase resonó en su cabeza, en Asgard solía correr a través del bosque acompañado de sus inseparables lobos, pero en Atenas no podría hacer algo similar sin asustar a quienes pudieran verlo, de cierta manera estaba ahí de invitado y no iba a permitirse faltar a sus códigos personales.
— ¿Por qué no vienes?— preguntó el guerrero con tranquilidad mientras Lita le miraba desconcertada, parecía tan seco y distante… ¿la estaba invitando a charlar y caminar con él?
—Claro— respondió saliendo del templo con él, después de todo era su mejor oportunidad para conocerle, analizarle y evaluar la situación referente a su extraña actitud.
Caminaron a través de los doce templos del santuario mientras charlaban de su estilo de vida en Asgard, de sus historias personales, de las batallas vividas, de sus sueños para el futuro, aunque la guerrera parecía prestar plena atención a lo que el asgardiano decía realmente estaba analizándole de inicio a fin para poder dar un comentario a sus amigas y así saber qué decisión tomar al respecto de lo que se averiguara.
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