En el templo de Helios en Rodas cuatro hombres rubios y de gran estatura se encontraban mirando el jarrón dorado que se hallaba sobre aquel antiguo altar, no emitían una sola palabra solo observaban el jarrón, hasta que un hombre de cabello negro y ojos grises entró al templo llamándoles…
— ¡Ya está cerca!— exclamó Eetes situándose junto a sus compañeras y compañeros de batalla.
— ¿Cuánto tiempo más le tomará venir?— preguntó Aetón con sus verdes ojos encendidos de hartazgo –Es momento de vengar aquella humillación de hace doscientos años—
—Así será— dijo Faetusa entrando al salón, miró fijamente aquel jarrón y volvió su mirada hacia sus compañeros que permanecían de pie en espera de la reencarnación de Helios y así borrar de su memoria la última derrota vivida…
Por primera vez en 400 años se habían reunido todos los guerreros y guerreras de Helios: Flegonte, Aetón, Pirois y Eoo portaban armaduras doradas con piedra naranja en la armadura lo que representaba que eran guerreros de jerarquía menor en comparación con Eetes, Faetón, y Faetusa quienes portaban armaduras que recubrían sus cuerpos completos y las piedras en su cuello eran rojas carmín, mientras Circe portaba una larga túnica dorada con un casco y su cetro con alusión al Sol…
Durante la última batalla sólo Eetes, Aetón, Eoo, Flegonte, Faetusa y Pirois se habían enfrentado a la alianza de Athena y Selene situación que les había dejado en desventaja por la cantidad de guerreros a la que se habían enfrentado, pero esta vez sería diferente porque además de estar todos habían reunido a un grupo de guerreros que seguro lograrían que la alianza se viniera abajo, al menos anímicamente y todo gracias a los enormes poderes de Circe que les había hechizado…
La mujer de ojos de un azul muy pálido y blanco rostro, con cabellos dorados como el Sol era la reencarnación de la diosa menor Circe hija del dios Sol Helios, en todas sus reencarnaciones era admirada por sus poderes para convertir en animales a sus enemigos y curar a sus aliados cosa que les daba la ventaja por sobre cualquier alianza que se llevase a cabo…
— ¡Ha llegado!— exclamó Circe al ver a la reencarnación de Helios entrar al templo de forma silenciosa –Ven— le dijo la mujer al joven rubio de ojos verdes y gran estatura que acababa de entrar, la corpulencia de ese hombre le hacía ver temible aún sin saber cuál era su verdadera misión en la vida.
Caminó junto a Circe hasta aquel antiguo altar que sostenía el jarrón dorado que estaba cubierto con dos sellos, el de Athena y el de Selene, el joven miró aquel jarrón confundido y su voz resonó en todo el templo logrando hacer que todos los guerreros hicieran una reverencia ante su presencia…
—¿Y ahora qué?— preguntó el muchacho desconcertado.
—Toma el jarrón, ya entenderás Señor a lo que va todo esto— dijo Circe inclinando su cabeza ante él.
Acto seguido y aún confundido el joven tomó el jarrón haciendo que ambos sellos se disolvieran ante sus ojos y el espíritu divino de Helios entrara en su cuerpo… en ese momento la armadura de Helios se hizo presente en su cuerpo junto con sus armas a un costado. El mismo espíritu divino hizo que el santuario completo retomara su imponente apariencia antigua cerca de la playa en la Isla de Rodas.
Apenas iniciaba el verano por lo que el calor era una constante en la región del Mediterráneo, los guerreros permanecieron inmóviles en sus lugares hasta esperar que su dios les diese instrucciones y pudieran así comenzar la búsqueda de sus ambiciones. Pasaron cerca de veinte minutos hasta que por fin Helios abrió los ojos para contemplar su templo y a sus guerreros frente a él.
—Por fin…— musitó con retorcida sonrisa el rubio dios –Esta vez no perderé…—
—Señor— interrumpió Circe caminando hacia Helios —¿Qué debemos hacer? Hasta ahora he conseguido un aliado que desconcertará a las guerreras de Selene y una aliada que desconcertará a los guerreros de Athena—
— ¿A quienes te refieres Circe?— preguntó el dios interesado con la información.
—Me explicaré Señor Sol— dijo haciendo reverencia la joven hechicera –Gracias a mis poderes he logrado hacerme de información valiosa, entre los aliados de Athena se encuentra una joven sacerdotisa de Asgard, es líder de los dioses guerreros de Asgard quienes por piedad de Odín fueron regresados a la vida con ayuda de Athena y el poder de esta mujer llamada Hilda de Polaris a quien he encantado y estará gustosa de ayudarnos a cambio de que el Sol aparezca más por Asgard— explicaba Circe ante la cada vez más amplia sonrisa de su dios que estaba complacido con los movimientos de sus guerreros en su ausencia.
—Ya entiendo porqué Athena y sus guerreros estarán desconcertados— rió Helios haciendo reír a sus guerreros también –Continúa hija, por favor…—
—Enseguida…— dijo retomando su seriedad la joven –Con respecto al lado de su hermana Selene he hallado a un joven guerrero que en el antiguo Milenio de Plata era guardián y aliado de la princesa de Venus, es decir Sailor Venus mi señor y está bajo nuestras órdenes en esta ocasión, Faetón está entrenándolo para fortalecer sus poderes y sus habilidades para que no sea nada fácil vencerle—
—Ahora sí Selene me pagará aquella traición hecha hace 210 años— rió Helios imaginando la victoria por sobre la alianza de Selene y Athena –Pero…— interrumpió su propia dicha — ¿Selene y Athena ya han despertado?—
—Así es Señor, Athena y Selene llevan tiempo despiertas y afortunadamente para nosotros han luchado demasiado lo que hace que sus guerreros y ellas mismas estén desgastados y quizás hasta hartos de las batallas, tal vez y hasta entre ellos encontremos aliados— explicó Faetón.
—Eso no suena nada mal…— dijo reflexionando lo dicho por Faetón –Circe, ve qué puedes hacer con eso— ordenó Helios finalmente.
—Sí mi Señor— respondió la joven hechicera.
—Ahora vayan a sus templos y custodien el santuario Faetón y Faetusa vendrán conmigo a Asgard para confirmar nuestra alianza con los guerreros asgardianos y su sacerdotisa— dijo sonriente el ambicioso dios Sol.
Los guerreros asintieron mediante una pronunciada reverencia y salieron del templo principal del santuario con rumbo a sus respectivos templos para custodiar el santuario, muy probablemente Selene y Athena ya habían percibido la presencia poderosa del Señor Helios y no había que descuidarse…
Helios, acompañado de Faetón y Faetusa se dispusieron a salir rumbo a Asgard y revisar lo que Circe le había explicado hacía un par de horas ya, después de su despertar… Llegaron al Palacio de Valhalla siendo recibidos por Siegfried quien no terminaba de entender la presencia de Helios ahí y la extraña conducta de Hilda al respecto…
—Adelante Señor Helios— respondió ceremoniosamente Siegfried llegando a la enorme puerta que daba hacia el salón principal donde Hilda aguardaba –La Señorita Hilda le espera—
—Gracias muchacho— respondió Helios mirando a sus guerreros para que le acompañaran al interior del salón.
Los cuatro ingresaron al salón donde Hilda, sentada en el lujoso trono, esperaba con amplia sonrisa, hasta verles acercarse y levantarse para caminar hacia ellos…
— ¿Siegfried?— llamó Hilda a su guerrero que se detuvo en seco e hizo la correspondiente reverencia.
— ¿Sí Señorita?— preguntó el dios guerrero confundido.
—Déjanos solos— ordenó finalmente Hilda logrando que Siegfried le mirara desconcertado ¿cómo podía pedirle eso si ella sabía que era su obligación cuidarla? — ¡Hazlo!— resonó la orden de Hilda por todo el salón.
—Sí Señorita— cerró sus ojos y se levantó para salir del salón, Faetón le siguió con la mirada hasta que Helios le hizo la seña de detenerse y alejarse hasta la puerta junto con Faetusa.
—Hilda de Polaris, es un gusto conocerla— dijo Helios mirando a la joven sacerdotisa.
—El gusto y honor es nuestro Señor Sol Helios— respondió haciendo una leve reverencia.
—Disculpa que vaya al grano de inmediato pero es importante. Tus guerreros han luchado ya contra los guerreros de Athena y en esta ocasión tendrán que pasar de nuevo por ello, es necesario que ellos vayan conmigo a mi santuario en Rodas para derrotar a esos guerreros de una sola vez ahí, una vez que eso suceda el Sol saldrá en Asgard y verán que todo florecerá aquí—
Hilda escuchaba a Helios hablar, sin interrumpirle, mientras asentía con la cabeza en varias ocasiones hasta que Helios terminó su intervención y esperando que ella respondiera, si el hechizo de Circe había terminado era probable que él tuviera que matarla y sus guerreros impedir que los dioses guerreros de Asgard intervinieran.
—Les enviaré en una semana, están entrenando aquí, y muy probablemente algunos no puedan ir porque necesitarán de este clima para combatir— explicaba Hilda mientras Helios evaluaba la situación.
— ¿Y cuáles serían esos guerreros que irían a mi santuario? — preguntó finalmente.
—Todos con excepción de Hagen— respondió con tranquilidad la sacerdotisa de Asgard.
—Bien…— reflexionó Helios –Vendrán conmigo Phenril, Mime, Alberich y Tholl, los demás permanecerán aquí cuidándote en caso de ser necesitados Circe les llamará. Y sería excelente que pudiesen irse de inmediato conmigo — ordenó Helios.
—Así será— respondió Hilda convencida de la instrucción.
—Ahora nos iremos a Rodas, ahí aguardaremos por los guerreros aliados, esta vez no perderé— rió Helios mientras sus guerreros le miraban confundidos.
— ¡Siegfried!— llamó Hilda.
El dios guerrero ingresó al salón con rapidez, sabía que le iría mal si no lo hacía —¿Sí señorita Hilda?— intervino el joven guerrero.
—Llama a Tholl, Phenril, Alberich y Mime, ellos irán con el Señor Helios a Rodas— ordenó sin darle momento para preguntar.
Siegfried sabía que algo andaba mal, él conocía a la perfección a la señorita Hilda y recordaba que ya alguna vez habían luchado contra los guerreros atenienses sin obtener nada más que aquella alianza… Salió del salón en búsqueda de sus compañeros nombrados por Hilda, les avisó que debían llevar consigo sus armaduras y presentarse enseguida en el salón principal del Palacio de Valhalla y acto seguido regresó al salón...
—Vendrán enseguida señorita Hilda— dijo el dios guerrero de doble Alpha.
—Maravilloso— respondió la sacerdotisa sonriente –Señor Helios en cuanto lleguen podrán ir con usted a Rodas—
—Perfecto— rió Helios mirando a sus guerreros.
Siegfried les miró con desprecio, sin lugar a dudas algo le habían hecho a la señorita Hilda para que le apoyasen en una nueva lucha contra Athena y sus guerreros, pero si contradecía a Hilda en ese momento no sería aún apoyado por sus compañeros y le darían la muerte sin poder hacer nada, debía ser cauteloso y actuar con precaución y prudencia. Los dioses guerreros elegidos fueron llegando al salón donde Hilda les esperaba junto con Helios para que una vez que todos estuvieran reunidos se les dieran las instrucciones correspondientes.
Una vez que todos los elegidos estuvieron presentes, Hilda comenzó a darles la explicación acerca de su misión al lado de Helios y sus guerreros, el objetivo buscado y la necesidad que todo saliese perfecto, Siegfried miró a sus compañeros asentir sin objetar ni preguntar nada, sabía que debía hablar con ellos y pedirles que averiguasen quien era Circe y cómo romper su encantamiento sobre Hilda, pero hacerlo ahí y en ese momento le impediría poder ayudar a Athena a revertir el daño que Helios estaba haciendo en Asgard con sus mentiras y sus manipulaciones. Esperó a que Hilda les ordenara a todos salir del salón y esperaran a Helios para irse a Rodas, Alberich estaba asomándose por uno de los lujosos ventanales del pasillo mientras Siegfried hablaba discretamente con Tholl y Phenril sobre sus sospechas y lo que necesitaba hacer para proteger a la princesa Hilda y Asgard aún así tuvieran que arriesgar nuevamente sus vidas.
—Entendemos Siegfried, seremos cautelosos, sélo tú también, vigila todo aquí junto con Syd y Hagen— pidió prudentemente Tholl reflexionando toda la situación.
—Nosotros nos encargaremos de investigar lo más posible y encontrar la manera de advertir a los caballeros de Athena sobre la situación— intervino Phenril –No podemos permitir esta deshonra a la tierra que nos vio nacer—
—Vean la manera de que Mime les ayude en lo posible, sabemos que Alberich no lo hará— pidió Siegfried alejándose de sus compañeros para no despertar sospechas.
Helios salió del salón acompañado de sus dos guerreros que miraban a los dioses guerreros con desprecio, sabían que ellos serían la “carne de cañón” en la contienda ya que ellos se encargarían de la lucha auténtica…
—Bien dioses guerreros de Asgard, vamos a Rodas— ordenó Helios mientras los guerreros asentían haciendo reverencia y caminando a la par con los guerreros solares, Helios se detuvo a un lado de Siegfried mirándolo con frialdad… —Cuida y obedece a la señorita Hilda muchacho, podrías ganarte grandes problemas si no lo haces—
Siegfried miró al ambicioso dios Sol marcharse sin poder articular palabra ¿acaso eso había sido una amenaza? ¡Sabía que su obligación era cuidar a Hilda de Polaris! Y eso precisamente sería lo que haría, velar por Hilda, por Asgard y si podía hacerlo por la humanidad haciendo hasta lo imposible por mermar todos los daños que Helios pudiera causar.
Helios y los guerreros llegaron al templo en Rodas donde les aguardaba Circe ansiosa sentada en una lujosa silla dorada frente a una fastuosa mesa servida de toda clase de manjares que eran del gusto del dios Helios.
— ¡Qué buen recibimiento!— exclamó Faetón mirando a Circe impaciente.
—No es para ti, es para nuestro señor y nuestros invitados— inquirió la hechicera mirando a su compañero de forma reprobatoria por sus pésimos modales.
—Sean bienvenidos a mi templo Dioses Guerreros de Asgard— dijo ceremoniosamente Helios invitándolos a dejar sus armaduras en el suelo y sentarse para degustar el festín que Circe les había mandado preparar.
Los asgardianos dejaron sus armaduras en el piso de mármol y se acercaron a las lujosas sillas para sentarse y comenzar con la cena, Tholl y Phenril se miraron mutuamente logrando captar la atención de Circe que intervino…
— ¿Sucede algo?— preguntó curiosa la hechicera.
—Es que todos estos platillos se ven deliciosos pero yo suelo comer salmón para conservar mi energía— dijo Phenril –además que mi hermano lobo necesita comer también—
—Por eso no habrá ningún problema— respondió la joven mirando a uno de los sirvientes que se hallaban en el salón –Trae salmón para el dios guerrero y para su hermano lobo, enseguida— ordenó al sirviente que asintió y salió del salón para ordenar que preparasen el salmón.
A los pocos minutos el sirviente regresó con el salmón elegantemente servido sobre una bandeja dorada y lo colocó ante Phenril que tomó un trozo para darlo a su hermano lobo y otro para comerlo él, una vez que el lobo no identificase nada en el platillo que pudiera ser contraproducente.
Terminada la cena Helios les comentó que ellos descansarían en el templo principal en habitaciones separadas y que al día siguiente se planearía alguna estrategia para investigar la alianza de Athena y Selene, y a sus guerreros, sobre todo para identificar debilidades, además que hacía falta presentarlos con el resto de los guerreros y con el guerrero aliado Adonis que causaría problemas entre las guerreras de Selene.
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