30 mar 2014

III. Oportuna aparición



III
Oportuna aparición

La mañana llegó, y levantarme de la cama fue todo un ejercicio de voluntad; no podía huir del santuario por culpa de Deathmask, sencillamente no. Me duché, arreglé y salí de mi templo hacia el templo principal, un par de soldados me miraron curiosos, aparentemente Shion no les había informado de mi “nueva misión”.

–El señor Shion está en audiencia con el caballero de tauro –me explicó uno de ellos.

–Ya veo, entonces estaré por aquí, ¿me puedes avisar cuando pueda verlo? –pedí, el soldado sólo asintió confundido sin decir palabra alguna.

Deambulé por la explanada del templo principal, quería sentir y atesorar la sensación de la luz y calor de sol matutino sobre la piel de mi rostro, observé con atención cada movimiento en la parte inferior del santuario, sí que Shion tenía una gran vista. Me detuve justo frente a la escalinata cuando escuché el llamado del soldado diciéndome que el “gran patriarca” aguardaba por mí en el salón de audiencias. Sentí escalofríos nada más imaginarme a solas con Shion, esa clase de escalofríos que incluso provocan asco. Me tragué aquella sensación y sólo agradecí con un gesto y me dirigí con lentitud hacia el dichoso salón de audiencias, disfrutaba cada segundo previo a llegar.

Me detuve justo frente a la puerta del salón y coloqué mi mano sobre la misma, era como si me hubiera congelado hasta que escuché la voz de Shion desde el interior del salón…

–Puedes pasar, Afrodita –retumbó su voz en el interior, era como si estuviera conteniendo su risa, podía percibirlo en su voz–, la puerta no está cerrada con llave, ¿o se pegaron tus pies al suelo?

–Con su permiso, señor patriarca –dije al tiempo que me abría paso al salón donde Shion estaba sentado sobre el trono mirándome de forma lasciva y con una enorme y retorcida sonrisa.

–Pero pasa, pasa… –dijo estirando su mano y señalando un asiento junto al trono–. Siéntate que hoy vas a acomodar unas cuantas cosas y es mejor que lo hagas sentado.

Caminé hasta la silla que estaba colocada al lado del trono y frente a una mesa que estaba atiborrada de papeles y cosas, era un caos completo.

– ¿Debo ordenar esto? –cuestioné secamente sin volverme a mirarlo.

–Así es, Afrodita; en orden cronológico, por favor, son los documentos que debo revisar mañana pero los fueron colocando ahí y por accidente alguien los tiró y sólo los colocó ahí.

–De acuerdo –dije comenzando a revisar los documentos y comenzando a ordenarlos.

Mientras yo organizaba el caos de Shion, él se dedicó a dar órdenes a los soldados de que limpiaran los alrededores del santuario y del templo principal, y que tuvieran listos los preparativos para algo que no entendí. En algunos momentos nos quedábamos a solas y él se acercaba a mi espalda a “revisar” mi trabajo y de paso olisquear mi cabello de forma obvia, para ponerme nervioso. Traté de concentrarme lo más que pude y evitar estallar.

Una vez que comenzaron los reportes de los soldados y de los caballeros de plata en torno a los entrenamientos Shion se mantuvo ocupado y pude ponerme a trabajar sin problemas, tanto, que no sentí el paso del tiempo y me permitió terminar de organizarle su caos a Shion incluso antes de que él terminase de recibir el último reporte.

–Puedes retirarte a tu templo, mañana a la misma hora aquí, Afrodita –dijo secamente mientras Misty de Lacerta ingresaba al salón para rendir su informe.

–Sí, señor patriarca –dije tras hacer mi reverencia de rigor y comencé a caminar a paso rápido para salir del salón y poder correr a mi templo para aislarme de todo hasta el día siguiente. Al salir del templo principal noté que a había anochecido, sí que me había tomado tiempo ordenar esa mesa llena de papeles.

Nada más entrar a mi templo me dirigí a tomar un delicioso baño de tina, lo alargaría lo más que aguantara el agua tibia. Sumergir mi cuerpo en el agua lograba relajarme por completo, al punto de no percibir el paso del tiempo, lavé mi cuerpo y cabello, y me quedé disfrutando de aquella paz.

Salí del baño y tras terminar de secarme me coloqué una cómoda bata y me dispuse a recostarme sobre mi cama, estaba tan cansado que incluso olvide que no había comido nada desde la mañana, cerré los ojos y estaba comenzando a dormirme cuando sentí el cuerpo de alguien sobre el mío; abrí los ojos lleno de pánico y una de sus manos cubrió mi boca, estaba demasiado oscuro y no podía ver nada. Acercó sus labios a mi oreja izquierda y comenzó a mordisquear y lamerla , me retorcí, no podía quitármelo de encima, de pronto le escuché jadear, era la voz de Shion… era Shion quien estaba sobre mí lamiendo mi cuello y con una de sus manos estaba tocando mi cuerpo mientras jaloneaba mi bata haciéndola girones, me remolineé los más que me permitía el peso del cuerpo de Shion sobre el mío  pero me era prácticamente imposible moverme, mordí la mano que cubría mi boca y logré que la quitara, pero acto seguido me abofeteó con tal fuerza que el ardor sobre mi rostro me dejó helado, seguido de varios golpes más en otras partes de mi cuerpo y rostro, me quedé inmóvil, era como si no pudiera moverme, y de pronto comencé a sentir frío en todo mi cuerpo, cerré mis ojos no quería estar ahí…

De alguna manera sentía las manos de Shion sobre mi cuerpo inmóvil y lograba escuchar sus gemidos y jadeos, hasta que de pronto no sentí nada más y escuché un estruendo tremendo en mi alcoba, como si algo se hubiera roto… escuché a Shion quejarse, maldecir y jurar que castigaría a alguien de por vida, y de pronto escuché su voz…

– ¿Tomas ventaja de tu posición de poder para esto?, ¡Valiente patriarca hay en este santuario!

–Tú… –chilló Shion enfurecido–, sólo no hables de esto a nadie, ¿entiendes?

– ¿Y así e evito el castigo de por vida? –cuestionó él de forma burlona–, quiero que entiendas una cosa Shion, te quiero lejos de él, ¿capicci?

–No puedes decir nada de esto… igualmente nadie te creería…

–Permíteme diferir en eso, yo sé que habría gente creyéndolo, con sólo notar la forma en que miras a algunos guerreros aquí… no sé Shion… no sé la conducta de quién es más cuestionable, ¿tú sí? –rio con seguridad en la voz.

–De acuerdo… –resopló Shion dándose por vencido.

–Ahora, vístete y regresa al templo principal.

–No puedes decir nada…

– ¿Te vas ya, o puedo cambiar de opinión, Shion? –amenazó con firmeza.

No escuché nada más por un buen rato, comencé a sentir una calidez húmeda recorrer mi torso, quería abrir mis ojos y constatar lo que mis oídos habían escuchado pero yo en mi fuero interno no quería creer.

–No te muevas, tienes varios golpes y rasguños por casi todo el cuerpo y el rostro– dijo ayudándome a acomodarme de nuevo.

–Gracias… –dije con dificultad, ahora sí estaba comenzando a experimentar el dolor de las heridas que Shion me había provocado cuando estaba resistiéndome.

–No tienes nada que agradecer, de alguna manera yo te expuse… –su voz se escuchaba extraña, era como un profundo arrepentimiento, que no podía disimular con esa agresividad que había sido su sello.

                No supe más… el dolor y el agotamiento hicieron que perdiera el conocimiento.

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