III
Oportuna aparición
La mañana llegó, y levantarme de la cama
fue todo un ejercicio de voluntad; no podía huir del santuario por culpa de
Deathmask, sencillamente no. Me duché, arreglé y salí de mi templo hacia el
templo principal, un par de soldados me miraron curiosos, aparentemente Shion
no les había informado de mi “nueva misión”.
–El señor Shion está en audiencia con el
caballero de tauro –me explicó uno de ellos.
–Ya veo, entonces estaré por aquí, ¿me
puedes avisar cuando pueda verlo? –pedí, el soldado sólo asintió confundido sin
decir palabra alguna.
Deambulé por la explanada del templo
principal, quería sentir y atesorar la sensación de la luz y calor de sol
matutino sobre la piel de mi rostro, observé con atención cada movimiento en la
parte inferior del santuario, sí que Shion tenía una gran vista. Me detuve
justo frente a la escalinata cuando escuché el llamado del soldado diciéndome
que el “gran patriarca” aguardaba por mí en el salón de audiencias. Sentí
escalofríos nada más imaginarme a solas con Shion, esa clase de escalofríos que
incluso provocan asco. Me tragué aquella sensación y sólo agradecí con un gesto
y me dirigí con lentitud hacia el dichoso salón de audiencias, disfrutaba cada
segundo previo a llegar.
Me detuve justo frente a la puerta del
salón y coloqué mi mano sobre la misma, era como si me hubiera congelado hasta
que escuché la voz de Shion desde el interior del salón…
–Puedes pasar, Afrodita –retumbó su voz
en el interior, era como si estuviera conteniendo su risa, podía percibirlo en
su voz–, la puerta no está cerrada con llave, ¿o se pegaron tus pies al suelo?
–Con su permiso, señor patriarca –dije
al tiempo que me abría paso al salón donde Shion estaba sentado sobre el trono
mirándome de forma lasciva y con una enorme y retorcida sonrisa.
–Pero pasa, pasa… –dijo estirando su
mano y señalando un asiento junto al trono–. Siéntate que hoy vas a acomodar
unas cuantas cosas y es mejor que lo hagas sentado.
Caminé hasta la silla que estaba
colocada al lado del trono y frente a una mesa que estaba atiborrada de papeles
y cosas, era un caos completo.
– ¿Debo ordenar esto? –cuestioné
secamente sin volverme a mirarlo.
–Así es, Afrodita; en orden cronológico,
por favor, son los documentos que debo revisar mañana pero los fueron colocando
ahí y por accidente alguien los tiró y sólo los colocó ahí.
–De acuerdo –dije comenzando a revisar
los documentos y comenzando a ordenarlos.
Mientras yo organizaba el caos de Shion,
él se dedicó a dar órdenes a los soldados de que limpiaran los alrededores del
santuario y del templo principal, y que tuvieran listos los preparativos para
algo que no entendí. En algunos momentos nos quedábamos a solas y él se
acercaba a mi espalda a “revisar” mi trabajo y de paso olisquear mi cabello de
forma obvia, para ponerme nervioso. Traté de concentrarme lo más que pude y
evitar estallar.
Una vez que comenzaron los reportes de
los soldados y de los caballeros de plata en torno a los entrenamientos Shion
se mantuvo ocupado y pude ponerme a trabajar sin problemas, tanto, que no sentí
el paso del tiempo y me permitió terminar de organizarle su caos a Shion
incluso antes de que él terminase de recibir el último reporte.
–Puedes retirarte a tu templo, mañana a
la misma hora aquí, Afrodita –dijo secamente mientras Misty de Lacerta ingresaba
al salón para rendir su informe.
–Sí, señor patriarca –dije tras hacer mi
reverencia de rigor y comencé a caminar a paso rápido para salir del salón y
poder correr a mi templo para aislarme de todo hasta el día siguiente. Al salir
del templo principal noté que a había anochecido, sí que me había tomado tiempo
ordenar esa mesa llena de papeles.
Nada más entrar a mi templo me dirigí a
tomar un delicioso baño de tina, lo alargaría lo más que aguantara el agua
tibia. Sumergir mi cuerpo en el agua lograba relajarme por completo, al punto
de no percibir el paso del tiempo, lavé mi cuerpo y cabello, y me quedé
disfrutando de aquella paz.
Salí del baño y tras terminar de secarme
me coloqué una cómoda bata y me dispuse a recostarme sobre mi cama, estaba tan
cansado que incluso olvide que no había comido nada desde la mañana, cerré los
ojos y estaba comenzando a dormirme cuando sentí el cuerpo de alguien sobre el
mío; abrí los ojos lleno de pánico y una de sus manos cubrió mi boca, estaba
demasiado oscuro y no podía ver nada. Acercó sus labios a mi oreja izquierda y
comenzó a mordisquear y lamerla , me retorcí, no podía quitármelo de encima, de
pronto le escuché jadear, era la voz de Shion… era Shion quien estaba sobre mí
lamiendo mi cuello y con una de sus manos estaba tocando mi cuerpo mientras
jaloneaba mi bata haciéndola girones, me remolineé los más que me permitía el
peso del cuerpo de Shion sobre el mío pero
me era prácticamente imposible moverme, mordí la mano que cubría mi boca y
logré que la quitara, pero acto seguido me abofeteó con tal fuerza que el ardor
sobre mi rostro me dejó helado, seguido de varios golpes más en otras partes de
mi cuerpo y rostro, me quedé inmóvil, era como si no pudiera moverme, y de
pronto comencé a sentir frío en todo mi cuerpo, cerré mis ojos no quería estar
ahí…
De alguna manera sentía las manos de
Shion sobre mi cuerpo inmóvil y lograba escuchar sus gemidos y jadeos, hasta
que de pronto no sentí nada más y escuché un estruendo tremendo en mi alcoba,
como si algo se hubiera roto… escuché a Shion quejarse, maldecir y jurar que
castigaría a alguien de por vida, y de pronto escuché su voz…
– ¿Tomas ventaja de tu posición de poder
para esto?, ¡Valiente patriarca hay en este santuario!
–Tú… –chilló Shion enfurecido–, sólo no
hables de esto a nadie, ¿entiendes?
– ¿Y así e evito el castigo de por vida?
–cuestionó él de forma burlona–, quiero que entiendas una cosa Shion, te quiero
lejos de él, ¿capicci?
–No puedes decir nada de esto…
igualmente nadie te creería…
–Permíteme diferir en eso, yo sé que
habría gente creyéndolo, con sólo notar la forma en que miras a algunos
guerreros aquí… no sé Shion… no sé la conducta de quién es más cuestionable,
¿tú sí? –rio con seguridad en la voz.
–De acuerdo… –resopló Shion dándose por
vencido.
–Ahora, vístete y regresa al templo
principal.
–No puedes decir nada…
– ¿Te vas ya, o puedo cambiar de
opinión, Shion? –amenazó con firmeza.
No escuché nada más por un buen rato,
comencé a sentir una calidez húmeda recorrer mi torso, quería abrir mis ojos y
constatar lo que mis oídos habían escuchado pero yo en mi fuero interno no
quería creer.
–No te muevas, tienes varios golpes y rasguños
por casi todo el cuerpo y el rostro– dijo ayudándome a acomodarme de nuevo.
–Gracias… –dije con dificultad, ahora sí
estaba comenzando a experimentar el dolor de las heridas que Shion me había
provocado cuando estaba resistiéndome.
–No tienes nada que agradecer, de alguna
manera yo te expuse… –su voz se escuchaba extraña, era como un profundo
arrepentimiento, que no podía disimular con esa agresividad que había sido su
sello.
No
supe más… el dolor y el agotamiento hicieron que perdiera el conocimiento.
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