¿Deathmask?
En el camino a la explanada del santuario me
topo con él, el que me hace suspirar desde que lo conocí, el único que quiero
que me mire como lo sueño. Que me toque como anhelo, pero jamás he tenido la
suerte.
–Buenos días –digo al pasar a su lado. Se
vuelve a mirarme con una indiferencia que hela mi alma.
–Sí, buenos –responde comenzando a caminar en
dirección contraria. Me derrumbo internamente.
Hago acopio de fuerzas y continúo mi camino
hacia la explanada. Me encuentro con Aldebarán, quien rodea mis hombros con su
fuerte brazo, luce sonriente y feliz.
– ¡Buenos días, Afrodita! –me saluda con
entusiasmo. Yo sólo puedo asentir con la cabeza sin poder articular palabra–. Deberías
de decirle lo que sientes y ver qué pasa.
Estaba tratando de animarme, lo sabía. Podía
sentirlo en aquel tono amable que Aldebarán siempre suele dedicarnos cuando
estamos tristes o preocupados. Sonreí, levanté mi mirada para verlo y agradecí
con un gesto.
–Afrodita, anímate –dijo agitando mi cabello
con su mano–. Nada más piensa en esto, ¿qué tienes que perder si le dices?,
nada. Absolutamente nada. Porque yo sé de alguien que quiere estar contigo y tú
sólo le lujurias.
Me volví
para mirarlo con asombro. Sabía de quién hablaba, estaba seguro de ello, pero
no sabía qué decir.
–Yo…
– ¡Buenos días a todos! –saluda efusivamente
Aioria llegando a la explanada detrás de nosotros.
–Buenos
días –saludo con tranquilidad. Continuo caminando hacia
donde estaban concentrados la mayoría.
Saga
no estaba ahí aún. Apenas estaba bajando las escaleras de aries a la explanada.
Aldebarán le saludó con la mano, Saga respondió el gesto con una ligera
sonrisa, me miró y en automático desvié la mirada, comencé a arrepentirme de
ello enseguida.
Nos organizamos para entrenar, se suponía que Mu
entrenaría conmigo, pero finalmente se hizo a un lado dejando que Deathmask entrenase
conmigo. Sonrió mientras se iba con Aldebarán. Me sentí estúpido, más cuando
noté la mirada de Saga sobre mí.
Entrené enfocándome en lo que
estaba haciendo lo más que podía, pero no podía dejar de ver a Deathmask frente
a mí, aquella bronceada piel, esos bien formados brazos, su torso
semidescubierto. Sus fuertes piernas… comencé a alucinarme imaginándome su sexo
debajo de aquel ajustado pantalón deportivo. Reacciono hasta sentir un fuerte
golpe que me manda al suelo. En el momento no sentí dolor de la pura
adrenalina, me levanté enseguida y continué entrenando. Deathmask me miraba
extrañado, hasta parecía que quería detener el entrenamiento, yo no podía
entender el motivo.
Finalmente se detuvo.
–Estás
herido, mejor ve a atenderte –dijo dándose la media vuelta para irse hacia la
larga escalinata del santuario.
Me quedé
congelado, de pie ahí con cara de idiota y sin saber qué decir. Sentí la mano
de Mu sobre mi hombro derecho.
–Vamos a
que te ayude a curarte, vamos a mi templo –me apresuró con preocupación marcada
en su voz.
Sólo dejé
que me llevara casi a rastras hasta aries. Me senté sobre una cómoda silla de
madera en la cocina de Mu. Comencé a sentir el dolor punzante y la humedad de
mi sangre sobre algunas partes de mi piel. Mu limpiaba mis heridas
diligentemente, pero yo sólo podía ver aquella indiferente expresión en mi
mente. Quería desaparecer.
– ¡Listo!
–celebró Mu sentándose frente a mí, su semblante lucía amable, como siempre.
–Gracias
–dije levantándome de la silla–. Perdón por causar molestias.
– ¿Molestias?
–cuestionó Mu desconcertado–. Afrodita, creo que debes confrontar a Deathmask y
si algo bueno sale de ello más que maravilloso. Pero por favor, deja de
tratarte, y dejar que te traten de la manera en que lo permites.
–Lo sé…
–Vamos, te
acompaño a piscis –dijo levantándose para caminar conmigo hasta mi templo.
En el camino de regreso se nos sumó Aldebarán, quien había estado
charlando con Saga en su templo, dioses, me sentí extraño al cruzar por
géminis. Sabía que Saga había visto mi lamentable actuación durante el
entrenamiento, y ahora parecía que no era secreto para nadie que estaba
completamente embobado con Deathmask. Maldije a Deathmask muchas veces más
mientras subíamos a mi templo. Llegamos y de inmediato me interno en la cocina.
Mu y Aldebarán me siguen preocupados.
–Confiésale
a Deathmask, Afrodita –insiste Aldebarán–; no tienes nada que perder.
– ¿Quieren
una copa? –cuestiono con el fin de cambiar el tema. Mu asiente de inmediato,
Aldebarán parece dudar, pero finalmente accede a beberse una copa con nosotros.
Saco el
vino del refrigerador y busco las copas. Descorcho el vino y comienzo a
servirlo con desesperación. Les entrego sus copas y me bebo la mía casi en un
solo trago. Mu y Aldebarán me miran asombrados. Me sirvo otra copa de vino.
– ¿Saben
qué? –Rompo el silencio–, tienen razón, voy a confesarle a Deathmask lo que
siento, ¿qué puede ser peor hoy?
–Es bueno
que te decidas, Afrodita –dice Aldebarán con amplia sonrisa.
Levanto mi
copa llena en señal de brindis y vuelvo a bebérmela en un movimiento. Carraspeo
tras tragármelo, suspiro y salgo de la cocina para salir de mi templo con la
mayor decisión que me es posible. Mu y Aldebarán se quedaron mudos viéndome
dejarlos ahí.
Corrí a
través del santuario para llegar a cáncer. No esperaba topármelo entre libra y
escorpio. Me detuve justo frente a él, le miré y entonces volvieron mis nervios
y mi determinación desapareció de pronto, enmudecí.
– ¿Estás
bien? –preguntó mirándome con curiosidad.
–Sí, hay
algo que necesito decirte –dije recordando a lo que iba. Él me miró
desconcertado. Me sonrojé y tragué saliva con dificultad, me hizo falta beber
más vino, pensé.
–Sólo voy a
entregarle esto a Milo, y supongo que vamos a tu templo a hablar, a menos que
prefieras que sea en mi templo; el sol está criminal –dijo con una actitud
entre curiosa y seria.
Asentí. Le
miré ir al templo de escorpio y charlar unos minutos con el bicho. Ir a charlar
a mi templo o al suyo… en el mío había dejado a Aldebarán y Mu, pero cáncer era
“vecino” de Saga… estaba en un aprieto.
Deathmask volvió a donde lo esperaba sin que yo supiera con exactitud a
dónde ir a charlar. Suspiré ruidosamente. Él me miró aún más desconcertado. De
pronto miré a Mu y Aldebarán charlando con Milo en su templo, me sentí
aliviado.
–Vamos a mi
templo, pues –dije más tranquilo. Asintió sin decir nada y se dispuso a
seguirme.
El camino
cuesta arriba hacia mi templo transcurrió en absoluto silencio. Yo podía
escuchar el acelerado ritmo de mi corazón, era como si fuera a escapárseme por
la boca en cualquier momento. Rogaba porque no adivinara el motivo de la
charla.
Entramos a mi templo en silencio, le invité algo de beber, aceptó beber
una copa. Voy a la cocina para servir un par de copas de vino. Regreso y le
ofrezco la copa con vino, la toma y comienza a beberlo con prisa. Le observo
curioso, estoy más que nervioso, es la primera vez que lo tengo en mi templo.
– ¿De qué
querías hablar, Afrodita? –dice de pronto.
–Hay algo
que quería decirte desde hace algún tiempo –digo mirando la copa que sostengo
en mis manos.
– ¿Y bien?
–insiste.
–Me gustas,
Deathmask, desde hace mucho.
Deathmask
me mira detenidamente. Su rostro permanece con la misma expresión, empiezo a
sentirme mareado. Ese silencio comienza a incomodarme, siento cómo su mirada
está examinándome. Me siento desnudo. Su insistente mirada está atravesando mi
piel. Tengo ganas de desaparecer.
– ¿Podemos
tener sexo? –cuestiona finalmente con sonrisa lasciva, y entonces su mirada se
convierte en una de deseo. Me estremezco de sólo imaginar su cuerpo desnudo
sobre el mío, su bronceada piel, escuchar su voz excitada, mirar la erótica
expresión que su rostro es capaz de poner en esas situaciones.
–Claro…
–musito tímidamente.
Tomo su mano y lo encamino a mi alcoba. Una vez dentro de mi alcoba, cerró
la puerta de un empujón y me atrajo a su cuerpo para besarme con insistencia.
Sus manos recorren mi cuerpo casi con desesperación, yo sólo atino a aferrarme
a su cuerpo para evitar que me derribe con su impulso. Comienza a mordisquear
mis labios de forma apasionada, de pronto me tumba sobre la cama y se queda
mirándome recostado. Se relame los labios de forma sensual y se despoja de la
negra camiseta que cubría ese bien trabajado torso. Ladea la cabeza sin dejar
de mirarme y comienza a desabrochar sus pantalones. Es tan sexy.
Se arrodilla sobre la cama dejándome entre sus piernas. Se inclina sobre
mí y continúa besando mi cuello, repartiendo algunos mordiscos sobre mi
sensible piel. Sus hábiles manos comienzan a deshacerse de mi camisa mientras
yo jugueteo con el cierre de su pantalón con mis dedos, quiero ver más,
presiono su entrepierna con mi mano por encima de la ropa, escucho un ronco
gemido salir de su boca. Estoy caliente ahora. Abro aquel pantalón que me
separa de su sexo, me topo con su trusa negra que presiona la naciente erección
de Deathmask. Se detiene a mirarme divertido, sonríe retorcidamente y
mordisquea su labio inferior para invitarme a seguir adelante, me ayuda a
despojarlo del estorboso pantalón que me impide tocar su sexo a través de la
tela de aquella trusa. Su juguetona lengua comenzaba a lamer mi oreja
haciéndome gemir, sus manos estaban presionando mi entrepierna con firmeza,
estaba poniéndome duro. Empujé su mano con mi cadera para presionarme aún más
gemí con todas mis fuerzas mientras me arqueaba. Pude escucharle reir.
–Voy a
hacértelo –gimió roncamente, su aliento contra mi piel me hizo estremecer de
nuevo, sólo pude asentir en calidad de súplica.
Me despojó
de mis pantalones y los interiores degustando mi piel con su habilidosa lengua,
recorrió la piel de mi ingle, jugueteando hacia mi cadera y mis muslos. Con su
mano tomó mi virilidad y comenzó a masturbarla con firmeza de la base a la
punta, deteniéndose en la punta para mover sus dedos en círculo presionando mi
glande con los dedos, no podía más que jadear y pedirle entrecortadamente que
siguiera.
– ¿Te
gusta, ah? –preguntó mirándome lascivamente presionando la base de mi pene con
sus dedos. Gemí en respuesta–. Por supuesto que sí –resopló encendido.
Humedeció con su lengua un par de dedos de su mano derecha y comenzó a
juguetear cerca de mi ano, presionando para introducirlos mientras los movía de
forma circular. Los metió lo más adentro que pudo en un solo movimiento, me
arquee de dolor por la repentina invasión, los detuvo en mi interior por unos
segundos y comenzó a moverlos, mientras con su mano libre seguía masturbándome
cada vez con mayor frenesí.
–Libérame
–pidió jadeante.
Bajé su
trusa liberando la poderosa erección de su pene. La tomé con una de mis manos y
comencé a acariciarla y masajearla deleitándome con cada rincón de aquella
sensible piel y con la erótica expresión de su rostro con cada movimiento de mi
mano. Apreté sus dedos en mi interior, estaba ya muy caliente, sólo quería
sentirlo muy adentro de mí. Sacó sus dedos y enderezó su espalda, quedando
sentado en cuclillas con las piernas abiertas, mostrándome aquella enorme
hombría. Me miró con lascivia, volvió a relamerse los labios y pidió con voz
ronca y sensual.
–Lubrícame.
Acerqué mi rostro a su entrepierna y comencé a lamer su pene de la pase al
glande, degustando aquel delicioso sabor salado de su piel. Lo escuchaba gemir
y jadear pidiéndome más. Fui metiéndola en mi boca de a poco, presionando con
mis labios conforme iba avanzando, presionaba con mi lengua y succionaba con
frenesí. Estaba disfrutando de aquello, podía saberlo por la forma en que
jadeaba. Tomó mi cabello con sus manos y comenzó a jalar con fuerza. No puedo
negar que estaba doliéndome, pero había ansiado tanto por esto que terminé
viéndolo como parte del disfrute.
Jaló con más fuerza pidiéndome que me detuviera. La saqué de mi boca lo
más rápido que pude, comencé a toser. Tomó mi rostro y volvió a besarme
apasionadamente, su lengua jugueteó con la mía dentro de mi boca. Me tumbó de
nuevo sobre el colchón, haciendo que le dejara entre mis piernas. Con sus
brazos levantó mi cadera y comenzó a penetrarme. Movía su cadera
acompasadamente entrando cada vez más en mi interior, era grande y estaba
doliéndome, sólo pude sujetarme de sus brazos.
–Despacio… –supliqué entrecortadamente y
jadeante.
Redujo
ligeramente el ritmo de sus movimientos en mi interior, aunque comenzó a
presionar más dentro de mí, deteniéndose de vez en vez, no dejaba de jadear y
gemir roncamente diciendo cuánto estaba gustándole acostarse conmigo.
–Sí…
–jadeaba–; se siente tan bien dentro de ti, estás tan caliente…
Masturbó mi pene con rudeza, producto de su excitación. Gemí tratando de
ahogarlo con mis manos. Un par de lágrimas de dolor escaparon, y rodaron por
mis sienes. Moví mi cadera con la intención de amortiguar las fuertes estocadas
que Deathmask estaba dándome. Me corro
entre sus manos sintiendo como acelera sus movimientos en mi interior hasta
llenarme con su ardiente semen presionando con mayor fuerza dentro de mí. Me
dejo caer de espaldas totalmente vencido de cansancio sobre mi cama.
Se levanta para sentarse sobre el colchón y me mira con una sonrisa
retorcida y mirada aún encendida. Pero yo ya no puedo más.
– ¿Nos
bañamos? –me invitó con voz ronca.
–Estoy muy
cansado ahora, báñate tú –dije encogiéndome sobre el colchón.
–Como
quieras –dijo tomando su ropa y metiéndose a mi baño para ducharse.
Mientras él se duchaba no pude evitar quejarme de dolor, cualquier
movimiento que hacía me provocaba un agudo dolor en mi cuerpo. Había sido
demasiado. Salió de mi baño, se acercó a mi cama, donde yacía exhausto. Sonrió
y acarició mi piel nuevamente.
–Ha sido
genial –celebró con sonrisa lasciva–. La próxima en mi templo, tengo unas cosas
que van a encantarte.
Le miré
desganado, sólo hice una seña con mi mano. Se fue enseguida. Me quedé acostado
en forma fetal sobre mi cama esperando sólo dormir profundamente para no
sentirme más estúpido de lo que ya estaba sintiéndome. Me dormí finalmente.
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