1 abr 2014

¿Deathmask?



¿Deathmask?
En el camino a la explanada del santuario me topo con él, el que me hace suspirar desde que lo conocí, el único que quiero que me mire como lo sueño. Que me toque como anhelo, pero jamás he tenido la suerte.

–Buenos días –digo al pasar a su lado. Se vuelve a mirarme con una indiferencia que hela mi alma.

–Sí, buenos –responde comenzando a caminar en dirección contraria. Me derrumbo internamente.

Hago acopio de fuerzas y continúo mi camino hacia la explanada. Me encuentro con Aldebarán, quien rodea mis hombros con su fuerte brazo, luce sonriente y feliz.

– ¡Buenos días, Afrodita! –me saluda con entusiasmo. Yo sólo puedo asentir con la cabeza sin poder articular palabra–. Deberías de decirle lo que sientes y ver qué pasa.
Estaba tratando de animarme, lo sabía. Podía sentirlo en aquel tono amable que Aldebarán siempre suele dedicarnos cuando estamos tristes o preocupados. Sonreí, levanté mi mirada para verlo y agradecí con un gesto.

–Afrodita, anímate –dijo agitando mi cabello con su mano–. Nada más piensa en esto, ¿qué tienes que perder si le dices?, nada. Absolutamente nada. Porque yo sé de alguien que quiere estar contigo y tú sólo le lujurias.

Me  volví para mirarlo con asombro. Sabía de quién hablaba, estaba seguro de ello, pero no sabía qué decir.

–Yo…

– ¡Buenos días a todos! –saluda efusivamente Aioria llegando a la explanada detrás de nosotros.

Buenos días saludo con tranquilidad. Continuo caminando hacia donde estaban concentrados la mayoría.

Saga no estaba ahí aún. Apenas estaba bajando las escaleras de aries a la explanada. Aldebarán le saludó con la mano, Saga respondió el gesto con una ligera sonrisa, me miró y en automático desvié la mirada, comencé a arrepentirme de ello enseguida.

            Nos organizamos para entrenar, se suponía que Mu entrenaría conmigo, pero finalmente se hizo a un lado dejando que Deathmask entrenase conmigo. Sonrió mientras se iba con Aldebarán. Me sentí estúpido, más cuando noté la mirada de Saga sobre mí.

Entrené enfocándome en lo que estaba haciendo lo más que podía, pero no podía dejar de ver a Deathmask frente a mí, aquella bronceada piel, esos bien formados brazos, su torso semidescubierto. Sus fuertes piernas… comencé a alucinarme imaginándome su sexo debajo de aquel ajustado pantalón deportivo. Reacciono hasta sentir un fuerte golpe que me manda al suelo. En el momento no sentí dolor de la pura adrenalina, me levanté enseguida y continué entrenando. Deathmask me miraba extrañado, hasta parecía que quería detener el entrenamiento, yo no podía entender el motivo.

Finalmente se detuvo.

–Estás herido, mejor ve a atenderte –dijo dándose la media vuelta para irse hacia la larga escalinata del santuario.

Me quedé congelado, de pie ahí con cara de idiota y sin saber qué decir. Sentí la mano de Mu sobre mi hombro derecho.

–Vamos a que te ayude a curarte, vamos a mi templo –me apresuró con preocupación marcada en su voz.

Sólo dejé que me llevara casi a rastras hasta aries. Me senté sobre una cómoda silla de madera en la cocina de Mu. Comencé a sentir el dolor punzante y la humedad de mi sangre sobre algunas partes de mi piel. Mu limpiaba mis heridas diligentemente, pero yo sólo podía ver aquella indiferente expresión en mi mente. Quería desaparecer.

– ¡Listo! –celebró Mu sentándose frente a mí, su semblante lucía amable, como siempre.

–Gracias –dije levantándome de la silla–. Perdón por causar molestias.

– ¿Molestias? –cuestionó Mu desconcertado–. Afrodita, creo que debes confrontar a Deathmask y si algo bueno sale de ello más que maravilloso. Pero por favor, deja de tratarte, y dejar que te traten de la manera en que lo permites.

–Lo sé…

–Vamos, te acompaño a piscis –dijo levantándose para caminar conmigo hasta mi templo.

En el camino de regreso se nos sumó Aldebarán, quien había estado charlando con Saga en su templo, dioses, me sentí extraño al cruzar por géminis. Sabía que Saga había visto mi lamentable actuación durante el entrenamiento, y ahora parecía que no era secreto para nadie que estaba completamente embobado con Deathmask. Maldije a Deathmask muchas veces más mientras subíamos a mi templo. Llegamos y de inmediato me interno en la cocina. Mu y Aldebarán me siguen preocupados.

–Confiésale a Deathmask, Afrodita –insiste Aldebarán–; no tienes nada que perder.

– ¿Quieren una copa? –cuestiono con el fin de cambiar el tema. Mu asiente de inmediato, Aldebarán parece dudar, pero finalmente accede a beberse una copa con nosotros.

Saco el vino del refrigerador y busco las copas. Descorcho el vino y comienzo a servirlo con desesperación. Les entrego sus copas y me bebo la mía casi en un solo trago. Mu y Aldebarán me miran asombrados. Me sirvo otra copa de vino.

– ¿Saben qué? –Rompo el silencio–, tienen razón, voy a confesarle a Deathmask lo que siento, ¿qué puede ser peor hoy?

–Es bueno que te decidas, Afrodita –dice Aldebarán con amplia sonrisa.

Levanto mi copa llena en señal de brindis y vuelvo a bebérmela en un movimiento. Carraspeo tras tragármelo, suspiro y salgo de la cocina para salir de mi templo con la mayor decisión que me es posible. Mu y Aldebarán se quedaron mudos viéndome dejarlos ahí.

Corrí a través del santuario para llegar a cáncer. No esperaba topármelo entre libra y escorpio. Me detuve justo frente a él, le miré y entonces volvieron mis nervios y mi determinación desapareció de pronto, enmudecí.

– ¿Estás bien? –preguntó mirándome con curiosidad.

–Sí, hay algo que necesito decirte –dije recordando a lo que iba. Él me miró desconcertado. Me sonrojé y tragué saliva con dificultad, me hizo falta beber más vino, pensé.

–Sólo voy a entregarle esto a Milo, y supongo que vamos a tu templo a hablar, a menos que prefieras que sea en mi templo; el sol está criminal –dijo con una actitud entre curiosa y seria.

Asentí. Le miré ir al templo de escorpio y charlar unos minutos con el bicho. Ir a charlar a mi templo o al suyo… en el mío había dejado a Aldebarán y Mu, pero cáncer era “vecino” de Saga… estaba en un aprieto.

Deathmask volvió a donde lo esperaba sin que yo supiera con exactitud a dónde ir a charlar. Suspiré ruidosamente. Él me miró aún más desconcertado. De pronto miré a Mu y Aldebarán charlando con Milo en su templo, me sentí aliviado.

–Vamos a mi templo, pues –dije más tranquilo. Asintió sin decir nada y se dispuso a seguirme.

El camino cuesta arriba hacia mi templo transcurrió en absoluto silencio. Yo podía escuchar el acelerado ritmo de mi corazón, era como si fuera a escapárseme por la boca en cualquier momento. Rogaba porque no adivinara el motivo de la charla.

Entramos a mi templo en silencio, le invité algo de beber, aceptó beber una copa. Voy a la cocina para servir un par de copas de vino. Regreso y le ofrezco la copa con vino, la toma y comienza a beberlo con prisa. Le observo curioso, estoy más que nervioso, es la primera vez que lo tengo en mi templo.

– ¿De qué querías hablar, Afrodita? –dice de pronto.

–Hay algo que quería decirte desde hace algún tiempo –digo mirando la copa que sostengo en mis manos.

– ¿Y bien? –insiste.

–Me gustas, Deathmask, desde hace mucho.

Deathmask me mira detenidamente. Su rostro permanece con la misma expresión, empiezo a sentirme mareado. Ese silencio comienza a incomodarme, siento cómo su mirada está examinándome. Me siento desnudo. Su insistente mirada está atravesando mi piel. Tengo ganas de desaparecer.

– ¿Podemos tener sexo? –cuestiona finalmente con sonrisa lasciva, y entonces su mirada se convierte en una de deseo. Me estremezco de sólo imaginar su cuerpo desnudo sobre el mío, su bronceada piel, escuchar su voz excitada, mirar la erótica expresión que su rostro es capaz de poner en esas situaciones.

–Claro… –musito tímidamente.

Tomo su mano y lo encamino a mi alcoba. Una vez dentro de mi alcoba, cerró la puerta de un empujón y me atrajo a su cuerpo para besarme con insistencia. Sus manos recorren mi cuerpo casi con desesperación, yo sólo atino a aferrarme a su cuerpo para evitar que me derribe con su impulso. Comienza a mordisquear mis labios de forma apasionada, de pronto me tumba sobre la cama y se queda mirándome recostado. Se relame los labios de forma sensual y se despoja de la negra camiseta que cubría ese bien trabajado torso. Ladea la cabeza sin dejar de mirarme y comienza a desabrochar sus pantalones. Es tan sexy.

Se arrodilla sobre la cama dejándome entre sus piernas. Se inclina sobre mí y continúa besando mi cuello, repartiendo algunos mordiscos sobre mi sensible piel. Sus hábiles manos comienzan a deshacerse de mi camisa mientras yo jugueteo con el cierre de su pantalón con mis dedos, quiero ver más, presiono su entrepierna con mi mano por encima de la ropa, escucho un ronco gemido salir de su boca. Estoy caliente ahora. Abro aquel pantalón que me separa de su sexo, me topo con su trusa negra que presiona la naciente erección de Deathmask. Se detiene a mirarme divertido, sonríe retorcidamente y mordisquea su labio inferior para invitarme a seguir adelante, me ayuda a despojarlo del estorboso pantalón que me impide tocar su sexo a través de la tela de aquella trusa. Su juguetona lengua comenzaba a lamer mi oreja haciéndome gemir, sus manos estaban presionando mi entrepierna con firmeza, estaba poniéndome duro. Empujé su mano con mi cadera para presionarme aún más gemí con todas mis fuerzas mientras me arqueaba. Pude escucharle reir.

–Voy a hacértelo –gimió roncamente, su aliento contra mi piel me hizo estremecer de nuevo, sólo pude asentir en calidad de súplica.

Me despojó de mis pantalones y los interiores degustando mi piel con su habilidosa lengua, recorrió la piel de mi ingle, jugueteando hacia mi cadera y mis muslos. Con su mano tomó mi virilidad y comenzó a masturbarla con firmeza de la base a la punta, deteniéndose en la punta para mover sus dedos en círculo presionando mi glande con los dedos, no podía más que jadear y pedirle entrecortadamente que siguiera.

– ¿Te gusta, ah? –preguntó mirándome lascivamente presionando la base de mi pene con sus dedos. Gemí en respuesta–. Por supuesto que sí –resopló encendido.

Humedeció con su lengua un par de dedos de su mano derecha y comenzó a juguetear cerca de mi ano, presionando para introducirlos mientras los movía de forma circular. Los metió lo más adentro que pudo en un solo movimiento, me arquee de dolor por la repentina invasión, los detuvo en mi interior por unos segundos y comenzó a moverlos, mientras con su mano libre seguía masturbándome cada vez con mayor frenesí.

–Libérame –pidió jadeante.

Bajé su trusa liberando la poderosa erección de su pene. La tomé con una de mis manos y comencé a acariciarla y masajearla deleitándome con cada rincón de aquella sensible piel y con la erótica expresión de su rostro con cada movimiento de mi mano. Apreté sus dedos en mi interior, estaba ya muy caliente, sólo quería sentirlo muy adentro de mí. Sacó sus dedos y enderezó su espalda, quedando sentado en cuclillas con las piernas abiertas, mostrándome aquella enorme hombría. Me miró con lascivia, volvió a relamerse los labios y pidió con voz ronca y sensual.

–Lubrícame.

Acerqué mi rostro a su entrepierna y comencé a lamer su pene de la pase al glande, degustando aquel delicioso sabor salado de su piel. Lo escuchaba gemir y jadear pidiéndome más. Fui metiéndola en mi boca de a poco, presionando con mis labios conforme iba avanzando, presionaba con mi lengua y succionaba con frenesí. Estaba disfrutando de aquello, podía saberlo por la forma en que jadeaba. Tomó mi cabello con sus manos y comenzó a jalar con fuerza. No puedo negar que estaba doliéndome, pero había ansiado tanto por esto que terminé viéndolo como parte del disfrute.

Jaló con más fuerza pidiéndome que me detuviera. La saqué de mi boca lo más rápido que pude, comencé a toser. Tomó mi rostro y volvió a besarme apasionadamente, su lengua jugueteó con la mía dentro de mi boca. Me tumbó de nuevo sobre el colchón, haciendo que le dejara entre mis piernas. Con sus brazos levantó mi cadera y comenzó a penetrarme. Movía su cadera acompasadamente entrando cada vez más en mi interior, era grande y estaba doliéndome, sólo pude sujetarme de sus brazos.

 –Despacio… –supliqué entrecortadamente y jadeante.

Redujo ligeramente el ritmo de sus movimientos en mi interior, aunque comenzó a presionar más dentro de mí, deteniéndose de vez en vez, no dejaba de jadear y gemir roncamente diciendo cuánto estaba gustándole acostarse conmigo.

–Sí… –jadeaba–; se siente tan bien dentro de ti, estás tan caliente…

Masturbó mi pene con rudeza, producto de su excitación. Gemí tratando de ahogarlo con mis manos. Un par de lágrimas de dolor escaparon, y rodaron por mis sienes. Moví mi cadera con la intención de amortiguar las fuertes estocadas que Deathmask estaba dándome.  Me corro entre sus manos sintiendo como acelera sus movimientos en mi interior hasta llenarme con su ardiente semen presionando con mayor fuerza dentro de mí. Me dejo caer de espaldas totalmente vencido de cansancio sobre mi cama.

Se levanta para sentarse sobre el colchón y me mira con una sonrisa retorcida y mirada aún encendida. Pero yo ya no puedo más.

– ¿Nos bañamos? –me invitó con voz ronca.

–Estoy muy cansado ahora, báñate tú –dije encogiéndome sobre el colchón.

–Como quieras –dijo tomando su ropa y metiéndose a mi baño para ducharse.

Mientras él se duchaba no pude evitar quejarme de dolor, cualquier movimiento que hacía me provocaba un agudo dolor en mi cuerpo. Había sido demasiado. Salió de mi baño, se acercó a mi cama, donde yacía exhausto. Sonrió y acarició mi piel nuevamente.

–Ha sido genial –celebró con sonrisa lasciva–. La próxima en mi templo, tengo unas cosas que van a encantarte.

Le miré desganado, sólo hice una seña con mi mano. Se fue enseguida. Me quedé acostado en forma fetal sobre mi cama esperando sólo dormir profundamente para no sentirme más estúpido de lo que ya estaba sintiéndome. Me dormí finalmente.

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