II
Lo inevitable.
Por la mañana me levanté con jaqueca,
haber estado dándole vueltas al tema durante la noche había hecho que tuviera
una muy mala noche, que durmiera mal y además poco. Tenía que apurarme para
estar puntual en la audiencia en el templo principal, para darle la
“bienvenida” a los caballeros de cáncer y tauro, “ese tipo…”, resoplé molesto
al recordar nuestro encuentro en el bosque la tarde anterior, debía tener la
mente fría o algo saldría muy mal, no podía darme ese lujo.
Asistí como siempre, serio, sin comentar
nada con nadie, incluso me aguanté la risa cuando Shura hacía algún gesto por
algunos comentarios emitidos por Shion respecto a nuestras “nuevas comisiones”,
las cuales de nuevo no tenían nada, era mantenernos en nuestros templos y encargarnos
de la vigilancia del santuario, lo nuevo fue para los caballeros de plata,
encomendados a entrenar aprendices.
Al momento de presentar a los caballeros
de cáncer y tauro, Shion hizo énfasis en la fuerza física de nuestros nuevos
compañeros, el tal Deathmask no pudo evitar mirarme y sonreír burlonamente de
forma descarada, cosa que no pasó desapercibida por Camus y Shura que se
miraron discretamente y miraron mi reacción, evité hacer cualquier aspaviento,
o sería fatal.
Me sentía insultado, burlado, menospreciado.
Terminó la dichosa reunión y Shion quiso
que me quedara al final, “tengo un par de cosas que aclarar conmigo”, dijo. No
tengo ni que decir que lo último que quería era quedarme a solas con Shion,
pero me limité a obedecer sin decir nada o hacer algún gesto.
–Afrodita, quiero encomendarte que
vigiles junto con el caballero de tauro a Argol, estará entrenando a unos
cuantos discípulos, pero no sé qué tan confiable es. –explicaba Shion cainando
alrededor de mí.
–Así será, señor patriarca –dije con
calma.
– ¡Maravilloso!, así Camus y Milo podrán
vigilar a Misty en su encomienda, sólo será una semana de vigilancia, una vez
que termine la semana vendrán a decirme cómo vieron el entrenamiento, y de
acuerdo a sus observaciones será si deberán asesorar al caballero de plata en
el entrenamiento o ahí terminan esa labor –explicó entusiasta colocando sus
manos sobre mis hombros y mirándome fijamente.
Acercó su rostro al mío y sonrió de
forma extraña, me sentía raro con sus manos sobre mis hombros, me sentía
incómodo. Asentí y esbocé una sonrisa para demostrar mi agrado a la misión que
me había sido dada, Shion dio un par de pasos atrás y sonrió ampliamente.
–Muy bien, te veré junto con Aldebarán,
aquí en una semana.
–Así será, señor.
Salí del salón principal y caminé con la
mayor rapidez que pude hacia mi templo para evitar preguntas o miradas
burlonas, no me di cuenta de quienes aún platicaban en la explanada del templo
principal. Entré a mi templo y me dejé caer sobre una silla, hasta escuchar la
voz de Camus a mi espalda.
– ¿Estás bien?
–Sí, con mi nueva misión, junto con
Aldebarán de tauro.
–Sí, a mí me tocó con Milo de escorpio,
lo cual no me parece novedad, seguro Milo le pidió a Shion que la misión nos
tocase juntos.
– ¿Tanto así?
–Yo he escuchado muchos rumores sobre
Shion, Afrodita –dijo Camus sentándose frente
mí–. Uno de esos es que le gusta llevarse a Misty de Lacerta a su alcoba
en el templo principal, y que ha habido veces que le solapa a Dohko de Libra
encuentros con algunas personas.
–Mira de forma rara, es como si me
desnudara con la mirada… –admití incómodo.
–Sí, suele hacer eso, pero hasta ahora
no he escuchado que llegue a abusar de alguien.
–Supongo…
– ¿Qué pasó con el caballero de cáncer?
–disparó directamente dejándome sin método alguno para cambiar de tema o
evitarlo de tajo.
–Lo encontré ayer en el bosque, salí a
dar una caminata para despejarme y estaba ahí, logró hacer que un niño que
lloraba saliera corriendo completamente pálido –expliqué–. Salió con lo de que
con mi apariencia no podía ser cierto que fuera un caballero dorado.
–Ya veo. Mucha gente tiende a juzgar a
las personas por su apariencia… –dijo luciendo decepcionado.
–Sí, no es el primero que tiene esa
reacción conmigo.
–Y no serás el último con quien él y
otros tengan esa reacción, no han visto a Shaka de virgo o a Mu de aries, que
tienen una apariencia más bien femenina –dijo con una sonrisa extraña.
–Supongo que así es… –admití más tranquilo–,
¿qué vas a hacer con Milo?
–No lo sé, definitivamente no lo sé
–dijo llevando su mano a su rostro, lucía más bien cansado del tema–; me
gustaría dar una respuesta que le dejara claro todo, pero a veces creo que ni
yo mismo me creo que lo quiero lejos.
– ¿Te gusta?
–Creo que así es –admitió avergonzado.
–No tienes por qué sentirte apenado,
aunque creo que he escuchado muchas cosas de él por el pueblo… –dije
reflexionándolo.
–Lo sé, yo mismo lo he visto coquetear
por todas partes.
–Si quiere azul celeste, que le cueste
–dije con amplia sonrisa.
– ¿Cómo?
–Si quiere estar contigo, será bajo tus
reglas, si las incumple no tendrá motivos para molestarse en buscarte de nuevo
–expliqué.
–Suena razonable –dijo ya más relajado.
–Puedes pensártelo todo lo que
necesites, si tiene mucha prisa, entonces no le importas de verdad –dije
sonriendo, podía verle dudar, y una vez que lo dije sonrió con más naturalidad.
–Tienes razón, igualmente tú debes
mantener la calma; seguro ese sujeto v a buscar provocarte para demostrar que
“tiene razón” –dijo Camus con expresión de molestia.
–Lo haré, lo tomaré con la mayor calma
que pueda –respondí tranquilo, sabía que tenía que esforzarme en ignorar las
actitudes de aquel sujeto.
Camus regresó a su templo y me quedé
sentado frente a la mesa con una taza de café humeante sobre ella, miraba con
atención las figuras que se formaban con el humo que se desprendía de aquel
caliente líquido, eso lograba relajarme.
Por la mañana me dirigí al templo de
tauro para que Aldebarán y yo revisáramos el trabajo de Argol entrenando
guerreros. Se suponía que Aldebarán sabía que iríamos a hacerlo pero
aparentemente Shion no le había informado y tuve que esperarle para que saliera
y pudiéramos completar esa misión durante la semana.
– ¿Será durante toda la semana?
–cuestionó aquel con curiosidad.
–Así es –me limité a responder sin
detenerme.
– ¿De dónde eres? –preguntó.
–Suecia.
–Yo soy de Brasil, ¿de dónde vienes hace
mucho frío?
–Depende de la época del año es lo frío
que esté –dije llegando a la explanada donde Argol ya entrenaba con dos
chiquillos.
–Supongo que tienes razón –rió
dirigiendo su mirada al caballero de plata que entrenaba a los adolescentes que
tenía bajo su responsabilidad.
Tengo que admitir que Aldebarán es, más
bien, un compañero leal y noble que gusta de conocer a quienes tiene alrededor,
pero al no estar acostumbrado a ese tipo de interacción me sentía incómodo en
ocasiones.
El tercer día de esta misión Aldebarán
que contó que el tal Deathmask le había confesado que le tenía compasión por
tener que compartir una misión con alguien como yo. Al escuchar aquello me
hirvió la sangre y creo que fue lo suficientemente obvio porque mi compañero
colocó una de sus manos sobre mi hombro y sonrió.
–No debes dejar que las palabras huecas
de alguien tan dañado te dañen a ti –dijo sonriente.
– ¿Dañado? –cuestioné sorprendido por la
expresión.
–Es lo que yo percibo en él, en la forma
en que mira, la forma en que habla y se refiere a los demás, es alguien que
desprecia –explicó tratando de encontrar las palabras adecuadas para describir
lo que sentía respecto a Deathmask de cáncer–, pero es sólo mi percepción,
tampoco me hagas mucho caso.
–No te preocupes, es sólo que no es la
primera vez que recibo comentarios así y llega un momento en el que uno se
cansa.
–Es natural, pero recuerda que “el que
se enoja pierde” –dijo entrando en su templo–, cuídate, nos vemos mañana.
–Claro, y gracias –dije asintiendo con
la cabeza.
Me dirigía a mi templo cuando escuché la
voz de aquel sujeto haciendo burla de mi apariencia, me detuve en seco y me
volví hacia él, caminé con total seguridad y me detuve a dos pasos.
–Escucha, si quieres adaptarte a este
lugar será mejor que dejes de actuar como imbécil –dije mirándolo fijamente.
Se quedó mirándome enmudecido, no
esperaba una reacción de mi parte; su expresión de pronto pasó a una de
molestia, y de pronto una sonrisa retorcida.
– ¿Eso es todo lo que tienes para dar,
palabras? –rió con aire de autosuficiencia.
Me di la vuelta y continué mi camino
hacia mi templo cuando sentí un tirón de mi cabello que me hizo girar y tomarlo
de la mano con fuerza para obligarlo a soltarme, nos hicimos de golpes e
insultos hasta que Aioros y Saga nos separaron. Terminamos ante Shion quien
lucía tranquilo escuchando lo que Saga y Aioros decían respecto a lo que había
sucedido.
–Quiero que regresen a sus templos, yo
me ocuparé de esto –dijo Shion aún sentado sobre aquel trono mirándonos con
absoluta tranquilidad.
–Sí, señor –dijeron al unísono Saga y Aioros,
acto seguido salieron del salón dejándonos a solas con Shion, quien permaneció
sentado observándonos sin decir nada.
Pasaron cerca de cinco minutos e
absoluto silencio hasta que Shion se puso de pie y caminó hasta quedar de pie
frente a Deathmask.
–Tu sanción será entrenar dos veces al
día en la explanada principal, una será por la mañana antes de que salga el
sol, y la otra por la tarde, antes de que anochezca. Pensaré en una misión que
imponerte, ya que necesitas tener algo qué hacer –dijo con seriedad, su voz
retumbaba en el lugar haciendo que nos estresáramos–. Ahora, regresa a tu
templo, fuera de tus dos horarios de entrenamiento no tienes permitido
abandonar tu templo a menos que sea yo quien te llame, ¿quedó claro?
–Sí, señor –dijo haciendo una amplia
reverencia y poniéndose de pie, comenzó a caminar hacia la pesada puerta del
salón para abandonarlo, durante ese lapso Shion permaneció inmóvil y en
silencio.
Una vez que se cerró la puerta detrás de
Deathmask, Shion me jaló para aproximarse a su cuerpo. Comenzó a tocarme y
lamer mi cuello mientras yo me remolineaba para tratar de quitármelo de encima,
de pronto me empujó y comenzó a hablar:
–Será mejor que cedas, Afrodita; o
tendré que imponerte un buen castigo por tu insolencia –sentenció Shion
mirándome con furia y lascivia mezcladas.
–El castigo… –musité sabiendo que sería
humillante y doloroso.
–Como digas… –se quejó Shion luciendo
más molesto. Comenzó a caminar dentro del salón, como para darme tiempo para
cambiar de opinión, pasaron así cerca de 10 minutos o más, quizás, hasta que
continuó con aquella sentencia que yo sólo me había impuesto–. Vas a encargarte
de todo lo concerniente al templo principal, ya que eres el guardián del décimo
segundo templo, te queda más cerca atender este templo también, y cuando digo
“todo lo concerniente” es precisamente a lo que me refiero, ¿te queda claro?
– ¿Todo? –cuestioné confundido.
– Estarás pendiente de todo lo que yo
necesite que hagas aquí, ¿más claro?
–Yo… –intenté disuadir a Shion, pero me silenció
con una mirada encendida que me impuso más miedo.
–Regresa a tu templo, a partir de mañana
estarás cubriendo tu nueva obligación, Aldebarán cumplirá aquella misión solo;
puedes retirarte.
Salí del salón y caminé lo más rápido
que pude hacia la salida del templo principal, me topé con Deathmask en la
escalinata que conducía a mi templo, se veía serio.
– ¿Cómo te castigó? –cuestionó
secamente.
–No es de tu maldita incumbencia, no
puedo tener mayor humillación que esta, así que lárgate –dije furioso, sabía
que a lo que Shion se refería era a hacerme estar con él, no podría escapar
siempre de sus intenciones.
–Yo quiero… –comenzó a decir cuando
ingresé a mi templo sin hacer el menor caso a lo que pretendía decir.
Ingresé y me encerré en mi alcoba hasta
que escuché que se había retirado de mi templo, me sentía humillado, y lleno de
asco, sabía que Shion me tendría bajo su cuerpo, que haría de mí lo que le
diera la gana, y sólo imaginarlo me hacía sentir asco de mí mismo.
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