1 abr 2014

II. Lo inevitable.



II
Lo inevitable.

Por la mañana me levanté con jaqueca, haber estado dándole vueltas al tema durante la noche había hecho que tuviera una muy mala noche, que durmiera mal y además poco. Tenía que apurarme para estar puntual en la audiencia en el templo principal, para darle la “bienvenida” a los caballeros de cáncer y tauro, “ese tipo…”, resoplé molesto al recordar nuestro encuentro en el bosque la tarde anterior, debía tener la mente fría o algo saldría muy mal, no podía darme ese lujo.

Asistí como siempre, serio, sin comentar nada con nadie, incluso me aguanté la risa cuando Shura hacía algún gesto por algunos comentarios emitidos por Shion respecto a nuestras “nuevas comisiones”, las cuales de nuevo no tenían nada, era mantenernos en nuestros templos y encargarnos de la vigilancia del santuario, lo nuevo fue para los caballeros de plata, encomendados a entrenar aprendices.

Al momento de presentar a los caballeros de cáncer y tauro, Shion hizo énfasis en la fuerza física de nuestros nuevos compañeros, el tal Deathmask no pudo evitar mirarme y sonreír burlonamente de forma descarada, cosa que no pasó desapercibida por Camus y Shura que se miraron discretamente y miraron mi reacción, evité hacer cualquier aspaviento, o sería fatal.
Me sentía insultado, burlado, menospreciado.

Terminó la dichosa reunión y Shion quiso que me quedara al final, “tengo un par de cosas que aclarar conmigo”, dijo. No tengo ni que decir que lo último que quería era quedarme a solas con Shion, pero me limité a obedecer sin decir nada o hacer algún gesto.

–Afrodita, quiero encomendarte que vigiles junto con el caballero de tauro a Argol, estará entrenando a unos cuantos discípulos, pero no sé qué tan confiable es. –explicaba Shion cainando alrededor de mí.

–Así será, señor patriarca –dije con calma.

– ¡Maravilloso!, así Camus y Milo podrán vigilar a Misty en su encomienda, sólo será una semana de vigilancia, una vez que termine la semana vendrán a decirme cómo vieron el entrenamiento, y de acuerdo a sus observaciones será si deberán asesorar al caballero de plata en el entrenamiento o ahí terminan esa labor –explicó entusiasta colocando sus manos sobre mis hombros y mirándome fijamente.

Acercó su rostro al mío y sonrió de forma extraña, me sentía raro con sus manos sobre mis hombros, me sentía incómodo. Asentí y esbocé una sonrisa para demostrar mi agrado a la misión que me había sido dada, Shion dio un par de pasos atrás y sonrió ampliamente.

–Muy bien, te veré junto con Aldebarán, aquí en una semana.

–Así será, señor.

Salí del salón principal y caminé con la mayor rapidez que pude hacia mi templo para evitar preguntas o miradas burlonas, no me di cuenta de quienes aún platicaban en la explanada del templo principal. Entré a mi templo y me dejé caer sobre una silla, hasta escuchar la voz de Camus a mi espalda.

– ¿Estás bien?

–Sí, con mi nueva misión, junto con Aldebarán de tauro.

–Sí, a mí me tocó con Milo de escorpio, lo cual no me parece novedad, seguro Milo le pidió a Shion que la misión nos tocase juntos.

– ¿Tanto así?

–Yo he escuchado muchos rumores sobre Shion, Afrodita –dijo Camus sentándose frente  mí–. Uno de esos es que le gusta llevarse a Misty de Lacerta a su alcoba en el templo principal, y que ha habido veces que le solapa a Dohko de Libra encuentros con algunas personas.

–Mira de forma rara, es como si me desnudara con la mirada… –admití incómodo.

–Sí, suele hacer eso, pero hasta ahora no he escuchado que llegue a abusar de alguien.

–Supongo…

– ¿Qué pasó con el caballero de cáncer? –disparó directamente dejándome sin método alguno para cambiar de tema o evitarlo de tajo.

–Lo encontré ayer en el bosque, salí a dar una caminata para despejarme y estaba ahí, logró hacer que un niño que lloraba saliera corriendo completamente pálido –expliqué–. Salió con lo de que con mi apariencia no podía ser cierto que fuera un caballero dorado.

–Ya veo. Mucha gente tiende a juzgar a las personas por su apariencia… –dijo luciendo decepcionado.

–Sí, no es el primero que tiene esa reacción conmigo.

–Y no serás el último con quien él y otros tengan esa reacción, no han visto a Shaka de virgo o a Mu de aries, que tienen una apariencia más bien femenina –dijo con una sonrisa extraña.

–Supongo que así es… –admití más tranquilo–, ¿qué vas a hacer con Milo?

–No lo sé, definitivamente no lo sé –dijo llevando su mano a su rostro, lucía más bien cansado del tema–; me gustaría dar una respuesta que le dejara claro todo, pero a veces creo que ni yo mismo me creo que lo quiero lejos.

– ¿Te gusta?

–Creo que así es –admitió avergonzado.

–No tienes por qué sentirte apenado, aunque creo que he escuchado muchas cosas de él por el pueblo… –dije reflexionándolo.

–Lo sé, yo mismo lo he visto coquetear por todas partes.

–Si quiere azul celeste, que le cueste –dije con amplia sonrisa.

– ¿Cómo?

–Si quiere estar contigo, será bajo tus reglas, si las incumple no tendrá motivos para molestarse en buscarte de nuevo –expliqué.

–Suena razonable –dijo ya más relajado.

–Puedes pensártelo todo lo que necesites, si tiene mucha prisa, entonces no le importas de verdad –dije sonriendo, podía verle dudar, y una vez que lo dije sonrió con más naturalidad.

–Tienes razón, igualmente tú debes mantener la calma; seguro ese sujeto v a buscar provocarte para demostrar que “tiene razón” –dijo Camus con expresión de molestia.

–Lo haré, lo tomaré con la mayor calma que pueda –respondí tranquilo, sabía que tenía que esforzarme en ignorar las actitudes de aquel sujeto.

Camus regresó a su templo y me quedé sentado frente a la mesa con una taza de café humeante sobre ella, miraba con atención las figuras que se formaban con el humo que se desprendía de aquel caliente líquido, eso lograba relajarme.

Por la mañana me dirigí al templo de tauro para que Aldebarán y yo revisáramos el trabajo de Argol entrenando guerreros. Se suponía que Aldebarán sabía que iríamos a hacerlo pero aparentemente Shion no le había informado y tuve que esperarle para que saliera y pudiéramos completar esa misión durante la semana.

– ¿Será durante toda la semana? –cuestionó aquel con curiosidad.

–Así es –me limité a responder sin detenerme.

– ¿De dónde eres? –preguntó.

–Suecia.

–Yo soy de Brasil, ¿de dónde vienes hace mucho frío?

–Depende de la época del año es lo frío que esté –dije llegando a la explanada donde Argol ya entrenaba con dos chiquillos.

–Supongo que tienes razón –rió dirigiendo su mirada al caballero de plata que entrenaba a los adolescentes que tenía bajo su responsabilidad.

Tengo que admitir que Aldebarán es, más bien, un compañero leal y noble que gusta de conocer a quienes tiene alrededor, pero al no estar acostumbrado a ese tipo de interacción me sentía incómodo en ocasiones.

El tercer día de esta misión Aldebarán que contó que el tal Deathmask le había confesado que le tenía compasión por tener que compartir una misión con alguien como yo. Al escuchar aquello me hirvió la sangre y creo que fue lo suficientemente obvio porque mi compañero colocó una de sus manos sobre mi hombro y sonrió.

–No debes dejar que las palabras huecas de alguien tan dañado te dañen a ti –dijo sonriente.

– ¿Dañado? –cuestioné sorprendido por la expresión.

–Es lo que yo percibo en él, en la forma en que mira, la forma en que habla y se refiere a los demás, es alguien que desprecia –explicó tratando de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que sentía respecto a Deathmask de cáncer–, pero es sólo mi percepción, tampoco me hagas mucho caso.

–No te preocupes, es sólo que no es la primera vez que recibo comentarios así y llega un momento en el que uno se cansa.

–Es natural, pero recuerda que “el que se enoja pierde” –dijo entrando en su templo–, cuídate, nos vemos mañana.

–Claro, y gracias –dije asintiendo con la cabeza.

Me dirigía a mi templo cuando escuché la voz de aquel sujeto haciendo burla de mi apariencia, me detuve en seco y me volví hacia él, caminé con total seguridad y me detuve a dos pasos.

–Escucha, si quieres adaptarte a este lugar será mejor que dejes de actuar como imbécil –dije mirándolo fijamente.

Se quedó mirándome enmudecido, no esperaba una reacción de mi parte; su expresión de pronto pasó a una de molestia, y de pronto una sonrisa retorcida.

– ¿Eso es todo lo que tienes para dar, palabras? –rió con aire de autosuficiencia.

Me di la vuelta y continué mi camino hacia mi templo cuando sentí un tirón de mi cabello que me hizo girar y tomarlo de la mano con fuerza para obligarlo a soltarme, nos hicimos de golpes e insultos hasta que Aioros y Saga nos separaron. Terminamos ante Shion quien lucía tranquilo escuchando lo que Saga y Aioros decían respecto a lo que había sucedido.

–Quiero que regresen a sus templos, yo me ocuparé de esto –dijo Shion aún sentado sobre aquel trono mirándonos con absoluta tranquilidad.

–Sí, señor –dijeron al unísono Saga y Aioros, acto seguido salieron del salón dejándonos a solas con Shion, quien permaneció sentado observándonos sin decir nada.

Pasaron cerca de cinco minutos e absoluto silencio hasta que Shion se puso de pie y caminó hasta quedar de pie frente a Deathmask.

–Tu sanción será entrenar dos veces al día en la explanada principal, una será por la mañana antes de que salga el sol, y la otra por la tarde, antes de que anochezca. Pensaré en una misión que imponerte, ya que necesitas tener algo qué hacer –dijo con seriedad, su voz retumbaba en el lugar haciendo que nos estresáramos–. Ahora, regresa a tu templo, fuera de tus dos horarios de entrenamiento no tienes permitido abandonar tu templo a menos que sea yo quien te llame, ¿quedó claro?

–Sí, señor –dijo haciendo una amplia reverencia y poniéndose de pie, comenzó a caminar hacia la pesada puerta del salón para abandonarlo, durante ese lapso Shion permaneció inmóvil y en silencio.

Una vez que se cerró la puerta detrás de Deathmask, Shion me jaló para aproximarse a su cuerpo. Comenzó a tocarme y lamer mi cuello mientras yo me remolineaba para tratar de quitármelo de encima, de pronto me empujó y comenzó a hablar:

–Será mejor que cedas, Afrodita; o tendré que imponerte un buen castigo por tu insolencia –sentenció Shion mirándome con furia y lascivia mezcladas.

–El castigo… –musité sabiendo que sería humillante y doloroso.

–Como digas… –se quejó Shion luciendo más molesto. Comenzó a caminar dentro del salón, como para darme tiempo para cambiar de opinión, pasaron así cerca de 10 minutos o más, quizás, hasta que continuó con aquella sentencia que yo sólo me había impuesto–. Vas a encargarte de todo lo concerniente al templo principal, ya que eres el guardián del décimo segundo templo, te queda más cerca atender este templo también, y cuando digo “todo lo concerniente” es precisamente a lo que me refiero, ¿te queda claro?

– ¿Todo? –cuestioné confundido.

– Estarás pendiente de todo lo que yo necesite que hagas aquí, ¿más claro?

–Yo… –intenté disuadir a Shion, pero me silenció con una mirada encendida que me impuso más miedo.

–Regresa a tu templo, a partir de mañana estarás cubriendo tu nueva obligación, Aldebarán cumplirá aquella misión solo; puedes retirarte.

Salí del salón y caminé lo más rápido que pude hacia la salida del templo principal, me topé con Deathmask en la escalinata que conducía a mi templo, se veía serio.

– ¿Cómo te castigó? –cuestionó secamente.

–No es de tu maldita incumbencia, no puedo tener mayor humillación que esta, así que lárgate –dije furioso, sabía que a lo que Shion se refería era a hacerme estar con él, no podría escapar siempre de sus intenciones.

–Yo quiero… –comenzó a decir cuando ingresé a mi templo sin hacer el menor caso a lo que pretendía decir.

Ingresé y me encerré en mi alcoba hasta que escuché que se había retirado de mi templo, me sentía humillado, y lleno de asco, sabía que Shion me tendría bajo su cuerpo, que haría de mí lo que le diera la gana, y sólo imaginarlo me hacía sentir asco de mí mismo.

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